La verdad es que los Protestantes originarios -Lutero y Calvino- reconocían verdades que los fundamentalistas rechazan: María Madre de Dios y María siempre Virgen. Adicionalmente, los fundamentalistas rechazan la Inmaculada Concepción y la Asunción, basados en que estos dogmas de la Iglesia Católica no aparecen en la Biblia.
→ Respuesta: Nuestro culto a la Santísima Virgen María no disminuye nuestro culto a Cristo, sino que lo acrecienta, pues la Madre siempre nos lleva al Hijo: “Hagan todo lo que El les mande” (Jn. 2, 5).
María, Madre de Dios:
María es madre de Jesús, no sólo porque lo llevó en su vientre, sino porque suplió todo el material genético para su cuerpo humano, ya que fue por ella -y no por José- que “nació de la descendencia de David, según la carne” (Rom. 1, 3).
Como María es la madre de Jesús, también es la Madre de Dios. Porque si María es la madre de Jesús y Jesús es Dios, María es la Madre de Dios.
Sin embargo, a pesar de ser Madre de Dios, no es su madre en el sentido de que ella sea mayor que Dios o que sea la fuente de la divinidad de su Hijo.
Decimos que es Madre de Dios, porque llevó en su vientre a una persona divina, Jesucristo, Dios, y en el sentido que aportó el material genético para la forma humana que Dios tomó en Jesucristo.
Al discutir esto, los fundamentalistas aducen que María sólo llevó en su vientre la naturaleza humana de Jesús. Pero ... ¿es que las madres llevan en sus vientres y dan a luz a una “naturaleza humana” o una “persona humana”?
María, igual que todas las madres, dio a luz a una persona. Esa persona es Jesucristo y esa persona a la que María dio a luz es Dios. Por eso es Madre de Dios.
En la Biblia muchas veces se habla de María, Madre de Jesús. Pero la cita más explícita en cuanto a la maternidad divina de María es la expresión de Santa Isabel al ser visitada por la Virgen María: “Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: ‘... ¿cómo he merecido que venga a mí la Madre de mi Señor?’” (Lc. 1, 42). “Mi Señor” es sinónimo de “Dios”.
Luego añadió Isabel: “Dichosa por haber creído que de cualquier manera se cumplirán en ti las promesas del Señor” (Lc. 1, 43); es decir, lo que Dios le había mandado a decir con el Angel.
Se ve, pues, claramente, que Isabel por inspiración divina, llamó a María “Madre de Dios”.
La Tradición Cristiana desde los tiempos apostólicos comienza a llamar a María “Theotocos” o “Madre de Dios”. Los Santos Padres expresan esto con claridad, defendiendo fuertemente la Maternidad Divina contra todos los que la atacan en una u otra forma. (Catecismo de la Iglesia Católica #495)
María, siempre Virgen:
La mayoría de los Protestantes y todos los Evangélicos creen que María tuvo otros hijos después de Jesús. Aducen para esto el comentario acerca de “los hermanos de Jesús”, sin entender lo que el vocablo “hermanos” significaba en la Biblia.
Sin embargo, ni los Evangelios, ni los primeros Cristianos, sostienen esta noción. Los fieles sabían por las Escrituras y por la Tradición, que Jesús fue el único Hijo de María y que ella permaneció Virgen toda su vida. Y así lo creían los primeros Protestantes (Lutero, Calvino y Zwingli).
Hay un documento de valor histórico, uno de los Evangelios Apócrifos, el Protoevangelio de Santiago, que sostiene que María fue consagrada al servicio del Señor por su madre, Santa Ana. Eso significaba que había hecho voto de virginidad. San José fue posteriormente escogido para cuidar y proteger la virginidad de María. De allí la gravedad cuando María comenzó a mostrar signos de embarazo. Por eso San José tuvo que rendir cuenta a las autoridades del Templo. También a María, según este documento, se le pidió cuenta de la aparente falta a su voto. Nos dice este escrito que, al ser interrogada, “ella se echó a llorar amargamente, diciendo: ‘Por la vida del Señor mi Dios, estoy limpia en su presencia y no he conocido varón’”.
Nos dice también el Protoevangelio de Santiago cómo fue escogido José de entre otros varones como compañero de María Virgen: su cayado fue el que floreció con un lirio. Era ésta la señal de la escogencia divina. (Catecismo de la Iglesia Católica # 496, 497, 498, 499. 500)
La Virgen María, fue concebida sin pecado original, libre de mancha de pecado (eso significa ser inmaculada: sin mancha).
El pecado original es en esencia la privación de la gracia. Significa, entonces, que la Virgen María estuvo adornada con la gracia.
Así lo reconoció el Angel: “Dios te salve, llena de gracia”, la saludó el Angel en la Anunciación (Lc. 1, 28). Este reconocimiento del Angel significa que nunca estuvo privada de la gracia divina.
La doctrina de la Inmaculada Concepción fue oficialmente definida como dogma por el Papa Pío XI en 1854.
Objeción: San Pablo dice que “todos hemos pecado” (Rm. 3, 23).
Respuesta: Ahora bien, un niño que muere recién nacido ¿ha pecado? La expresión de San Pablo, entonces, debe significar que la gran mayoría hemos pecado, pues ¿cómo queda entonces Jesús? Hay excepciones en esto: Jesús, María y los niños que mueren sin haber pecado.
