Don Bosco vivió su manera de ser hijo de Dios bajo la clave del “amor”. Un amor filial a Dios manifestado en el amor y dedicación total a la juventud necesitada. Aquí está la raíz de su espiritualidad.
Él, desde niño, aprendió a ser cristiano según los modelos presentados en su infancia y en el ambiente familiar de su tiempo. Esa mirada continua hacia Dios como Padre va a ser una constante en toda su vida. Pasando los años irá tomando diversas formas de expresión, pero el amor inicial seguirá siendo el mismo.
Leyendo desde nuestra cultura la espiritualidad de Don Bosco podemos retener unos rasgos que destacan con más fuerza. Es lo que hoy en día se llama también “la espiritualidad juvenil salesiana”.
Destaca, ante todo, la referencia constante de una vida hacia la persona de JESUCRISTO, a quien se considera cercano. Por Él trabajó Don Bosco. Tiene muy presente que “Dios se hizo carne”,es decir asumió la condición humana para elevarla y mostrar a la humanidad unos nuevos valores. De aquí se deriva la “encarnación” de Don Bosco en las dificultades de los jóvenes que va conociendo. Con Jesucristo dialoga familiarmente pidiéndole: “da mihi animas caetera tolle” (dame las personas, llévate todo lo demás), y muestra a Jesucristo como RESUCITADO, capaz de vencer la misma muerte y capaz, por lo tanto, de vencer el mal y el pecado. Es un mensaje de esperanza y resurrección.
Esta presencia constante de Jesucristo la vive Don Bosco, de manera privilegiada, en la EUCARISTÍA y en el sacramento de la RECONCILIACIÓN. Estos sacramentos se viven dentro de la IGLESIA, ámbito en el que se desarrolla la acción de evangelización y creación de una nueva humanidad. La Eucaristía y la experiencia del perdón, a través de los sacramentos, Don Bosco los va a presentar como medio privilegiado, también, de “pedagogía” y de crecimiento y progreso del joven, llegando a proponer, porque él así lo creía, la meta de la santidad a jóvenes muy normales que desearan hacer esta experiencia.
Junto con estos fuertes valores espirituales Don Bosco ve en la VIRGEN MARÍA una verdadera madre en quien poder confiar. Lo hace siempre en referencia a Jesucristo. Cree que María llevará a buen término todas las obras iniciadas porque es Ella la primera interesada en salvar a la juventud.
A pesar de los grandes problemas y contratiempos que Don Bosco sufrió, fue capaz de vivir la espiritualidad cristiana con ALEGRÍA. Si no lo hubiera hecho así no hubiera sido capaz de convencer ni de acompañar a aquellos jóvenes en su maduración cristiana. Por eso, la espiritualidad salesiana mira a la vida con optimismo, aunque no ignora todo lo negativo que hay en ella. Don Bosco se fija, también, en el humanismo de San Francisco de Sales, que privilegia la bondad y la caridad constante en el modo de actuar en la vida.
Y, finalmente, estas claves de espiritualidad las vivió EN LA VIDA DIARIA, no sólo en las ocasiones de fiesta o en los días que le pudieran resultar más fáciles. Inculcaba a sus jóvenes que cumplieran con diligencia con sus deberes de estudio o de trabajo, que fueran responsables, alegres, que se divirtieran, que cantaran o participaran en los juegos del patio o en las excursiones bulliciosas que se organizaban: todo podía acercar a Dios.
Este es el mensaje y el compromiso que inició este gran hombre, educador y santo: Don Bosco. “Su sonrisa es un canto a la esperanza, la semilla se va haciendo realidad. Hoy, Don Bosco, estás entre nosotros, aquí, tu estrella siempre brillará”.
(fuente: www.salesianosbilbao.com)
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