■ El deber de estado es la voluntad de Dios en el momento presente.
■ Algunos que no llevan ni su propia cruz ni la de otros se imaginan que su cruz es demasiado pesada. Otros llevan la cruz de todos los que están a su alrededor pero no soportan la propia. La dejan a quien la quiera llevar.
■ Tu santidad te vendrá de tu deber de estado. Por él santificarás a los otros y en él tú te santificarás.
■ Quien se santifica en su propio deber, verá la renovación de su alma, su familia y su universo.
■ No hay santos fuera del cumplimiento del propio deber de estado. Algunos; vistos de lejos, tienen apariencia de santidad. Pero sus milagros están fuera de lugar y de tiempo. Si te acercas a ellos no verás a su alrededor más que dificultades y desórdenes. Hacen insoportable la vida.
■ Los laicos piensan: “Los santos deben orar con fervor, predicar y retirarse del mundo”; así, se transforman en clérigos, en monjes de la antigüedad. Los religiosos, a su vez, dicen: “El santo se consagra al servicio de la sociedad, participa en las actividades políticas”. De esta manera rivalizan con los laicos en la inserción en el mundo. ¡Y es así como llega el reino de la confusión!
■ Si el mundo no se renueva es porque se ha separado la santidad del deber de estado.
■ Los obreros se santifican en las fábricas, el soldado en el ejército, e[ enfermo en el hospital,.el alumno en la escuela, el campesino en el arrozal, el sacerdote en. su tarea pastoral, el funcionario en su oficina. Cada paso adelante es un paso más en el sacrificio al servicio del deber de estado.
■ Ni la profecía ni el milagro hacen a los santos. Éstos no hacen nada extraordinario, se contentan con cumplir su deber.
■ Cuando estés realizando tu tarea de este momento no aceptes nada que se parezca a la pasividad, más bien, renuévate sin cesar:
Elige a favor o en contra del Señor,
Busca el Reino de Dios,
Cree en el amor infinito del Señor
Vive el amor a Dios y a los demás,
Y todo esto en el momento presente.
■ El deber de estado es un “pase” para el Reino. “El que cumple la voluntad de ml Padre que esta en los cielos, ese entrara en el Reino”.
■ ¿Aceptar la voluntad de Dios? ¿Someterse a ella? ¿Quererla? ¿En cuál categoría te ubicas?
■ Cuando el Señor desea que seas humillado por tu deber de estado, te invita a participar de la gloria de su cruz.
■ Respóndele: “Señor, en mi deber está mi calvario; yo soy la víctima inmolada”.
■ Para llegar a ser santo basta realizar la tarea que pide el momento presente. Este es un descubrimiento, una revelación que dará paz y gozo a tu alma.
■ ¡También la muerte! Es la última tarea que tendrás que cumplir con disponibilidad y amor.
■ Avanza cada día en el cumplimiento de tu deber y te darás cuenta de que “el yugo del Señor es suave y su carga ligera” (Mt 11,30).
■ Tu alma está atormentada e inquieta porque discutes, porque pones condiciones, porque no sigues la voluntad de Dios o la sigues sólo hasta cierto punto.
■ Si no estás estrechamente unido a esta voluntad a cada momento, no terminarás tu viaje en el camino de la esperanza; porque tu tarea te parecerá mediocre, insignificante y monótona.
■ ¡Qué cosa tan simple! El Señor pide ante todo acción: “¿Qué quieres que yo haga?”. Y realiza su voluntad.
■ “Señor, ¿quieres lluvia? También yo la quiero. ¿Quieres que haya sol? Yo también. ¿La dicha? Yo también. ¿El dolor? Yo también. Tú y yo compartimos la misma voluntad”. Este es el secreto de la felicidad.
■ Tenemos la dicha de poder participar, en nuestra vida diaria, del misterio de la Redención del Señor. Para cada uno de nosotros el camino del deber de estado es también el de la cruz.
escrito por Card. Fco. Xavier Nguyen Van Thuan
(fuente: www.materunitatis.org)
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