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domingo, 14 de febrero de 2010

"Dichosos ustedes los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios"

Lectura del Santo Evangelio según San Lucas (Lc 6, 17. 20-26)

En aquel tiempo, Jesús descendió del monte con sus discípulos y sus apóstoles y se detuvo en un llano. Allí se encontraba mucha gente, que había venido tanto de Judea y de Jerusalén, como de la costa de Tiro y de Sidón.

Mirando entonces a sus discípulos, Jesús les dijo: "Dichosos ustedes los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios. Dichosos ustedes los que ahora tienen hambre, porque serán saciados. Dichosos ustedes los que lloran ahora, porque al fin reirán. Dichosos serán ustedes cuando los hombres los aborrezcan y los expulsen de entre ellos, y cuando los insulten y maldigan por causa del Hijo del hombre. Alégrense ese día y salten de gozo, porque su recompensa será grande en el cielo. Pues así trataron sus padres a los profetas.

Pero, ¡ay de ustedes, los ricos, porque ya tienen ahora su consuelo! ¡Ay de ustedes, los que se hartan ahora, porque después tendrán hambre! ¡Ay de ustedes, los que ríen ahora, porque llorarán de pena! ¡Ay de ustedes, cuando todo el mundo los alabe, porque de ese modo trataron sus padres a los falsos profetas!".

Palabra del Señor.
Gloria a ti Señor Jesús.

Este pasaje, muestra a Jesús dando un mensaje que, a primera vista, nos suena contradictorio: ¿cómo podemos considerar como "dichoso" a alguien que es pobre?, ¿qué certezas podemos tener de que el que hoy tiene hambre mañana será saciado y el que hoy llora mañana reirá?, ¿cómo puede ser bueno ser rechazado y hasta marginado por el solo hecho de ser testigo de Cristo?.

Todos pasamos por esta vida buscando ser felices.

Pero la búsqueda de la felicidad tiene innumerables caminos, no siempre buenos. El mundo, de ayer y de hoy, nos enseña que somos felices cuando obtenemos más y mejores bienes materiales (un cuerpo casi esculpido, ropa de marcas afamadas, teléfono celular de última generación, un lindo automóvil, una casa espectacular, etc.) más comfort que nos harán más populares y hasta admirados por la gente.

En ese sentido, las cosas no han cambiado mucho con el correr de la historia de la humanidad. Es por eso que, aún hoy, este discurso de Jesús nos puede desconcertar.

Pues bien, Dios conoce cómo funciona este mundo regido por egoísmos y materialismos. Yes poes oque debemos situar estas palabras de Nuestro Señor desde lo espiritual: la pobreza no es la material sino que es la de espíritu, es decir, ser pobre espiruitualmente es reconocerse limitado y necesitado de Dios. Por el contrario, ricos son aquellos que ya caen en la autosuficiencia y viven sin necesidad de Dios: son ricos de ego.

Sabemos bien que decirse cristiano en el mundo de hoy muchas veces no solo que no es comprendido sino que es hasta mal visto. No son pocos los grupos sociales que miran de reojo a una persona que intenta vivir según el Evangelio; entonces, seamos niños, adolescentes, jóvenes o adultos, sufrimos presiones sociales para callar a Jesús: si queremos ser aceptados, muchas veces debemos obrar como nos dice el mundo y no como nos enseñó Cristo y Nuestra Madre Iglesia.

Todos buscamos ser amados y aceptados. Pero eso mismo es lo que nos puede condicionar y hacernos perder la propia personalidad. Más fácil es la mediocridad. Más fácil (y mucho más aplaudido) es imitar a una estrella de rock o de televisión más que a Cristo. Más fácil es ser juguete de los demás. Más fácil es estar a las modas.

En muchas ocasiones de la vida cotidiana, hasta en los hechos más pequeños, ser cristianos es ir contra la corriente.

Dios nos ha creado para ser verdaderamente felices, tengámoslo por seguro... pero la felicidad total y perfecta no es en este mundo, sino en la Vida Eterna. No estamos solos en este arduo camino, nos congrega Nuestra Madre Iglesia y nos guía y sostiene el Espíritu Santo.

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