Mientras compartía sus teorías con la gente y argumentaba sobre quien le podía probar que Dios existía, un anciano se acercó y le pidió una naranja, la cual con toda paciencia y, sin prisa alguna, se la comió entera, cuando finalizó preguntó al hombre ateo:
- ¿Señor podía usted decirnos a mí y a toda la gente del pueblo, como estaba la naranja que acabo de comerme, estaba dulce o estaba amarga?
El ateo se sonrió sarcásticamente y dijo:
- ¿Cómo pretende que yo le diga a usted cómo estaba la naranja que usted se comió si dulce o amarga, si no fui yo quien se la comió?
El anciano le respondió entonces:
- Pues verá usted, así mismo es Dios no se puede decir nada acerca de Él si no lo ha probado...
Buscadme ahora que es tiempo, dice el Señor
El que busca haya
El que toca se le abre
(fuente: www.motivaciones.org)
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