Era docente en el Instituto Estrada, daba clases de catequesis. Todos la recuerdan como una chica alegre, siempre a la moda, una persona normal, con el deseo de seguir a Jesús totalitariamente.
En 1983, luego de dos años de noviazgo, se casó con Luís Buide. Cuentan que fue tanta gente a su casamiento que hubo que cortar el tránsito porque los amigos ocupaban toda la calle hasta la vereda opuesta.
A los seis meses de casada quedó embarazada y al poco tiempo siente unas molestias por una llaguita en la lengua, por la que los médicos de Punta Alta le recomendaron viera a un especialista en Buenos Aires. Allí, estando embarazada de cuatro meses le diagnosticaron cáncer en la lengua.
Los médicos consideraron realizar un “aborto terapéutico” para poder salvar la vida de Cecilia. Ella se niega rotundamente. Decidida a proteger la vida de su bebé y sabiendo que esto hará imposible llevar adelante los tratamientos necesarios, le da su Sí, con serenidad y claridad, a Dios.
Ella misma escribe: “... Hoy le pude decir a Jesús que sí. Que creo en su amor más allá de todo y que todo es Amor de Él. Que me entrego a Él.”
Y cuenta en una carta que escribió en esos momentos a unos matrimonios amigos:
“Fueron días de muchas consultas. Todo se complicaba debido a mi embarazo. Pero, a pesar de esto, dábamos cada paso con la certidumbre de que era algo que Jesús nos proponía y que, si estábamos permanentemente en su voluntad, encontraríamos su camino. Teníamos claro que era nuestro deber agotar todos los medios para encontrar el tratamiento en el cual nuestro bebé sufriera menor riesgo.
Al principio los médicos nos habían hablado de aborto terapéutico. Nosotros siempre nos negamos. Entonces los médicos trataban de evitar el caso por miedo al alto riesgo.”
Más adelante le propusieron practicar una operación bastante importante en la mandíbula, pero luego de la misma debería alimentarse durante tres meses por sonda y nadie podía asegurar que el bebé recibiera la alimentación suficiente. Cecilia se negó y entonces decidieron realizarle una intervención menor, a pesar de la cual el tumor siguió desarrollándose.
En julio del 84 nació María Agustina, a la cual recibió con muchísima alegría y a quién se brindó totalmente a pesar de su dolor.
Luego del nacimiento de Agustina le hicieron una intervención, pero el mal estaba tan avanzado que los médicos no pudieron hacer lo que tenían pensado. Quienes vieron a Cecilia luego de ese momento se asombraron porque a pesar de que esta operación había resultado un fracaso y ella lo sabía, estaba feliz, con mucha paz. Y ella se lo cuenta de este modo en una carta a Monseñor Mayer (Arzobispo de Bahía Blanca en ese entonces):
“Hace días atrás sentía de darle todo a Jesús pero con la voluntad y el pensamiento, no con el sentimiento, no podía de esta forma decirle SI, porque me invadía un gran temor que me lo impedía. El otro día en el quirófano estando sola antes de que me durmieran pude decirle sintiéndolo: Sí Jesús, te doy todo. Cuando desperté sentía una gran tranquilidad pese a que lo que me dijeron era bastante desalentador”.
A partir de allí, Cecilia, que desde el primer momento había “apuntado alto”, se puede decir que fue ascendiendo vertiginosamente por el camino que Dios le proponía.
El hecho de estar lejos de su ciudad por el tratamiento y también porque en el último tiempo ya no podía hablar, hizo que escribiera muchísimo y en esos escritos se descubre su relación profunda con Dios.
Su belleza natural y fresca había desaparecido a causa de su enfermedad. Pero su Amor y su entrega a Dios hacían que irradiara una belleza superior comentada por todos los que la conocieron. Ella escribió: “Señor quiero ser como Vos quieras que sea; tener la personalidad que desees, ser ante el que está a mi lado como Vos quieras que sea. Tener la belleza que Vos quieras que tenga.”
En una carta que escribe a sus alumnos de 5º año resalta como descubre en la experiencia que vive, detrás del dolor, el Amor de Dios.
