Tras rechazar los proyectos legislativos tendientes a la despenalización y legalización del aborto, se manifestaron contrarios a determinadas prácticas con embriones humanos.
Al referirse a los embarazos productos de una violación, sostiene que "es compromiso ineludible del Estado y la sociedad civil ayudar a la víctima a llevar a término su gestación" y, en caso de ser necesario, "apoyarla para que pueda asumir su maternidad" o para que otros puedan asumirla por ella.
En la apertura, hablaron la ministra de Educación sanjuanina, Cristina Díaz, junto a la rectora de la UCC, María Isabel Larrauri; el arzobispo de San Juan de Cuyo, monseñor Alfonso Delgado, y el ministro de Desarrollo Humano, Daniel Molina.
Las deliberaciones contaron con ponencias de las Universidades participantes.
Asistieron representantes de la Universidad Católica de Salta, la Universidad del Norte "Santo Tomás de Aquino", la Universidad del Salvador, la Universidad Fraternidades y Agrupaciones Santo Tomás de Aquino (FASTA Mar del Plata), la Universidad Católica de Santiago del Estero, la Universidad Católica de Santa Fe, la Pontificia Universidad Católica Argentina Santa María de los Buenos Aires, Universidad Católica Argentina de Paraná, la Facultad “Teresa de Ávila” de la Universidad Católica de Paraná y el Instituto de Bioética, la Universidad Católica de La Plata, la Universidad Católica de Córdoba y la Universidad Católica de Cuyo, sede San Luis.
Texto de la declaración
“1. “La apertura a la vida está en el centro del verdadero desarrollo” (Caritas in Veritate, n. 28). Como Universidades comprometidas con el país, debidamente reconocidas y acreditadas en el sistema de Educación Superior, queremos expresar algunas reflexiones sobre la centralidad de la vida humana desde el inicio de la concepción en el seno materno, en la perspectiva de nuestro crecimiento como Nación. Esta vinculación entre vida y desarrollo no es forzada ni casual, ya que es evidente que en la capacidad de recibir, proteger y acompañar cada vida humana para que alcance su desarrollo pleno, se ponen en juego y fortalecen relaciones sociales de compromiso y entrega desinteresada por el bien común.
2. Cotidianamente constatamos la fragilidad y la falta de aprecio por la vida. La violencia de todo tipo, la muerte de niños a causa del aborto y durante el primer año de vida, las muertes maternas, las que derivan de situaciones de pobreza extrema, embarazos de alto riesgo y no controlados, las víctimas de las adicciones, etc. En todas ellas, la fragilidad de la vida humana queda expuesta a la indiferencia social y política y a la instrumentación de los poderosos. Estas situaciones nos interpelan y nos mueven a hacernos cargo de cada vida humana de manera más racional, concreta, eficiente, programada y sustentable.
3. En este marco, nos sorprende la irrupción de diversos proyectos de ley que propugnan la despenalización y legalización del aborto, o pretenden legitimar la producción de embriones para superar riesgos genéticos, la criopreservación de embriones humanos y el descarte de los sobrantes de técnicas artificiales de reproducción humana. Estas iniciativas denigran la naturaleza humana, son una afrenta a la dignidad del embrión humano que impide ser tratado como un objeto y debilitan la percepción cultural y social del valor inalienable de cada vida humana, introduciendo en la sociedad mecanismos de eliminación y exclusión de los más débiles e indefensos. En ese sentido, nuestra determinación como Universidad es comprometernos a formar profesionales para curar, investigar, ayudar y legislar a favor de la vida.
4. Al respecto, las modernas tecnologías nos han abierto de manera maravillosa la intimidad del seno materno y nos han confirmado lo que el sentido común nos advertía desde siempre: la plena humanidad del niño por nacer. Esta inédita capacidad de conocer la realidad biológica del concebido, que incluso es tratado como paciente en la medicina fetal (diagnóstico pre-natal, cirugías intrauterinas, ecografías 3D), es una invitación a desarrollar una igual y proporcionada capacidad de reconocer en ese embrión-feto a un ser humano, con toda la dignidad y derechos de la persona humana. Este dato biológico es una realidad científica incontrastable de la cual no puede apartarse el legislador. Por ello toda argumentación a favor del aborto encierra un sofisma porque parte de soslayar este dato científico y biológico.
Nuestra capacidad de reconocer, cuidar y promover a la vida naciente tiene que abarcar todas las circunstancias en que la vida se presenta. Todos los hijos, sin distinción de origen o nacimiento, tienen igual derecho a la vida (cf. Art. 3°, Convención sobre los Derechos del Niño). Lamentablemente se verifican en el mundo nuevas tendencias que desde un análisis de costo-beneficio buscan eliminar la vida que presenta alguna discapacidad, generando la peor discriminación que es eliminar al débil. Ello no sólo es grave para con la persona concreta con discapacidad, sino que también significa un mensaje de minusvaloración para todos los que padecen esta problemática y a quienes debemos un mayor y más intenso cuidado y amor. Tampoco es lícito discriminar a los hijos según sean “deseados” o “no deseados”.
