Gran conmoción y polémicas provocó ayer en Italia la muerte de un bebe de 22 semanas que había logrado sobrevivir al aborto terapéutico al que se había sometido su madre luego de que los médicos le diagnosticaran una malformación que resultó inexistente.
La terrible historia sucedió en Florencia. Allí, en el hospital de Careggi, el viernes último llegó al mundo un niño de apenas 500 gramos, que en teoría no debía haber nacido. Su madre -una persona destrozada, cuya identidad no ha trascendido- había tomado la decisión de someterse a un aborto terapéutico después de que los médicos le indicaron que el bebe en gestación sufría muy probablemente de atresia de esófago, una malformación congénita que se da en 1 de 3500 chicos y que consiste en la falta de continuidad del tubo digestivo.
A partir de la undécima semana de gestación, en cuatro ecografías no se había podido ver el estómago del bebe, algo que también puede suceder en niños sanos en 1 caso sobre 100, como fatalmente resultó en el caso de esta madre.
Pese a que también se le había recomendado realizar una resonancia magnética para corroborar el diagnóstico, la mujer, amparada por la ley 194, que en Italia permite el aborto, decidió interrumpir su embarazo con una intervención quirúrgica.
La ley italiana sobre interrupción voluntaria del embarazo, que se remonta a 1978, permite abortar de manera libre hasta los primeros 90 días de embarazo. Más adelante, sólo cuando hay un grave peligro para la vida de la mujer o cuando se identifican procesos patológicos, como relevantes anomalías o malformaciones del bebe, que puedan resultar un grave peligro para la salud física o psíquica de la mujer. La legislación también dice que cuando existe la posibilidad de vida autónoma de un feto y la vida de la madre no corra peligro, el médico que esté practicando la interrupción debe "adoptar todas la medidas necesarias para salvaguardar la vida del feto". Y eso es justamente lo que sucedió el viernes en el hospital de Careggi.
La intervención ya había concluido cuando los médicos comprobaron que el bebe estaba vivo y que su corazón seguía latiendo. El cirujano llamó entonces a un pediatra de la unidad de terapia intensiva que reanimó al pequeño y comprobó horrorizado cómo el niño, que pesaba tan sólo medio kilo, no tenía ninguna malformación. Se trataba de un bebe perfectamente normal de casi cinco meses de gestación que, en condiciones gravísimas debido a una hemorragia cerebral, fue trasladado de urgencia al hospital pediátrico Meyer. Allí, luego de varios días entre la vida y la muerte, murió en la madrugada de ayer.
"Veintidós semanas son poquísimas", y el niño no sólo era "prematuro, sino también inmaduro, y por lo tanto inestable", había advertido Paolo Morillo, director del departamento materno-infantil de la clínica Meyer, al adelantar anteayer que eran muy pocas las posibilidades de sobrevida del bebe.
La muerte del niño, pero antes aún, el diagnóstico errado sobre una sospecha de malformación que no resultó tal provocaron otro escándalo en el sistema sanitario italiano y en el hospital florentino. Este nosocomio, de hecho, ya había estado en el centro de la polémica hace dos semanas, cuando allí les fueron trasplantados a tres pacientes los órganos de una mujer infectada por el virus del sida, otro error espeluznante.
Una comisión mixta de los hospitales Careggi, Meyer y de la Sanidad Local no convenció a nadie cuando concluyó que "no hubo error alguno ni en la información ecográfica ni en la comunicación a la pareja, sino que sólo se habían respetado la ley 194 y la libre voluntad de una mujer". Como no podía ser de otra manera, el episodio reabrió en Italia un fuerte debate sobre la ley que permite el aborto, sobre los errores de diagnóstico y los límites de la medicina. Al dar la noticia de la muerte del niño -que tuvo gran repercusión en todos los noticieros de radio y televisión, donde no se hizo otra cosa que hablar del tema-, el Osservatore Romano, el diario de la Santa Sede (que sale por las tardes), tituló ayer que "prevaleció el «no» a la vida".
"Murió el pequeño de 22 semanas, nacido después de un intento de aborto -escribió el periódico del Vaticano-. (...) Prevaleció el egoísmo de quien ha cerrado las puertas, de quien ha cerrado sus brazos en lugar de abrirlos con una sonrisa". .
escrito por Elisabetta Piqué - Corresponsal en Italia
"No es una malformación incompatible con la vida"
Los especialistas consultados coinciden.
"Es un error médico." Los especialistas consultados por LA NACION coinciden en que no había motivos para provocar un aborto terapéutico en el caso del bebe de 22 semanas de gestación que murió ayer en una clínica de Florencia, Italia. Es más: ni siquiera hubiera habido motivos para interrumpir el embarazo aun cuando el errado diagnóstico de atresia de esófago hubiese sido correcto.
"Más del 90% de los casos de atresia de esófago que son tratados quirúrgicamente tienen una resolución perfecta", dijo el doctor Aldo Vizcaíno, jefe del Departamento de Cirugía del hospital Gutiérrez y jefe también de cirugía infantil del Cemic.
"A diferencia de diagnósticos como el de anencefalia o el de agenesia renal, el de atresia de esófago no es incompatible con la vida. Muy por el contrario, los chicos que nacen y son operados pueden llevar una vida normal", coincidió el doctor Mario Sebastiani, presidente de la Asociación Argentina de Ginecología Psicosomática e integrante del Comité de Bioética del Hospital Italiano.
La atresia de esófago es una malformación congénita que consiste en una falta de continuidad en el tubo digestivo. "El esófago, que es el tubo que conecta la faringe con el estómago, está cortado, le faltan entre uno y dos centímetros", explicó el doctor Vizcaíno. Su corrección, quirúrgica, es la unión de los extremos.
"Lo que se trata en todos los casos es que el embarazo llegue a término, para que el bebe esté lo más desarrollado posible para enfrentar la cirugía. Mientras tanto, el bebe sigue desarrollándose normalmente -agregó el doctor Sebastiani-. Ni siquiera desde el marco más liberal que se pueda pensar esta situación, a las 22 semanas de gestación, es compatible con un aborto", opinó el especialista.
"Quieren chicos perfectos"
¿Qué decir entonces cuando la decisión tomada, errónea, se basa incluso en un diagnóstico que también es erróneo?
"Uno sospecha que puede haber una atresia de esófago cuando la ecografía muestra una imagen de doble burbuja en el estómago, donde normalmente se observa una burbuja negra -explicó el doctor Sebastiani-. Pero eso no basta. Hay que buscar otros indicios, como la presencia aumentada de líquido amniótico, que se asocia con la atresia de esófago."
"El problema de los métodos diagnósticos es que deben ser utilizados por gente capacitada -advirtió el doctor Vizcaíno-. En un modelo de atención médica en que se depende tanto de la tecnología, hay que saber manejarla. No basta con tener grandes aparatos, hace falta gente capacitada que los maneje."
Para Vizcaíno, esta suma de errores se da en el marco de una cultura que facilita el aborto terapéutico. "En la actualidad -dijo-, en Europa casi no nacen bebes con malformaciones, porque cuando éstas se diagnostican se aborta."
escrito por Sebastián A. Ríos
publicado por Diario La Nación en Marzo de 2007
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