“Si alguno come este pan vivirá eternamente; y el Pan que yo le daré es mi Carne para la vida del mundo” (Juan 6,51)
“Quien come mi Carne y bebe mi Sangre permanece en mí y yo en él” (Juan 6,56)
En el Cenáculo, aquel memorable Jueves Santo, instituye este maravilloso misterio de quedarse hecho pan; “Tomo pan, lo bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo: “Tomad y Comed esto es mi Cuerpo...”y tomando el cáliz: “Bebed todos de él pues esta es mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna que será derramada por todos para la remisión de los pecados” (Mateo, 26, 26-28)
Lo creemos porque el mismo Jesús lo dejó claro. Así lo dice un antiguo escritor cristiano, San Cirilo de Jerusalén: “Puesto que el mismo Cristo anunció y dijo del pan: esto es mi Cuerpo, ¿Quién se atreve a dudar?”. Y así lo han creído todos los fieles desde la época apostólica hasta nuestros días, como bien lo recoge el reciente Catecismo de la Iglesia Católica en el número 1374: “Jesucristo está verdadera, real y substancialmente con su Cuerpo, con su Sangre, con su Alma y con su Divinidad”
Alguien podría decir: nada veo en la Eucaristía, ni nada siento. Y, le podríamos responder: cuando el cielo está nublado, no veo el sol, ¿señal de que no existe? O, no siento que la tierra está girando, ¿señal de que está parada?
Pensemos cómo la gran mayoría de las cosas que sabemos es porque aceptamos lo que nos dicen nuestros maestros y nuestros padres: ¿quién ha visto un átomo, la fuerza gravitacional, Neptuno y Plutón?... ¿Quién ha sacado los cálculos de la casa donde vive? ¡Le hemos creído al señor que la hizo!, ¿Quién analiza los alimentos que tomamos? ¡Le hemos creído a la cocinera que los hizo con higiene! Le creemos a tantos humanos, y ¿vamos a dudar de las palabras de Jesús, que nos mostró con su vida, su palabra y sus milagros que es el verdadero Dios? ¿Se habrán equivocado millones de católicos durante 2000 años, muchos de ellos, santos y sabios?
La Eucaristía es un misterio de Amor que sólo parece imposible a aquel que no cree que Jesucristo es Dios, Creador y Señor omnipotente del universo.
LOS MODOS DE LA EUCARISTÍA
(Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 1356-1401)
Ø Como un Sacrificio porque hace presente el sacrificio de la Cruz, porque es su memorial y nos aplica su fruto. Es cuando le llamamos Santa Misa.
Ø Como Banquete sagrado de la Comunión en el Cuerpo del Señor.
Ø Como Presencia Eucarística de Cristo que se queda en el Sagrario, para permanecer a nuestro lado, para sostenernos, para guiarnos.
POR QUÉ PARTICIPAR EN LA SANTA MISA
Los hijos tenemos las mismas relaciones con Dios, nuestro Padre, como con nuestros padres de sangre:
Ø La primera es la relación del respeto con Amor. En el caso de nuestro Padre Dios, como además es nuestro creador es también de adoración.
Ø La segunda es de agradecimiento por todo lo que nos conceden y nos dan de una manera generosa y desinteresada.
Ø La tercera es la de pedirles perdón, cuando les hemos ofendido en algo.
Ø La cuarta es la de pedir, esta es la que hacemos con mayor frecuencia.
Pensemos por un momento la grandeza de Dios: observemos el cielo lleno de estrellas, y sintamos su grandeza infinita, al saber que somos una infinita parte del universo. ¿Qué tan perfecto será nuestro Padre Dios que pudo hacer todo esto con un orden maravilloso? Por otro lado sintamos nuestra pequeñez: somos uno entre 6 mil millones de personas, y si faltáramos, no pasaría gran cosa sobre la Tierra.
¿Cómo poder llegar hasta las alturas de mi Padre, para adorarlo, darle gracias, pedirle perdón o pedirle por tantas necesidades que tengo?
Acostumbramos usar el correo o el email cuando queremos mandar mensajes, ya sea de un país a otro, de una ciudad a otra. Esas escritos suelen llevar detalles de cariño, noticias, peticiones, encargos, etc. No basta escribirla para que llegue a su destino, si la carta se queda en un cajón o no pongo el “send” a un mensaje electrónico. ¡Ahí se queda sin que nadie la lea!.
Pues bien, el correo de ida y vuelta con nuestro Padre Dios, es la Santa Misa.
Cuando Jesucristo muere el viernes Santo, muere por todos los hombres de todos los tiempos. Va a ofrecer esa Pasión y esa muerte que le dimos los hombres, por nosotros.
Así podríamos decirle a nuestro Padre: Señor no valgo nada, yo quién soy para que me escuches y me concedas lo que te pido; pero mira, por los méritos de tu Hijo muerto en la Cruz, escúchanos.
Y para que esto no lo vivamos a distancia de miles de años, Jesús da a la Iglesia el poder de borrar 2000 años de historia, y de volver a hacer presente su sacrifico del Calvario, y así estar presentes en ese sacrificio, participando de sus frutos, principalmente del Espíritu Santo que brota de la Cruz, que nos hace hijos de Dios, y nos ayuda a comportarnos como tales.
Ahora, ¿Qué tiene que ver esto con el correo? Pues bien, nosotros que queremos adorar a Nuestro Padre, darle gracias, pedirle perdón y clamar por nuestras necesidades, sólo tenemos un camino: unirnos al único sacrificio, unirnos a Cristo en la Cruz, y no asistir a la Santa Misa, al menos los domingos, es como dejar la carta en el cajón, quedando estancadas con cosas que queríamos mandarle a Dios, y nos quedaríamos sin gozar de los muchos beneficios, que a través de la Santa Misa, nos hace partícipes nuestro Padre, rico en misericordia. Pues la Santa Misa es ese correo de ida y vuelta; a través de ella nos llegan todas las gracias.
¿Qué es la Santa Misa? Un diluvio de gracias que parte de la Cruz; un Gólgota siempre presente; es Cristo que se sacrifica incesantemente en medio de nosotros.
Pensando en la necesidad de tener como alimento la Palabra de Dios, y para que sus hijos se fortalezcan en el espíritu por medio de estas enseñanzas, la Iglesia ha establecido un ciclo de lecturas que dura tres años, en los cuales se lee casi la totalidad de la Biblia.
(fuente: www.encuentra.com)
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