“Ahora que se van quiero darles algo de lo que estoy viviendo. Muchas veces hemos hablado de que Dios es Amor. Ahora les puedo decir que es la experiencia más profunda que vivo. La situación es difícil, pero no saben lo que es abandonarse a El y decirle
Vos actuá. Esta es tu voluntad, manifestate como Tu lo quieras. El cubre todo, todo. Su amor se hace sentir, pero sentir de veras. Es como que el corazón estalla.
Parece una locura porque no se puede entender: sufrir el dolor físico y experimentar que más allá de ese gran dolor te invade una felicidad que no se te va.
Yo siento que en el dolor uno se desprende de todo y se queda con lo íntimo de uno mismo y en esta intimidad está Dios y El es Amor.
Entonces, si lo descubres y lo aceptas, El te invade, te toma.
Saben que el cáncer es una enfermedad mortal, Yo les puedo asegurar que para mí es algo que me da la vida, que me hizo ver, cómo es espléndido vivirla como Dios la va mostrando. Vieron cómo es Jesús, se sirve de caminos tan raros para llegar a uno…”
A Lía Brunet, en ese momento responsable del Movimiento de los Focolares en Argentina le escribía:
“Llamaron dos amigas para venir a verme, y al prinicpio dije que no, porque me sentía mal. Pero luego pensé: ¿quién soy yo para decir esto?. Mi cuerpo no es mío y lo que Jesús está obrando en mí es fruto de todos y para todos. Es importante para mí descubrir esto. Es una transformación.
El otro día le escribía a Luis contándole como veía que Dios ha trabajado nuestro matrimonio: yo, por ejemplo, que personalmente siempre me he cuidado mucho de ser linda para Luis, en estos últimos meses humanamente era haberme visto en la nada, despojada de todo, hasta lo veía como una degradación corporal al punto que me dolía que me viera así. Sin embargo esto nos permitió descubrir el amor más allá de las máscaras. Se ha purificado. Ahora siento por él y no por mí. Quiero estar en la luz, para ser lo que él necesite y así con todos.
Días atrás sentía como si fuera lo mismo vivir que morir, o sea, que da igual. Es más, hubo momentos en donde veía que morir era más fácil, más descansado. Pero sabes, lo que ahora le pido a Jesús es que me gustaría ser expresión de su gloria, me gustaría mostrar esta vida que nos ha permitido probar.”
El 1º de marzo de 1985, Cecilia falleció a la edad de 28 años. Sus restos descansan en Mariápolis Lía, en O´Higgins, Pcia. de Bs. As. (Ciudadela del Movimiento de los Focolares), por pedido de ella, para que aquellos que la fueran a ver, encontraran un lugar de alegría y esperanza y no de muerte y desolación.
El 10 de noviembre de 2005, la Santa Sede da el consentimiento para que se inicie la causa de beatificación y canonización de Cecilia Perrín y la declara Sierva de Dios.
Por último algunos pensamientos que escribió y entregó a su hermano pidiéndole que componga una canción:
Estuviste en mí desde siempre.
No te busqué. Tu viniste a mi encuentro.
Estuviste pero eras desapercibido en mi vida.
Te creía importante
pero vivía como si no lo fueras
y Tú que eres Amor te quedabas.
No te importó mi indiferencia,
no te importó que te cubriera;
no te importó que te cambiara el rostro
y Vos que sos el Amor Eterno,
quisiste que te amara para compartirte.
Irrumpiste en mí para que despertara…
qué fuerte despertar, te fuiste abriendo paso.
Ahora solamente tengo existencia en Tu ser.
Quiero vivir para darte gloria.
Que mi presencia sea un canto a Ti.
He demorado mucho en desprenderme del mundo
pero Tu me has acogido, me has permitido amarte,
en el dolor has penetrado en lo más hondo de mi alma.
Y ahora que he experimentado tenerte dentro mío,
todo mi ser te reclama.
Cada momento, cada dolor, cada alegría son tuyos.
Hay momentos en donde el pensamiento pareciera se volviera absurdo,
pareciera que la alegría sobrepasa la realidad.
La luz se hace grande y mi corazón rebosa de cantarte Gloria.
(fuente: http:www.facebook.com)
1 comentario:
qué gran ejemplo de vida! Cecilia...ruega por nosotros que todavía estamos en camino!Dios sea bendito!
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