Aquí te presento a mis Amigos
para que los bendigas, los cuides
y les enseñes a vivir.
Tú, que sabes lo que viven,
lo que les preocupa, lo que sienten,
lo que piensan, lo que anhelan,
lo que les falta y lo que desean.
Tú, que sabes cuando lloran,
cuando ríen, cuando están en la soledad.
Cuídalos, protégelos,
anímales a seguir adelante,
acompáñalos siempre.
A mí Señor ¡Enséñame!
A presentir lo que sienten dentro.
A estar disponible cuando más me necesiten.
A ser amable cuando más necesitan ser amados.
A verlos cuando necesitan ser vistos.
A oírlos cuando necesitan ser oídos.
A darles seguridad cuando necesitan seguridad.
A cuidarlos cuando necesita ser cuidados.
A acudir cuando necesitan de alguien.
A ayudarlos cuando necesitan ser ayudados.
A celebrar cuando necesitan celebrar.
A llorar cuando tengan necesidad de desahogarse.
A sentirme orgulloso de mis amigos.
A aprender muchas cosas de ellos.
Porque tú, Señor, fuiste el gran amigo incondicional
de Pedro, Mateo, Juan, Judas, Santiago,
María Magdalena, Pablo;
de muchos hombres y mujeres,
de muchos niños y jóvenes
que buscaban ser oídos y vistos;
que buscaban ser acogidos.
Enséñame, Señor, a ser un gran amigo como tú. "No hay mejor amigo que el que da su vida por ellos"... y Tú, Señor... la diste por mí. Porque tú, Señor, fuiste, eres y serás el gran Amigo incondicional.
(fuente: david-.espacioblog.com)
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