Después, mirando al cielo, suspiró y le dijo: "¡Effetá!" (que quiere decir “¡Ábrete!"). Al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y empezó a hablar sin dificultad. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero cuanto más se lo mandaba, ellos con más insistencia lo proclamaban; y todos estaban asombrados y decían: "¡Qué bien lo hace todo! Hace oír a los sordos y hablar a los mudos".
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
Este es otro episodio en donde vemos a Jesús sensible para con el padecimiento humano. En este caso particuplar, se trata de una persona sorda y tartamuda que recurre a Nuestro Señor para ser sanada de sus limitaciones físicas.
El Mesías lo lleva aparte, eleva su mirada al Cielo para unirse a Dios Padre y se pone manos a la obra. Jesús realizó signos visibles para destrabar a esa persona y permitir que pueda oír y hablar perfectamente, pero lo más importante es que manifestó claramente su divinidad ante un pecador. la sanación de Jesús no llega hasta la dolencia física sino que penetra hasta lo más profundo del ser humano, llegando hasta la dimensión espiritual.
Muchos de nosotros podemos padecer de ciertos sufrimientos y limitaciones físicas. Está en nosotros recurrir a Dios mismo para que, si es para nuestra salvación espiritual, seamos sanados. Generalmente, es mucho más impactante una sanación física pero, en realidad, la que más cuenta es la espiritual ya que de ella depende la salvación de nuestra alma.
Tal vez sin que lo percibamos claramente, cualquiera de nosotros puede estar padeciendo enfermedades espirituales graves como vicios, malos hábitos, prácticas paranormales que no hacen más que esclavizar el alma a las fuerzas de la oscuridad; animémosnos a pedir socorro a Jesús y ser sanados también en esos ámbitos. En definitiva, es ahí en donde stá la verdadera libertad de los hijos de Dios.
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