Un dolor agudísimo en un ojo que le ha hecho sufrir lo indecible durante 30 años, hasta que ha perdido el ojo, pero nadie fuera de sus más íntimos amigos, la ha sabido. Nunca los dolores han hecho desaparecer la sonrisa de sus labios ni la alegría de su corazón. Desde su primer año de sacerdote (y ya lleva 47 de ordenado) adquirió, por confesar en una cárcel inmunda, un brote molestísimo de alergia en toda su piel, pero nunca ha demostrado impaciencia por las torturas que esto le proporciona. Una protuberancia dolorosa en la espalda le hace sufrir mientras confiesa y sin embargo pasa de diez a doce horas seguidas confesando, y sólo se nota que sufre, por algunos movimientos involuntarios que a veces tiene. Solamente a la hora de su muerte, al cambiarlo de ropa, vinieron a notarlo. Nunca habló de ella, ni se quejó lo más mínimo. Jamás nadie, al verlo siempre alegre, hubiera creído que sufría tanto. Sus dolores de muelas eran tan desesperantes que a veces algunos jóvenes le pidieron que les pasara a ellos ese dolor mientras predicaba y sufrieron tanto, tantísimo en ese rato, que creyeron enloquecer. Y él los aguantaba con la calma más admirable, todo por el reino de Dios y la salvación del alma de sus discípulos a quienes tanto amaba.
Pero ya al final de 1887 su organismo no es capaz de resistir más. Tiene el hígado atascado. Los riñones en condiciones desastrosas, los pulmones deshechos, y la parálisis bloquea sus piernas (ya desde 20 años atrás, venía sufriendo de hinchazón y dolores en las piernas).
Su médico declaraba: “El cuerpo de Don Bosco es como una máquina a la cual han hecho trabajar sin descanso día y noche por años y años. Ya no hay nada que pueda curarlo. No muere de ninguna enfermedad. Muere de desgaste total por tanto trabajar.”
El 20 de Diciembre de 1887 escribe sus últimos mensajes. Toma unas estampas de María Auxiliadora (las mismas que siempre repartía en todas partes) y escribe en ellas algunos pensamientos para que sean enviados, a sus salesianos, amigos y colaboradores de su obra:
• “Haced pronto muchas buenas obras, porque después, puede faltaros tiempo…”
• “Si hacemos el bien, obtendremos bienes en esta vida y premio en la eternidad”
• “El enemigo más grande de Dios es el pecado”
• “Oh María: sé la salvación del alma mía”
• “Nunca censuren las órdenes dadas en familia, ni desaprueben lo escuchado en las predicaciones.”
• “En las dificultades, encomiéndense siempre a María Auxiliadora”.
En su testamento, escribe: ”Os recomiendo que no lloréis mi muerte. Es una deuda que todos tenemos que pagar, pero después nos serán ampliamente recompensados todos nuestros sufrimientos soportados por amor a nuestro buen Maestro Jesús.
En lugar de llorar, haced firmes y eficaces propósitos para permanecer seguros en la vocación hasta muerte (…), Si me habéis amado en el pasado, continuad amándome en el futuro con la exacta observancia de nuestras Reglas. Vuestro primer Rector, ha muerto. Pero vuestro verdadero Superior, Jesucristo, nuestro guía y modelo no morirá jamás.
En su lecho de muerte, pide la bendición de María Auxiliadora, todos, los presente, uno a uno pasan a besarle la mano, que está sostenida por Don Miguel Rúa, Vicario General de la Congregación, en la Iglesia de María Auxiliadora de Turín las campanas tocan, anunciado que son las 4 de la mañana, mientras Don Bosco, con un poco de voz, dice a los presente, “Los espero en el paraíso…” mientras su alma alcanzaba ya las puertas del cielo.
Era el 31 de Enero de 1888.
Escrito por Por P. José Hernán Jarquín Jaime sdb
Vicaria Fija San Pedro Apóstol Paso Del Toro, Medellín, Colombia
Vicaria Fija San Pedro Apóstol Paso Del Toro, Medellín, Colombia
(fuente: diocesisdeveracruz.org)
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