El Papa Juan Pablo II presentó su Carta Apostólica "Rosarium Virginis Mariae" (en latín, "El Rosario de la Virgen María"). En dicho documento papal, resaltaba la presentación de cinco nuevos misterios para contemplar: los Misterios Luminosos.
El Santo Rosario es como una meditación profunda de los momentos más importantes del Evangelio. Es contemplar la vida de Jesucristo con los ojos de María, su Madre y Madre Nuestra, a medida que uno va repitiendo las "Ave María".
Hasta antes de la aparición de los Misterios Luminosos, los momentos de la vida Cristo estaban agrupados solamente en los Misterios Gozozos, los Misterios Dolorosos y los Misterios Gloriosos. Los gozozos comprenden desde la Anunciación del Ángel a la Virgen María, la visita de Nuestra Madre a su prima Santa Isabel, el Nacimiento de Jesús en Belén, la Presentación del Niño Jesús en el Templo y finaliza cuando Jesús se extravía de los ojos de sus padres y es encontrado con los doctores de la Ley en el Templo. Los Misterios Dolorosos se centran en la Pasión y Muerte de Jesús, a saber: la oración de Jesús en el Huerto de los Olivos, la cruel flagelación de Nuestro Señor Jesucristo, su posterior la coronación con espinas, su subida al Monte Calvario cargando su Cruz y su Muerte. Los gloriosos nos invitan a reflexionar sobre la Resurrección de Jesús, la Ascensión del Dios Hijo, la venida del Espíritu santo sobre María y los Apóstoles, la Asunción de María y la Coronación de María como Reina y Señora de todo lo creado.
Como vemos, había quedado fuera de esas bellas meditaciones algunos momentos que corresponden a la vida pública de Jesús. Es por eso que el Santo Padre consideró "oportuna una incorporación que, si bien se deja a la libre consideración de los individuos y de la comunidad, les permita contemplar también los misterios de la vida pública de Cristo desde el Bautismo a la Pasión".
Los momentos sugeridos para ser meditados se llaman Misterios Luminosos por lo que Él dice de si mismo: "Mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo"(Juan 9, 5).
Es por eso que Juan Pablo II nos invita a meditar también sobre los siguientes hechos de la vida de Jesús desde María
1. El Bautismo en el Jordán (Mt 3, 17 par.): Misterio de luz es ante todo el Bautismo en el Jordán. En él, mientras Cristo, como inocente que se hace ‘pecado’ por nosotros (cf. 2 Co 5, 21), entra en el agua del río, el cielo se abre y la voz del Padre lo proclama Hijo predilecto (cf. Mt 3, 17 par.), y el Espíritu desciende sobre él para investirlo de la misión que le espera.
2. Jesús se manifiesta en las bodas de Canaá (Jn 2, 1-12): Cada uno de estos misterios revela el Reino ya presente en la persona misma de Jesús. Misterio de luz es el comienzo de los signos en Caná (cf. Jn 2, 1-12), cuando Cristo, transformando el agua en vino, abre el corazón de los discípulos a la fe gracias a la intervención de María, la primera creyente.
3. El anuncio del Reino de Dios invitando a la conversión (Mc 1, 15): Misterio de luz es la predicación con la cual Jesús anuncia la llegada del Reino de Dios e invita a la conversión (cf. Mc 1, 15), perdonando los pecados de quien se acerca a él con humilde fe (cf. Mc 2. 3-13; Lc 47-48), iniciando así el ministerio de misericordia que él continuará ejerciendo hasta el fin del mundo, especialmente a través del sacramento de la Reconciliación confiado a la Iglesia.
4. La Transfiguración: Misterio de luz por excelencia es la Transfiguración, que según la tradición tuvo lugar en el Monte Tabor. La gloria de la Divinidad resplandece en el rostro de Cristo, mientras el Padre lo acredita ante los apóstoles extasiados para que lo « escuchen « (cf. Lc 9, 35 par.) y se dispongan a vivir con él el momento doloroso de la Pasión, a fin de llegar con él a la alegría de la Resurrección y a una vida transfigurada por el Espíritu Santo.
5. La institución de la Eucaristía: Misterio de luz es, por fin, la institución de la Eucaristía, en la cual Cristo se hace alimento con su Cuerpo y su Sangre bajo las especies del pan y del vino, dando testimonio de su amor por la humanidad « hasta el extremo « (Jn13, 1) y por cuya salvación se ofrecerá en sacrificio.
El Papa sugiere que los Misterios Luminosos sean contemplados el jueves. Propone, entonces, que el lunes y el sábado los cristianos recen a partir de ahora los Misterios Gozosos; el martes y el viernes los Dolorosos; el miércoles, y el domingo los Gloriosos.
Juan Pablo II había proclamado el período comprendido entre Octubre de 2002 hasta Octubre de 2003, Año del Rosario. Aclaró que esta convocatoria celebra tres momentos significativos: los 25 años de su pontificado; los 120 años del aniversario de la encíclica "Supremi apostolatus officio" de León XIII que comenzó una serie de documentos sobre el Rosario; y el apéndice del Año Santo de 2000.
El Rosario no es una oración para repetir mecánicamente. Cada Ave María debe ayudarnos a interiorizarnos en los misterios de la vida de Cristo, meditándolos en cada oportunidad como si fuera la primera vez. A tal efecto, dijo Juan Pablo II: "El Rosario, a partir de la experiencia de María, es una oración marcadamente contemplativa. Sin esta dimensión, se desnaturalizaría".
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