Luego de haber sido un empecinado perseguidor de cristianos, Pablo fue llamado por Nuestro Señor y dejó todo por Él, hasta su propio orgullo. Al poco tiempo, se convirtió en el Apóstol San Pablo, un fervoroso portador del mensaje de Cristo y lo fue transmitiendo inclusive arriesgando su propia vida.
Pablo dejó varias cartas que están compiladas en la Biblia, las cuales eran mensajes y exhortaciones varias a las primeras comunidades cristianas que se iban formando a medida que se iba esparciendo la Buena Nueva.
En un párrafo de su Segunda Carta a los Corintos, leemos:
"Hermanos: para que yo no me llene de soberbia por la sublimidad de las revelaciones que he tenido, llevo una espina clavada en mi carne, un enviado de Satanás, que me abofetea para humillarme. Tres veces le he pedido al Señor que me libre, de esto, pero El me ha respondido: "Te basta mi gracia, porque mi poder se manifiesta en la debilidad". Así pues, de buena gana prefiero gloriarme de mis debilidades, para que se manifieste en mí el poder de Cristo. Por eso me alegro de las debilidades, los insultos, las necesidades, las persecuciones y las dificultades que sufro por Cristo, porque cuando soy más débil, soy más fuerte."
En este extracto , vemos que Pablo hace una confesión descarnada de un padecimiento que lo aqueja. Sin dar demasiadas precisiones, el Apóstol cuenta que lleva "una espina clavada en su carne" que le tiene turbada el alma al punto en que, según sus propias palabras, siente humillación. Tal vez esa espina haya sido la descripción metafórica de una enfermedad del cuerpo o del alma, o quizás ambas cosas. Tal habrá sido la desesperación que sintió ese santo varón que le imploró tres veces al Señor que lo libre de "esa espina"... pero recibió de Dios la respuesta tan tajante como esperanzadora: "Te basta mi gracia, porque mi poder se manifiesta en la debilidad".
Cuántas veces nos puede pasar que nos sentimos aplastados por algún problema específico, o varias situaciones que nos quitan la paz interior. Lo más tentador es pretender que un sufrimiento desaparezca como por arte de magia para poder descansar del dolor.
La propuesta de Dios va mucho más allá de lo que podemos esperar: no es cuestión de librarnos de un sufrimiento, sino saber convivir con ese pesar hasta superarlo en la Cruz de Cristo.
Pasa que es tentador dejarse llevar por la desesperanza y no dejarnos ver más allá. Las situaciones de sufrimiento son ocasiones especiales para acercarse a Dios y sentirse amados por Él. Porque en esos momentos de pesar es cuando uno puede expermientar como nunca que somos limitados, pequeños y casi insignificantes en el Universo... ahí es cuando Dios nos tiende su mano y nos ofrece su Infinito Amor para poder redimirnos superando (y no esquivando) esa situación.
Independientemente de que seamos creyentes en Dios, o no, en más de una ocasión en esta vida todos los seres humanos experimentamos la desolación, el dolor, el desamor, la incomprensión, la traición. Son momentos en que uno puede ver que no se puede con todo. En la soledad es cuando somos más frágiles para todo tipo de tentaciones que, por más que se nos presenten como beneficiosas, no nos construyen como personas.
Desde la fe, podemos decir que Dios está dispuesto a otorgarnos su Gracia para poder sobrellevar cualquier situación: si nos decimos creyentes en Dios, debemos necesariamente confiar en su Poder Infinito. Nada ni nadie es superior al Señor.
Por más grande que pueda parecer una adversidad, tenemos la Gracia de Dios al alcance de nuestra mano. No importa cuántos pecados puedan haber en el alma de un ser humano. Solo una oración humilde y sincera basta para acortar cualquier distancia con Dios. Todos y cada uno de nosotros somos especialísimos para Dios: cada uno de nosotros somos un ser distinto a todos los demás que existen y existieron antes. En cada uno de nosotros, Él ha depositado dones y la capacidad de amar y ser amados.
Como sucede con el Hijo Pródigo, Dios es un Padre que está siempre esperando nuestro regreso para darnos su Amor... Como diría Santa Teresa de Ávila, "Nada te turbe, solo Dios basta".
Es cuestión de no dejarse atormentar por las espinas que tengamos en nuestra carne. A Dios le tenemos que entregar los sufrimientos y padeceres y todo cobrará un sentido nuevo en Él... y así, nos bastará su Gracia.
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