5. La mortalidad materna también es invocada con frecuencia como causal para la despenalización del aborto. Al respecto, estamos convencidos que el mejor modo de evitar las muertes maternas no es sumar la muerte del niño en su seno, multiplicando así el dolor y el sufrimiento, sino al contrario, es hacerse cargo del cuidado, contención y acompañamiento sanitario, psicológico, económico y social integral de la madre y su bebé desde la fecundación. El drama del aborto debe encontrar soluciones por caminos menos devastadores para el concebido y para la madre que la liberación irrestricta de las prácticas abortivas. No será con la banalización de esta grave cuestión sino con políticas públicas que se inscriban en el personalismo solidarista como se removerán efectivamente sus causas (individuales, familiares, sociales, económicas), y con la asistencia y la ayuda a las madres y la toma de conciencia del deber propiamente humano de acoger y proteger la vida que nace.
6. En el lamentable caso de una mujer que ha sufrido un ataque a su integridad sexual es necesario un renovado compromiso de apoyo del Estado y de las organizaciones de la sociedad civil. A tal fin, cuando el embarazo se origina en una violación, es compromiso ineludible ayudar a la víctima a llevar a término su gestación. En el caso que se viere imposibilitada de asumir la crianza de su hijo luego del nacimiento, debemos apoyarla integralmente para que pueda asumir y desarrollar la maternidad. Si la madre no está en condiciones de cuidar a su hijo, ella le habrá dado la posibilidad de vivir y de ser criado por una de tantas familias que anhelan tener hijos y no pueden concebirlos.
7. La legislación debe tutelar la vida, por ello entendemos que no puede haber derecho cuando la sustancia, el factor eficiente, la finalidad, sea la muerte. Pero además, la ley tiene una función docente que es decisiva en este camino de apertura a la vida. Como decía Juan Pablo II, “Si las leyes no son el único instrumento para defender la vida humana, sin embargo desempeñan un papel muy importante y a veces determinante en la promoción de una mentalidad y de unas costumbres” (Evangelium Vitae, 90). Por ello, apelamos a la conciencia cívica de los legisladores, así como a su indelegable responsabilidad en el cuidado de cada vida humana. Por otra parte, la despenalización del aborto conduce a una depreciación del bien jurídico vida frente a otros bienes ciertamente menos relevantes desde la perspectiva de los derechos humanos y, consecuentemente, a una distorsión de la coherencia legislativa.
A contramano de los avances en la protección de los derechos humanos, lamentablemente constatamos la paradoja de que a la vida le es negada su condición de derecho natural, protegido además como derecho subjetivo por todo el ordenamiento jurídico argentino.
Nuestra esperanza y determinación es que la medicina, la enfermería, la biología, la farmacología, el derecho, la comunicación, el Congreso y sus leyes, la universidad y la política sean aliados por la vida. “El verdadero grado de civilización de una nación se mide por cómo protege a los mas necesitados. Por eso se debe proteger más a los más débiles. Porque el criterio no es ya el valor del sujeto en función de los afectos que suscita en los demás o de la utilidad que presta, sino el valor que resulta de su mera existencia”.
8. La Constitución Nacional y los Tratados Internacionales de Derechos Humanos con jerarquía constitucional, como así también el Código Civil, el Código Penal, las leyes nacionales y las constituciones provinciales son claras en reconocer a cada ser humano la dignidad y derechos fundamentales de la persona desde el momento de la concepción. En especial, el derecho a la vida se presenta como el primer derecho humano, un derecho tan fundamental y básico que no puede ser reglamentado sin que ello signifique automáticamente su aniquilación.
9. Por ello, este Plenario de Universidades Católicas en defensa de la Vida Humana, reunido en la Provincia de San Juan, renueva su más decidido apoyo a la defensa de la vida humana desde la concepción de la persona hasta su muerte natural, y expresa su más enérgico rechazo a los proyectos legislativos tendientes a la despenalización y legalización del aborto, como a toda disposición administrativa orientada a favorecerlo.
10. En el año del Bicentenario, adherimos al Año de la Vida que impulsa la Conferencia Episcopal Argentina, en la convicción que “La persona humana, portadora de vida, es «necesariamente fundamento, causa y fin de todas las instituciones sociales» y es en este sentido que la Iglesia ha buscado siempre, en su accionar, la promoción de la dignidad de la persona y la protección de los derechos humanos como sustento imprescindible y constitutivo de todo orden social” (Declaración “2011: Año de la Vida”, 14 de octubre de 2010). Como Universidades Católicas, con la fuerza de la fe y la razón, renovamos nuestro compromiso por trabajar por “la vida, la dignidad y la integridad de la persona humana” (Aparecida, 468), desde las aportaciones específicas de cada disciplina, con capacidad de diálogo y escucha de la realidad y en la perspectiva del bien común”.+
(fuente: www.aica.org)
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