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sábado, 26 de diciembre de 2015

Vivió años en un auto y en una plaza, pero logró terminar la primaria

Un chico que no bajó los brazos. Lucas Cesio luchó contra todo y lo logró.

Cuando la directora de la escuela 5 Enrique de Vedia, de Villa Urquiza, le dio el diploma, su mamá rompió en llanto.

Cuando la directora de la escuela lo llamó para entregarle el diploma, su mamá rompió en llanto. Tuvo que pedir que le presten papelitos descartables porque su pañuelo ya estaba empapado. Delante de ella pasaba su hijo, su orgullo, Lucas, que a paso firme iba en busca de su diploma que indicaba que había terminado la primaria. Pero la historia de este chico de 12 años no es como la de cualquiera, está basada en el valor y el esfuerzo: de los siete años que dura esa etapa escolar, seis los vivió en la calle.

De los miles y miles de nenes que todos los días se ponen su guardapolvo blanco y preparan la mochila para ir a la escuela, existe uno que luchó contra todo. A pesar de no tener una casa, con una mesa y silla para poder estudiar, Lucas Cesio derribó cada uno de los obstáculos que se le pusieron en su camino y hoy con sólo 12 años es un ejemplo de esfuerzo.

Cuando Lucas tenía cinco años, él, su mamá y sus dos hermanos quedaron en la calle por un problema económico. A partir de ahí todo empeoró, la madre, Marisa de 34 años, no tenía trabajo y no podía alimentar como quería a sus hijos, pero había sólo una cosa que para ella era primordial: la educación. No podía permitir que ninguno de sus hijos dejara de estudiar.

Los primeros años las noches las pasaban en la Plaza Éxodo Jujeño, en el barrio de Villa Urquiza, a pocas cuadras de la escuela Número 5 “Enrique de Vedia”, donde estudiaba. Todas las mañanas era lo mismo: primero iban hasta una estación de servicio donde les prestaban el baño para que se higienizaran, luego empezaban a caminar y recorrían panaderías, heladerías o pizzerías en las que les daban algo para comer, si es que había: “Con mi familia no pedíamos plata, lo único que queríamos era lo que les sobrara para poder comer. Si nos querían dar dinero les decíamos que no, que preferíamos una empanada”.

A veces el día no era el mejor y Lucas tenía que ir al colegio con el estómago vacío, pero siempre llegaba con la tarea terminada. La hacía abajo de un tubo de luz sentado en el cantero de un árbol u oculto bajo el techo de alguna casa los días de lluvia. No podía consultar las respuestas en Internet y su “Google” era lo que anotaba en clase o lo que su madre recordaba.

Una noche en el que el cielo de Buenos Aires se pintó de gris y una tormenta feroz cayó sobre la ciudad, un vecino solidario se acercó a ellos y les dio las llaves de su auto, un Peugeot 505 color champagne, para que se portejan del agua y el frío: “Dormíamos como podíamos, me acuerdo que a veces me tenía que bajar del coche en la noche para estirar las piernas porque se me dormían y me dolían. Pero estar en el auto era mejor que en la calle porque ahí tenía miedo de que alguien nos robara o me raptaran”.

Su cama durante cuatro años fue un espacio del asiento trasero del auto, casi que había olvidado cómo era dormir acostado. “Una vez nos mandaron a un parador que tiene la Ciudad para los que viven en la calle, pero fue horrible. Nos miraban mal y nos gritaban. Esa noche la miré a mi mamá y le dije que no quería venir nunca más y que prefería estar en el coche”.

Mientras tanto en la escuela todos conocían de su situación y eran los mismos compañeros quienes a veces lo invitaban a comer a la casa o le llevaban ropa, pero no había diferencias a la hora de los exámenes o entrega de trabajos prácticos: “Lo único que admito es que de vez en cuando me sentaba en el último banco y me quedaba dormido, yo no quería pero estaba muy cansado”.

A principios de este año Marisa consiguió que le dieran una casilla en Florencio Varela, pero el chico quería terminar el colegio con sus mismos compañeros, asique para llegar tenía que tomarse un tren, dos colectivos y el subte. Todos los días se levantaba a las 4 de la mañana para poder entrar en horario a la escuela, donde lo recibían con un café con leche y galletitas. “Las quiero mucho a mis maestras porque son como mi mamá, me cuidan y me escuchan. Gracias a ellas yo aprendí todo, aunque ahora en el secundario tengo que mejorar con matemática porque es lo que más me cuesta”.

Sabe que esta nueva etapa no será fácil, como tampoco lo fue antes, pero asegura que nunca bajará los brazos: “Me gusta estudiar, lo disfruto y aprendo. Es importante para poder ser alguien en la vida. A los chicos que no estudian les diría que sí lo hagan porque es una de las cosas más importantes que tenemos y con la que podemos cumplir nuestros sueños”.


Aluvión solidario por el chico que vivió en un auto pero logró terminar la primaria

La historia, publicada hoy por Clarín, causó conmoción

Los e-mails y llamados a la redacción de Clarín se multiplicaron: lectores del país y el exterior querían saber cómo ayudar a Lucas Cesio. Una empresa multinacional ofreció trabajo para su madre y cubrir los gastos de los estudios del chico.

