¿Dónde estás? Pero algunos no serían capaces de responderlo en profundidad. No valen respuetas tontas, como la localidad en la que vives, ni siquiera lo que haces. Aunque esto de lo que haces y a qué dedicas el tiempo, y cómo lo empleas, sea un buen comienzo. Cómo te encuentras, cómo estás, qué tienes, cuál es tu punto de partida, tu realidad, tus circunstancias. No tanto por analizar y analizar, que algunos se eternizan con esto. Para esta pregunta, con un papel en blanco, sin más, sería más que suficiente. Y comenzar a escribir en él cosas de un sitio a otro, sin mucho orden. Lo que salga, con tal de que sea algo sincero.
¿Qué mueve tu vida? La pregunta tiene un doble sentido: qué la mueve ahora en la vida, es decir, si te mueves por los vientos de otros o tienes un rumbo propio; y qué te hace considerar ahora y hoy que esta pregunta puede ser importante para ti, para tu vida, y para otros. ¿Se trata de algo, de una meta, de una inquietud, de una insatisfacción, de un conflicto, de una tensión, de un fracaso? ¿Se trata de buscar más, de querer lo mejor, de aspirar a algo grande, de saberte para una misión importante, de creer que puedes aportar mucho al mundo? Esta pregunta ahonda en los motores de la vida. No da lo mismo, como podrás entender, que la respuesta sea yo mismo, mis aspiraciones y metas, los conflictos de la vida, otras personas externas que me exigen, la rutina y lo común, los vientos de la sociedad en la que vivo, el amor, o Dios mismo. No se trata sólo de un análisis, sino de una pregunta de calado.
¿De qué dispones para el camino? En relación a la primera pregunta, cuál es tu punto de partida y qué reconoces a tu alrededor que te sirve para el viaje, y qué deberías dejar para poder navegar, o resultaría pesado e inútil portar contigo en el trayecto. Para no despistar, esta pregunta no trata sobre la utilidad de lo que tienes alrededor, sin más, sino sobre su bien, sobre la libertad o la esclavitud, sobre los anclajes y las velas y los remos. Toda pregunta al respecto tiene importancia. Tú mismo eres para el viaje algo más que algo útil, en ocasiones serás más bien lo contrario incluso, pero no puedes desprenderte de ti mismo, ni de tu historia. Tampoco las personas que hay a tu alrededor pueden ser usadas de este modo. Se trata de ver entonces de qué dispones para el camino. Las cosas, en verdad, como el tiempo, como las circunstancias, como las tareas, incluso los sentimientos y las ideas, sí merece la pena que sean usadas. Pero ni las personas, ni tú mismo, eres algo “útil”, ni reductible de ese modo, ni purificable de esa manera. Por lo tanto, ¿con qué partes para el camino? Algunas realidades estarán más a mano que otras, ya las podrás “tener” y disponer de ellas. Otras, quizá, te convenga introducirlas entre tus haberes. Y te llamo la atención sobre esta última cuestión, para no caer en mero análisis de tu momento actual. Esta pregunta puede iniciar ya un viaje en tu vida.
Por último, la pregunta razonable sería ¿a dónde quieres ir? Así, sin más. Sin embargo, me parece mucho más interesante que te puedas preguntar ¿qué te espera al final del viaje? O incluso, ¿quién te espera? Lo cual es mucho más interesante que valorar tus aspiraciones y contar con tus deseos, sin más. Plantearse esta pregunta como un encuentro final, y no como un simple logro en la vida, entre otros muchos, hace que encuentres en ella algo más que una motivación, o una buena intención. Se trata del final de tu viaje. ¿Qué haría de tu viaje un final feliz, completo, perfecto, último? Después de responder esto algunos tendrán que deshacer las maletas, y tomarse más en serio y con mayor agradecimiento, todo cuanto tienen en su vida. Otros, por el contrario, lo dejarán todo, y se harán peregrinos.
(fuente: mambre.wordpress.com)
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