Hasta luego, Señor, excúsame,
no tengo tiempo.
Volveré a pasar, no puedo esperar,
no tengo tiempo.
Termino esta carta porque
no tengo tiempo...
Me hubiera gustado ayudarlos pero
no tengo tiempo.
Imposible aceptar,
me falta tiempo.
No puedo reflexionar, no puedo leer,
me veo desbordado,
no tengo tiempo.
Me gustaría rezar,
pero no tengo tiempo.
(...)
Esta noche, Señor,
no te pido el tiempo de hacer esto,
y aquello y lo de más allá,
te pido solamente la gracia
de hacer bien, a conciencia,
lo que Tú quieres que haga
en el tiempo que tu me das.
Michel Quoist escribió este poema. El tiempo es un tema fascinante. Es un talento que todos poseemos y es el más limitado. Napoleón Bonaparte supo también de la importancia del tiempo cuando escribió: "Hay ladrones a los que no se castiga, pero que roban lo más preciado: el tiempo".
Todos decimos que "nos falta tiempo", pues el ritmo de la vida cotidiana se ha vuelto frenético. La Iglesia tiene una "buena noticia": Dios nos da su tiempo, dijo recientemente Benedicto XVI: ”Nosotros tenemos siempre poco tiempo, especialmente para el Señor, no sabemos o no queremos encontrarlo. En cambio, ¡Dios tiene tiempo para nosotros! (…).Nos da su tiempo porque ha entrado en la historia con su palabra y sus obras de salvación, para abrirla a la eternidad y hacerla historia de la alianza”.
Gabriela Mistral tiene también un poema sobre el tiempo:
Toma tu tiempo para dar, pues es demasiado corto el día para querer ser egoísta.
Toma tu tiempo para trabajar, pues es el precio del éxito.
Toma tu tiempo para la caridad, pues es la clave del cielo; y el cielo
empieza aquí en la tierra o no empieza nunca...
La vida nos ha sido dada para buscar a Dios. La muerte, para encontrarlo. La eternidad, para poseerlo. Si logro alcanzar eso, mi vida habrá sido digna de ser vivida, de otra forma la habré malgastado, la habré perdido (Alfonso Milagro).
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