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jueves, 6 de agosto de 2015

Neuquén: La monja que rescata a travestis de la prostitución

Se trata de Mónica Astorga. Pertenece al Monasterio de Carmelitas Descalzas de Centenario-Neuquén. Desde 2005 brinda contención y salida laboral a un grupo de mujeres.

Nació hace 50 años en Buenos Aires y a los 7 despertó su vocación religiosa, a pesar de la oposición de sus familiares.

Siendo adolescente se incorporó a la Parroquia de San Pantaleón del barrio de Mataderos. Llegó a Neuquén en 1985.

“Hay una historia detrás de cada persona, hay una razón por la cual son como son, piensa en eso antes de juzgar a alguien”, dice Mónica Astorga, hermana del Monasterio de Carmelitas Descalzas Centenario-Neuquén en uno de los salones de la Capilla de Santa Teresita del Niño Jesús, ubicado en aquella ciudad. Hace treinta años que llegó a Neuquén para ordenarse en ese monasterio.

En esa vida contemplativa dedicada a la oración, Astorga siente una fuerte motivación hacia las personas alejadas de Dios, los que sufren, los que se sienten solos o sufren alguna marginalidad. “No salgo del monasterio, este es mi lugar, desde aquí puedo sostener y empujar a quienes lo necesitan. Desde allí surge mi trabajo social”, aclara.

Actualmente trabaja para y por las mujeres transexuales de Neuquén, quienes acuden a ella para encontrar apoyo a causa de las situaciones de marginación y violencia, a las que la mayoría de ellas se ven expuestas.

Recuerda que hace nueve años irrumpió en la tranquilidad del monasterio Romina, una chica travesti. “Romina había ido a la parroquia Nuestra Señora de Lourdes del barrio Progreso para dar el diezmo, y cuando le preguntaron de qué trabajaba, respondió que se prostituía porque por su condición de travesti no conseguía otro empleo. Le preguntaron si necesitaba ayuda y fue ahí que el padre Ítalo (Varvello) y la hermana Mariucha (Dambroggio) se contactaron conmigo y me preguntaron si podía ayudarla”, explica.

La religiosa fue al encuentro de Romina, quien le pidió ayuda para dejar la prostitución. Luego de escuchar con suma atención la traumática historia de Romina, y no poder entender tanto sufrimiento y marginalidad, le preguntó si conocía a otras chicas que querían dejar la calle. “Me respondió ‘todas’”. Entonces le dije que las vaya a buscar. Ella se puso a reír y me contestó: ‘Son como 70’”, cuenta.

Unos días después, Romina llegó junto a cuatro chicas trans. Lo primero que hizo fue invitarlas a la capilla para rezar, “para poner toda su vida en manos de Jesús y poder fortalecer sus vidas”, señala. Una de ellas le preguntó cómo podía rezarle a Dios si habían sido rechazadas por sus padres y familiares. “Les pedí que tengan fe porque, si no, estaban muertas. Después les consulté sobre qué querían hacer de sus vidas, qué sueños querían cumplir”, agrega.

Romina le respondió que quería terminar el curso de peluquería y abrir una propia; Victoria también quería tener su peluquería; Luján soñaba con ser cocinera y abrir una casa de comidas. Pero la respuesta que más le impactó fue la de Katy. “Quiero tener una cama limpia para poder morir”, le dijo Katy, que en ese momento tenía 40 años.

Inquieta y solidaria, de inmediato comenzó a pensar de qué manera podía ayudar a estas chicas que querían dejar de prostituirse en la calle. Fue entonces que recurrió a Germán Cazeneuve, quien por aquel entonces era vicepresidente de Cáritas Diocesana. Armó un proyecto para poner una peluquería que en junio de 2008 se inauguró con el nombre "Lourdes", ya que el local estaba ubicado frente a la parroquia del mismo nombre, donde empezaron a trabajar Vicky, Laura y Romina. Tiempo después pudo concretar la apertura de otro proyecto: una cooperativa donde se hace costura en la que trabaja Katy, que con 47 años es una de las travestis más grandes. “Tuve el apoyo del obispo Marcelo Melani. Todo fue haciéndose de a poco”, enfatiza. Y agrega: “Con el tiempo y los proyectos que se iban concretando, las chicas fueron confiando más en mí”.

