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sábado, 25 de abril de 2009

Apetito de Destrucción

Desde siempre, en todo lugar y en toda cultura, la brujería ha llamado la atención de propios y extraños, ha despertado fantasías y temores de todo tipo y, por qué no, ha movido dinero y poder.

En estos tiempos, en cualquier periódico podemos encontrar avisos clasificados de ciertos personajes que ofrecen "servicios" tales como magia negra, magia roja, magia blanca, amarres, conquista de "amores", prosperidad en los negocios, como así también "trabajos" contra otras personas. En otras palabras, una supuesta felicidad instantánea, casi inmediata.

Quienes dicen ostentar tales poderes reciben el mote de "brujos" o "videntes"; también en algunos casos se hacen llamar Licenciados o Profesores, sin decir claramente en qué consiste su "licenciatura" o "profesorado". Lo cierto es que esta gente se vale de ciertos rituales que realizan con gestos, objetos y sustancias de todo tipo; es frecuente que también se mezclen en esos rituales imágenes de la Virgen María, Crucifijos y de santos con objetos paganos que algunas veces rozan lo satánico.

Es tal la desesperación en ciertas personas que son capaces de pagar lo que sea con tal de evitar sufrimientos y ganar algo de una pseudo felicidad. Los llamados brujos saben muy bien y lo saben aprovechar en beneficio propio: es por que siempre, de una u otra forma, ellos terminan cobrando dinero por lo que realizaron a pedido.

Claro que no son pocos los casos en que hay mucho de charlatanería y una hábil sugestión de las mentes.

Si creemos en Dios, debemos tener la certeza de la existencia del diablo, un ser espiritual que, como todos los ángeles, tiene poderes muy superiores a los de los seres humanos pero infinitamente inferiores a los de Dios.

El diablo y todos los demonios (llamados también ángeles caídos) andan merodeando por todo el mundo trabajando arduamente para la perdición de las almas. El también llamado padre de la mentira nunca intentará seducirnos mostrándose tal como es, sino que siempre buscará formas que nos resulten atractivas y hasta inofensivas, buscando siempre pasar desapercibido. Que nosotros creamos en la inexistencia del diablo y, por ende, en la inexistencia del infierno ya es todo un triunfo de las fuerzas del mal porque, de esta manera, perdiendo la conciencia de su terrible existencia somos presas fáciles para caer en sus garras.

Una de las formas seductoras que tiene el demonio para atraernos es, precisamente, la brujería. Quienes recurren a estas artes pueden caer en una suerte de adicción, ya que se descubre un camino facilista y mediocre, lejos de la Gracia de Dios, lejos de Nuestra Madre Iglesia. Hay que ser concientes de que uno puede entrar libremente en el mundo de la hechicería pero no se tiene la certeza de que la salida es sencilla. El diablo ofrece favores rápidos y efectivos (fama, dinero, poder, prosperidad económica y todo lo que desee la carne) para quien lo invoque... pero el costo es extremadamente alto: es el alma de la persona.

Cuando uno contrata esos "servicios" de un brujo para obtener algún deseo, hay que saber que se está invocando a un espíritu maligno para que entre en acción y sea el servidor de quien lo está llamando. Claro que ese espíritu no se sentirá satisfecho con el mal que le encargaron sino que, una vez que lo llamaron, no se irá fácilmente. Los demonios están al acecho de nuestras almas esperando ansiosamente que los invoquemos de cualquier manera: una vez que le abrimos la puerta de nuestra vida, no será nada sencillo sacárnoslo de encima.

Si uno se deja enredar en la brujería, pronto empezará a prescindir de Dios para confiarse más en las fuerzas "ocultas" que vienen del mismo diablo.

Así como en este mundo hay gente que regocija por hacer el bien, es una triste realidad que hay gente totalmente entregada a las fuerzas del mal, que siente placer con el solo hecho de sembrar el reino de satanás entre los demás. Su voracidad de destrucción es atroz.


Cómo enfrentar las brujerías desde Dios

Es muy importante no dejarse sugestionar, no distraer la mente pensando en todo lo referente a la brujería pero tampoco hay que negar su existencia y subestimar su poder. Como dice el dicho popular "No creo en las brujas pero que las hay, las hay".

El miedo nos produce debilidad en el espíritu y, por lo tanto, somos más proclives a ser víctimas de "trabajos" de brujería. Y tampoco hay que caer en el error de que uno solo puede luchar con el maligno: a él le conviene que nos quedemos solos, sin Dios, así simplificamos su faena. Entonces, es fundamental depositar toda la confianza en Dios.

Jesucristo, Dios hecho hombre, es infinitamente superior a satanás y todos sus demonios. Jesús ya lo venció con su Muerte en la Cruz y su Resurrección. Confiando plenamente en ésto seremos inmunes a los ataques y acechanzas del demonio.

Ya nos lo advierte San Pablo en su Carta a los Efesios: Fortalézcanse en el Señor con la fuerza de su poder. Revístanse con la armadura de Dios, para que puedan resistir las insidias del demonio… para que puedan resistir en el día malo y mantenerse firmes después de haber superado todos los obstáculos. Permanezcan de pie, ceñidos con el cinturón de la verdad y vistiendo la justicia como coraza. Calcen sus pies con el celo para propagar la Buena Noticia de la paz. Tengan siempre en la mano el escudo de la fe, con el que podrán apagar todas las flechas encendidas del Maligno. Tomen el casco de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios”. (Efesios 6, 10-17).

Existen varias oraciones que son exorcistas, a saber:

1- El Padrenuestro
2- Oración a San Miguel Arcángel
3- Coraza de San Patricio

Uno debe invocar a Dios. Solo a Él debemos adorar. Ya lo dice expresamente en el Antiguo Testamento: "Yo soy el Señor tu Dios... no tendrás dios extraños delante de Mí" (Ex 20,2-3).

Como diría San Pablo en su Carta a los Romanos: "Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien: a los que ha llamado conforme a su designio. A los que había escogido, Dios los predestinó a ser imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito de muchos hermanos. A los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó.

¿Cabe decir más? Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? ¿Dios, el que justifica? ¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo, que murió, más aún, resucitó y está a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros?

¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?: ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?, como dice la Escritura: «Por tu causa nos degüellan cada día, nos tratan como a ovejas de matanza». Pero en todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado.

Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro." (Rom 8, 28-39)

Por último, recordemos a María, Nuestra Mamá Celestial que es Esposa del Espíritu Santo y la Mujer por excelencia. Bajo su amparo podemos refugiarnos confiadamente y nos mantendrá en Dios. ¡Ánimos!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Como siempre temas de actualidad y con un muy buen discernimiento espiritual.Bendiciones y que la Santìsima siga guardàndote cada dia de tu vida.
Sil

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