En la guerra del corazón también es grande el deseo de pactar, de rendirnos. No es fácil luchar cada día contra la gula, contra un disfrute sexual deshonesto, contra la soberbia que nos hace buscar los aplausos de los demás.
Pero es extraña y triste la paz de quien se rinde. Es la paz del esclavo que deja su libertad. De quien prefiere pactar con ese alcohol que destruye familias. De quien cede a un pequeño robo…
Es una paz que engaña, porque la tentación no se conforma, siempre pide más, y más, y más.
Lo grande es decirle “no”, con firmeza, con audacia. Un “no” que nazca de un amor más grande: a mí mismo, a mi familia, a quien me quiere. Será un “no” que lleve a vivir, quizá, en una lucha constante contra las mil astucias de ese mal que todos llevamos dentro.
Es sana la tensión de quien lucha por algo grande y bello. De quien dice no a la falsa paz que se obtiene a través de rendiciones. De quien lucha para conquistar esa otra paz, más profunda, de quien quiere ser fiel, en cada instante, a Dios y a si mismo.
escrito por Fernando Pascual
(fuente: www.vivelasemanasanta.com)
No hay comentarios:
Publicar un comentario