Cuenta que muchas de ellas siguen ejerciendo la prostitución porque “más allá del dinero, lo que ellas necesitan es recibir un abrazo, una caricia, que le digan 'te quiero' aunque sea mentira”, explica. Sostiene que no puede entender que haya hombres que paguen por estar con ellas. “Es indignante porque esos hombres las levantan en la calle, las maltratan y las usan como si fueran la basura de la humanidad”, precisa.

Hace un tiempo consiguió que el Obispado les diera una modesta casa en la calle Candelaria 180, donde las chicas tienen un espacio para reunirse, y es en ese predio donde vuelcan sus sueños de poder insertarse en la sociedad a través de un trabajo que no sea sólo vender su cuerpo.


Travestis de todas partes piden ayuda a monja neuquina
Buscan la contención de la carmelita Mónica Astorga para dejar la prostitución.

Neuquén.- Luego de la nota publicada hace más de dos semanas por LM Neuquén sobre Mónica Astorga, quien brinda contención a travestis neuquinas que quieren dejar la prostitución, en los últimos días la religiosa recibió numerosos llamados de personas transexuales de otras provincias que le solicitaron su ayuda. La nota generó amplia repercusión en las redes sociales y se viralizó de una manera impresionante que alcanzó la cifra de 7000 veces compartidas en el facebook del diario.

Tras regresar de Paraguay, donde participó de un encuentro de frailes y monjas latinoamericanas, la hermana del Monasterio de las Carmelitas Descalzas de Centenario señaló que, a partir de la difusión de la tarea que lleva adelante, trans de las provincias de Formosa, Chaco, Río Negro y Buenos Aires se comunicaron con ella. “No me piden trabajo, me piden que las ayude a tener paz y me cuentan de la soledad en la que viven”, indicó.

Comentó que una travesti que la llamó desde Chaco le contó que hace poco se le murió su madre y que actualmente su padre está muy mal de salud. “Me dijo que estaba muy triste y angustiada”, agregó.

Solidaria con los marginados, la religiosa, nacida en Buenos Aires en 1965, hace 30 años llegó a Neuquén para ordenarse en el citado monasterio. Hace nueve años conoció a Romina, una travesti que llegó al monasterio pidiendo ayuda para dejar de prostituirse. Fue entonces que la invitó a convocar a otras transexuales que estuvieran en la misma condición.

A los pocos días llegaron al monasterio cinco travestis que escucharon a la religiosa, y juntas empezaron a pensar la posibilidad de capacitarse en distintos oficios y así buscar una salida laboral. Con la ayuda del padre Ítalo Varvello y de la hermana Mariucha Dambroggio de la parroquia Nuestra Señora de Lourdes, como también del por entonces obispo Marcelo Melani, abrieron una peluquería y un taller de costura en una humilde casa en el barrio Bouquet Roldán que también funciona como refugio, donde se reúnen y viven.

“Hay una historia detrás de cada persona, hay una razón por la cual son como son”, reflexiona Astorga.

La religiosa de 50 años considera que desde el monasterio puede “sostener y empujar a quienes más lo necesitan”. Por eso, para ella lo más importante es acompañarlas en esa angustia y soledad. “Luego sale el tema de conseguir un trabajo digno. Es un acompañamiento lento y que requiere de mucho amor. Me doy cuenta de que si no se las ama no las podés acompañar”, consideró.


Una tarea que deja de lado los prejuicios

“Nunca imaginé que esa nota llegara a tantos lados”, dijo Mónica Astorga en relación con la repercusión que tuvo en las redes sociales el artículo publicado el domingo 19 de julio en LM Neuquén bajo el título “La monja que rescata a travestis neuquinas de la prostitución”. El artículo recreaba la labor que desde el 2005 viene llevando adelante la religiosa para brindar contención y una salida laboral a un grupo de mujeres transexuales de Neuquén, mujeres que acuden a la hermana para encontrar apoyo a causa de las situaciones de marginación y violencia a las que la mayoría se ven expuestas.

Astorga sostuvo que lo más importante es “que las chicas se sientan dignas de ser amadas y aceptadas como son. Puedo decir que ellas saben que cuentan conmigo como madre, como hermana. Y agregó: “Muchas veces se construyen ideologías que separan a Dios de lo que es humano. Por eso invito a todos a que miren a su alrededor cuánta necesidad hay de un amor humano y hagamos algo por el otro. Siempre se puede hacer algo comenzando por no juzgarlo”.

escrito por Pablo Montanaro 
montanarop@lmneuquen.com.ar 
(fuente: www.lmneuquen.com.ar)

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