Hoy se cumple un nuevo aniversario del Padre Aldo Pérez, el sacerdote salesiano quien fuera la principal herramienta de la que el mismo Dios se valió para dar forma al Movimiento Mallinista.
Nació en San Juan en 1929. Se recibió de Maestro normal y profesor de matemática. Se ordenó sacerdote en Córdoba en 1956.
Fue director de estudios del Seminario de Salta. Luego ejerció el ministerio y la docencia en el Instituto Miguel Rúa y en el Colegio Pío X de la ciudad de Córdoba, y en el Colegio Don Bosco de San Juan.
Tuve la dicha de conocerlo personalmente, de haber compartido largas conversaciones de tono personal, sobre Mallín y sobre diversos temas.
Aldo era una persona que casi siempre lucía serio, pero su semblante cambiaba cuando charlaba con adolescentes y jóvenes, en especial cuando lo hacía en tono personal. Su voz era un poco ronca pero a la vez un poco aguda y sus ojos celestes brillaban cada vez que hablaba directo al corazón. Era muy correcto en sus modales, muy respetuoso en el trato. Le apasionaba la fotografía, llevaba su cámara fotográfica para donde fuere y le gustaba retratar cada momento compartido, especialmente en los Mallines que él predicó a tantos puntos de la Argentina. Muchas de esas fotos las entregó al Archivo Nacional de Mallín y cualquiera de nosotros puede verlas cuando pase por la Ciudad de Córdoba.
Fue un gran sacerdote, con carácter firme y muy recto en su proceder. Cuando predicaba Mallines, era una tarea que la asumía con su gran amor por los adolescentes que le hacía que estuviera preparándose con varios meses de anticipación estudiando, leyendo, estando hasta en los más mínimos detalles de la logística. Se podría decir que era perfeccionista por amor a Dios y a los jóvenes y exigía el mismo compromiso a quienes trabajaban codo a codo con él.
Pero a la vez tenía un trato paternal con los jóvenes. Mantenía una fluida comunicación con muchos chicos y chicas a los que conoció personalmente en Mallín, a los cuales se interesaba personalmente como iban sus vidas y aconsejaba como padre, inclusive cuando dejaban de participar en el Movimiento Mallinista. Hoy en día muchos de ellos son personas adultas que pueden dar fe de esa gran paternidad de Aldo.
Recuerdo una linda anécdota cuando estuve acompañando al Padre Aldo en el Mallín Estilo -231-, que se vivió en Córdoba en el año 1996. Estaba Aldo por empezar a dar una charla y los chicos empezaron a hacerle preguntas de todo tipo sobre la vida misma y, de repente, un muchacho le preguntó: "Padre, ¿Ud. no se siente frustrado como hombre por no haber tenido nunca hijos?". Ante la frontalidad de la pregunta, todos nos quedamos callados tal vez suponiendo una incomodidad que se generaría en Aldo... pero, él sonrió ampliamente y con una gran dulzura respondió: "No, no me siento para nada frustrado porque más importante que 'tener hijos' es mucho mejor 'ser padre' y créanme muchachos que a través de mi sacerdocio he podido satisfacer mi vocación de padre siendo padre espiritual de tantos chicos y chicas... porque lo esencial es ser fecundo, es decir, dar vida, dar vida a los corazones de las personas y considero que, humildemente, puedo ser fecundo también desde mi sacerdocio... ¡ay de mí si no fuera fecundo!".
Me cuesta mucho ser objetivo para hablar del Gran Aldo porque tuve la gracia de ser su amigo, le amé mucho como a un padre y eso me quita subjetividad para hablar de él. Pero no importa. Bien vale la pena rescatar su figura y tener la seguridad de que él, desde la Gloria de Dios, nos está acompañando con sus oraciones intercediendo ante el Señor por todos y cada uno de los adolescentes y jóvenes.
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