Objeción: Pero si María no ha pecado, se le está igualando a Dios.
→ Respuesta: Pero ... ¿y Adán y Eva antes del pecado original? ¿Y los Angeles que no pecaron? El estar sin pecado no significa que se sea igual a Dios. Ni esta prerrogativa disminuye para nada la gloria de Dios.
Objeción: María dice “mi espíritu se alegra en Dios, mi Salvador” (Lc. 1, 47). Significa que si necesita Salvador es que ha pecado.
→ Respuesta: María realmente, como cualquier descendiente de Adán y Eva, hubiera estado sujeta al pecado original. Pero por una intervención especial de Dios, en atención a su Maternidad Divina, fue redimida de manera especial: anticipadamente. De allí que haya sido concebida sin pecado: Inmaculada Concepción. (Catecismo de la Iglesia Católica #490, 491, 492 y 493)
Asunción de María en cuerpo y alma al Cielo:
El dogma de la Asunción significa que María, por un privilegio especial, no tuvo que esperar como todos los demás seres humanos tenemos que esperar, por nuestra resurrección. Ya su cuerpo y su alma están reunidos y ella está en forma gloriosa en el Cielo.
El dogma de la Asunción declarado por el Papa Pío XII en 1950 no definió si María murió, pero hay casi consenso universal que sí murió.
La declaración del dogma se limitó a decir: “María, al final de su vida en la tierra (no habla de la muerte) fue asumida en cuerpo y alma a la gloria del Cielo”.
Objeción: La Asunción no está explicitada en la Biblia. Por lo tanto, es una doctrina falsa.
→ Respuesta: Para los Católicos la Biblia no es la única fuente de la Fe. La Tradición de la Iglesia también lo es. La Iglesia tiene la potestad dada por Jesús de decidir y definir doctrinas, aunque éstas no estén en la Biblia. “Lo que ates(en) en la tierra quedará atado en el Cielo y lo que desates(en) en la tierra quedará desatado en el Cielo” (Mt. 16, 19 y 18, 18).
Como vemos, no dijo Jesús a Pedro y a los Apóstoles, que quedaría atado o desatado todo lo que previamente estuviera contenido en la Sagrada Escritura, como pretenden los fundamentalistas.
Eso sí, las doctrinas definidas, si bien no tienen que estar en la Sagrada Escritura, no la pueden contradecir. Y este dogma no contradice nada bíblico. (Catecismo de la Iglesia Católica #966)
EL Santo Rosario
→ Objeción: El Rosario no es una oración bíblica.
Respuesta: Los Misterios del Rosario que se enuncian antes de cada sección de un Padre Nuestro, diez Ave Marías y un Gloria son escenas bíblicas, salvo la Asunción de la Santísima Virgen, cuya fundamentación bíblica ya hemos explicado anteriormente en este capítulo.
Los Misterios Gozosos (con su cita bíblica) son los siguientes:
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La Anunciación (Lc. 1, 26-38).
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La Visita de María a su prima Santa Isabel (Lc. 1, 40-56).
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El Nacimiento del Niño Jesús (Lc. 2, 6-20).
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La Presentación del Niño Jesús en el Templo (Lc. 2, 21-39).
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El Niño perdido y hallado en el Templo (Lc. 2, 4[-51).
Los Misterios Dolorosos (con su cita bíblica) son los siguientes:
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La Oración de Jesús en el Huerto (Mt. 26, 36-46).
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La Flagelación de Jesús atado a al columna (Mt. 27, 26).
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La Coronación de Espinas (Mt. 27, 29).
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La Cruz a cuestas por el camino del Calvario (Lc. 23, 26-32).
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La Crucifixión y Muerte de Jesús (Lc. 23, 33-46).
Los Misterios Luminosos (con su cita bíblica) son los siguientes:
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El Bautismo de Jesús en el Jordán (Mt. 3. 13-17)
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La auto-revelación del Señor en las Bodas de Caná (Jn. 2, 1-12)
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Anuncio del Reino de Dios, invitando a la conversión (Mc.1, 15)
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La Transfiguración del Señor (Lc. 9, 28-35)
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La institución de la Eucaristía (Lc. 22, 19-20)
Los Misterios Gloriosos (con su cita bíblica son los siguientes:
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La Resurrección del Señor (Lc. 24, 1-12).
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La Ascensión del Señor (Lc. 24, 50-51).
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La Venida del Espíritu Santo (Hch. 2, 1-4).
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La Asunción de la Santísima Virgen María al Cielo (Ap. 12).
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La Coronación de la Santísima Virgen María (Ap. 12, 1).
El enunciado de cada Misterio no debe ser un simple anuncio, sino que esa escena de la vida de Jesús y/o de la Sagrada Familia y/o de la Virgen, debe servir para meditar sobre ese hecho que nos relata la Biblia, sacando enseñanzas de cada una de ellos para nuestra vida espiritual. Esa meditación puede hacerse en silencio antes de comenzar las oraciones de cada decena, o -si se reza en rosario en grupo- puede hacerse en voz alta. También puede irse meditando mientras se van repitiendo las Ave Marías.
(fuente: www.buenanueva.net)
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