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martes, 8 de marzo de 2011

La mujer desde María Mujer

1. Mujer es un título en María

Jesús, nacido de mujer, dice san Pablo. Mujer, ahí tienes a tu hijo, dice Juan .

Mujer es un título que da realidad al ser humano de María. No se trata de ver en María el "eterno femenino" si es que esto existe, sino de ver una mujer en un tiempo determinado, en una sociedad determinada, actuando como una mujer de su tiempo en el que Dios se le hace presente, y una mujer con Dios, los hombres y mujeres.

María reacciona como mujer a las diversas situaciones por las que ha de pasar. No podemos ver en María a la adolescente de ojos azules y cabello rubios que quiere representar su concepción inmaculada, sino la joven semita que ha de hacer frente en su juventud a situaciones impensables por su complicación, teniendo junto a sí a su familia, a José. Es la mujer que envejece pronto como las mujeres de entonces en el cuidado y escucha de Jesús, en compañía de su esposo.



2. Mujer que eleva la condición de serlo.

La misión que Dios encomienda a María, dado el concepto de la mujer en la sociedad en que vive, excede todo lo que se podría esperar de una de ellas. No es sólo el ser madre de Dios, que, al fin y al cabo es un título cristológico, sino el estar comprometida, por elección de Dios, pero también por decisión de ella, en el proyecto de Jesús su hijo.

Es la nueva Eva: es el modelo de mujer que Dios proyectó y que Eva hizo fracasar. Eva estuvo en el comienzo de la creación, María en el comienzo de la re-creación. Eva fue hecha a partir de Adán, María daría carne a Jesús. Ser mujer es un título para María. Que María fuera mujer supone una elevación de la categoría de mujer. En María, en el hogar de Nazaret, aprendió Jesús el delicado trato, sorprendente para la sociedad de entonces, que tuvo con las mujeres, su elevada valoración de ellas y su profunda amistad.



3. María, doblemente madre

Solo se puede ser madre desde la condición femenina. Sólo Dios, que está por encima de las diferencias de género, puede ser hombre y mujer.

María es madre de Jesús y es madre de Juan. Juan hereda la relación fundamental de María con Jesús, la maternidad.

Por ser madre se atreve a instar a Jesús a que remedie la situación de los anfitriones en Caná, por ser madre está presente en el Calvario en el momento trágico y decisivo, de la muerte.

Como madre quedará para Juan y para el resto de los apóstoles tras la muerte de Cristo.

Como madre la verá luego el pueblo cristiano. Sobre todo el pueblo cristiano que por defecto de educación era incapaz de ver en su dios alguien con sentimientos maternales.

¿Qué titulo puede superar el de ser madre? Sólo el de ser discípula de Jesús. Pero ser discípula de Jesús es ser su madre, como el mismo Jesús dice. María acogió como madre a Juan y a los apóstoles desde esa doble maternidad, la biológica de Jesús, y la de discípula de él. Y esta última maternidad fue la que la constituye especialmente madre de todos nosotros.

Una de las reivindicaciones del feminismo es precisamente extender el ser de madre más allá de dar a luz y cuidar al niño; la mujer es madre porque es dadora de vida, porque se compromete con la vida entre tantos valores de muerte como nos rodean, porque es discípula del Dios de la vida.



4. Mujer y virgen

La virginidad en María no se define por la falta de relación sexual o por un nacimiento milagroso de su hijo, no consiste en una cuestión puramente fisiológica. ¡Qué mérito habría de más en María! Ser madre, como el resto de las madres, no quitaría nada a su plenitud de gracia. No caigamos en esa frecuente unión que se hace entre su concepción inmaculada y su virginidad. Ni nos dejemos arrastrar por esa representaciones María virgen como simple adolescente resignadamente virgen, pura, de mirada limpia, pero sin energía en su rostro.

Ser virgen María es ante todo un modo de decir que el fruto de su vientre es realmente algo que viene de Dios, no alguien que es concebido por la simple acción de las fuerzas humanas; el nacimiento virginal de Jesús hace referencia directa al mismo Jesús, no a su madre.

La virginidad en María, virginidad que se extiende antes y después del nacimiento de su hijo, manifiesta, no simplemente una carencia de relación sexual, o una virginidad ritual del tipo de las vestales, sino un modo de ser. Un modo de ser que hace alusión directa a su autonomía, a su relación inmediata con Dios, sin necesidad de definirse por su relación al varón ni siquiera para ser madre; es el símbolo de una mujer que en sí misma adquiere toda la dimensión de su ser: sólo mira inmediatamente a Dios, que por otra parte, es carne de su carne; y a través de Él a todos los hombres y mujeres. De Él recibe únicamente la vida que hay en su seno y a Él da cuenta de ella. Es esa virginidad la que le da libertad de espíritu, intrepidez, fuerza, que le permite abordar las situaciones por las que ha de pasar. En concreto es la virginidad la que manifiesta que es exclusivamente suya la decisión a cooperar libre y responsablemente a la aparición de la Gracia de Dios entre nosotros, su hijo y Señor, Jesús.

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