Esa presencia fecunda de María, la primera cristiana y primera apóstol, confirma que la piedad mariana, debidamente saneada de pietismo antimariano, es un poderoso vehículo de evangelización, sobre todo cuando y donde los textos bíblicos no estaban, o no están al alcance del pueblo. La persona de María era, y sigue siendo hoy, un evangelio viviente que todos pueden leer.
Podríamos llamar a María la máxima comunicadora social, pues ella comunicó el cielo con la tierra, al engendrar al Salvador, el máximo Comunicador del Padre. El beato Alberione, el gran apóstol de la comunicación social al servicio del Evangelio, fundador de la Familia paulina, dice que María “editó” al Salvador del mundo, dándole la posibilidad de hacerse visible en nuestra carne, para poder comunicarse de tú a tú con nosotros y salvarnos. Y en el Cenáculo Ella estuvo en medio de los apóstoles, animándolos, uniéndolos y suplicando la venida del Espíritu Santo, que allí hizo nacer la Iglesia. Con razón se la llama Madre, Maestra y Reina de los Apóstoles.
En el Concilio Vaticano II, el Decreto Inter mirifica sobre los medios de comunicación social, fue el que más resistencias enfrentó a la hora de ser aprobado. Fue rebajado de Constitución a Decreto, y de 114 párrafos a 24. Sin embargo, se quedó con el título de “Maravillosos inventos”, cuyo fin es ayudar eficazmente a la humanidad contribuyendo al progreso, a la humanización y a la evangelización, que eleva a los hombres al orden sobrenatural, y del reino terreno los lleva al Reino eterno, presidido por Cristo Rey y por María Reina.
El día de la aprobación del Inter mirifica, el padre Alberione, que participaba en el Concilio, mandó celebrar fiesta a toda su Familia Paulina, porque ese Decreto constituía la aprobación oficial de la Iglesia para el apostolado de la comunicación social, al poner la predicación mediática a la par de la predicación oral.
Trabajo con los laicos
La evangelización mediática pasa también a manos de los y las laicos, de las religiosas y de los religiosos no sacerdotes. Un gran avance en la misión evangelizadora y salvífica de la Iglesia, que con los “nuevos púlpitos” mediáticos puede realizar a la letra el mandato de Jesús: “Vayan y evangelicen a todo el mundo”.
Al respecto dice el Decreto Inter mirifica, en el número 13: “También los seglares (cristianos) que intervienen en el uso de estos medios, esfuércense por dar testimonio de Cristo, primero realizando su propia misión con excelencia y espíritu apostólico… y luego prestando apoyo directo a la acción pastoral de la Iglesia”.
Los comunicadores laicos cristianos, por ser profesionales de la comunicación, gozan de una gran ventaja para evangelizar con excelencia, eficacia y un alcance insospechado a las masas, en especial a quienes no van a las iglesias, ni a la catequesis parroquial, ni reciben los sacramentos.
El beato Alberione insistía en puntualizar que “evangelizar no es solo hablar de Dios, de la Iglesia y de Cristo, sino también hablar cristianamente de todo” y a todos, en especial a los que no van a las iglesias ni a la catequesis. Y ese “todo” son los valores y bienes del Reino de Cristo: La vida y el amor, la verdad y la fraternidad universal, la justicia y la paz, la dignidad humana y la dignidad de la creación. Valores que Cristo inculcó y por los cuales dio la vida.
La evangelización mediática es el campo abierto y propio de los laicos, y ya gran número de ellos están evangelizando a las masas y a los individuos a través los medios y multimedia de comunicación. La evangelización mediática es también continuidad de la misma misión de Cristo que Él encomendó a los Apóstoles. De aquí el nombre de apostolado, que designa la obra de la redención compartida con Cristo por sus discípulos de todos los tiempos: jerarquía, clero y laicos.
El comunicador imita a María
Apostolado o misión, no es lo que el discípulo y la discípula hacen, sino lo que Cristo hace a través de la vida y de las obras de la discípula y del discípulo. Nadie puede arrogarse el poder salvador de Cristo, pero Él decidió compartirlo con los suyos.
El apóstol mediático imita a María acogiendo al Salvador en su persona para comunicarlo a los hombres. “Vivir en Cristo y comunicar a Cristo”. La experiencia apostólica del Apóstol de las gentes, san Pablo, es modelo de todo comunicador social cristiano: “No soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí”. El mensaje escrito o hecho imagen, sobrevive al autor y no tiene límites de tiempo ni de espacio: “Sin que hablen, sin que pronuncien, a toda la tierra alcanza su mensaje”.
El comunicador cristiano, amante e imitador de María Reina de los Apóstoles, no se rebajará a una comunicación pietista o vacía, sino que se mantendrá a la altura de su misión: “Vivir en Cristo y comunicarlo a los hombres” de forma directa o subliminal. La verdadera devoción a María es conocerla, admirarla, imitarla, invocarla, escucharla.
(fuentes: zenit.org; yocreo.com)
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