"Y después de decir esto, mientras ellos miraban, se elevó, y una nube lo ocultó a sus ojos"(Act). Se elevó alzando las manos y bendiciéndoles (Lc). Es el punto final de la vida de Jesús en la tierra. Se completa el ciclo del plan divino. Primero desciende, se hace hombre, y se abaja hasta el extremo en la cruz. Así toma al hombre en su miseria, se hace uno de nosotros en nuestra condición caída, y vence esta situación, pues paga el precio del rescate por el pecado. Vence a la muerte. Al tercer día recibe una vida nueva, una vida para no morir, una vida más divinizada, aunque plenamente humana. Y comienza una nueva humanidad. Ahora se eleva al cielo. Jesús vive junto al Padre también como hombre. La humanidad ha alcanzado en él el máximo progreso, la máxima perfección. Ya no se puede aspirar a más. Y como hombre está a la derecha del Padre, es decir rey y juez de toda la creación, cabeza de la nueva humanidad. Cabeza de la Iglesia que es el Cuerpo místico de Cristo, el Nuevo Pueblo de Dios peregrinante en la historia hasta la consumación. Se va, pero no abandona a los hombres, pues está presente de muchas maneras. Está en los sacramentos, está en la gracia que vivifica a los hombres.
"Cuando estaban mirando atentamente al cielo mientras Él se iba, se presentaron junto a ellos dos hombres con vestiduras blancas que dijeron: Hombres de Galilea, ¿qué hacéis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que de entre vosotros ha sido elevado al cielo, vendrá de igual manera que le habéis visto subir al cielo"(Act). Y les recuerdan que la plenitud de los tiempos que acaban de comenzar será superada por la segunda venida en gloria de Jesús al final de los tiempos.
(fuente: catholic.net)
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