La historia de Lucas Cesio, el chico de 12 años que vivió la mitad de su vida en la calle y aún así pudo terminar la primaria, caló hondo en muchos argentinos que, movilizados por el valor y el esfuerzo del chico, se comunicaron con Clarín para ayudarlo.

Desde una mujer que vive en Alemania y que quisiera aportar parte de su sueldo para comparle útiles escolares, hasta una empresa multinacional que pidió el contacto de la madre para poder darle un trabajo en blanco y digno para ella y una beca para que Lucas continúe sus estudios en el colegio que quiera.

En la Web de Clarín la nota fue buena parte de esta mañana la más leída, con más de 300 comentarios. La historia fue, además, compartida unas 20 mil veces en las redes sociales. En Twitter los usuarios destacaban la garra con la que el chico siguió yendo al colegio a pesar de todo.

Por e-mail fueron decenas y decenas los lectores que se comunicaron con la redacción de este diario para saber de qué manera podían ayudar. Otros agradecían poder conocer este tipo de historias: “Soy mamá de dos chiquitos, una nena y un nene, soy empleada y vivo en Quilmes, una trabajadora más, y estoy profundamente conmovida con ese nene y esa mamá. Ejemplos admirables. Orgullo. Cuando una lee estas noticias confirma que no todo está perdido y que el futuro es posible”, escribió Natacha.

Las enfermeras del Hospital Italiano comenzaron a juntar ropa para Lucas y sus hermanos. Un Juez se comprometió a hacerse cargo en parte de los estudios del joven hasta que termine el secundario. Además, una ama de casa propuso crear un grupo de Facebook y así poder agrupar todas las donaciones.

Además, a partir de la nota de Clarín, Lucas fue invitado a participar de programas de televisión y fue entrevistados por las principales radios.

En todo el territorio argentino son miles las historias de superación. La vida de Lucas ya no será igual.


Las enseñanzas que me dejó Lucas, el chico de la calle que logró terminar la primaria

Historia de vida

El periodista de Clarín que escribió la conmovedora historia cuenta sus sensaciones luego de entrevistar al joven de 12 años. "Mientras él hablaba, yo pensaba que esa charla valía más que una sesión de psicólogo", dice.

Cuando conocí a Lucas lo primero que vi en su rostro fue una sonrisa. Durante más de una hora y media en la que hablé con él me olvidé si el dólar estaba a 14 pesos, si la autopista Riccheri seguía cortada, si Moria Casán se quedaría por mucho tiempo más presa en Paraguay o si Pampita volvió a subir alguna foto sobre el escándalo de su matrimonio. No importaba nada, era su historia y mi anotador.

Mientras él contaba que vivió en la calle, en una plaza, en un auto; que tenía que bañarse en una estación de servicio o que salía a pedir comida a los locales de la zona para no entrar al colegio con el estómago vacío, yo pensaba que esa charla con un chico de 12 años valía más que una sesión con el psicólogo. A veces, una revelación puede venir por el lugar menos pensado. A veces, la sabiduría está encarnada donde no lo imaginamos. Durante 90 minutos –lo que dura un partido de fútbol- me llevé anotadas cuatro enseñanzas que, lejos de pretenderlo, quizás puedan servir como manual de vida o como una serie de pequeños gestos para hacer del mundo un lugar mejor:

Positividad. Lucas no tenía nada, ni una casa, ni una silla, ni una mesa. Así y todo sonreía, estaba feliz, había terminado la primaria y su mamá lo aplaudía desde la primera fila del humilde patio de la Escuela "Enrique de Vedia", en Villa Urquiza. Para él lo mejor está por venir: "Hay que verle el lado bueno", dijo y miró a su madre que lo abrazó. Juntos lo pueden todo.

Por favor y gracias. Cuando llevábamos 15 minutos de entrevista, Lucas me dijo que esas dos palabras son las que la mamá le enseñó para que use siempre, que eran mágicas y que le abrirían todas las puertas. "Siempre hay que agradecer y pedir por favor. Me di cuenta que hay que ser amable con la gente, porque cuando sos bueno, son buenos con vos".

Valorar lo que se tiene. Cuando el chico de sólo 12 años que tenía frente a mí dijo que había que valorar lo que cada uno tiene, me quedé sorprendido. Pensaba que él no tenía nada, pero estaba confundido: "Mis amigos, mis hermanos, mi mamá y mis maestras me enseñan todos los días que no hay que quejarse siempre". Recordé entonces lo valioso de un baño caliente, o de un plato de sopa en invierno. De un ventilador en verano o de un techo cuando llueve.

Amar. La forma en la que miraba a su mamá, en la que le agradecía por todo. En las ganas y el esfuerzo con que afrontaba sus días. En sus gestos y sus palabras daba muestra de que el amor es el combustible infaltable para, aunque sea por momentos, poder ser feliz.

escrito por Mariano Gavira
(fuente: clarin.com)

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