Llegaron a Cafarnaún, y una vez en casa, les preguntó: "¿De qué discutían por el camino?" Pero ellos se quedaron callados, porque en el camino habían discutido sobre quién de ellos era el más importante. Entonces Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: "Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos". Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: "El que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a Mí me recibe. Y el que me reciba a Mí, no me recibe a Mí, sino a Aquel que me ha enviado".
Palabra del Señor.
Gloria a ti Señor Jesús.
Gloria a ti Señor Jesús.
En este pasaje del Evangelio, Jesús vuelve a anunciar a sus apóstoles lo que le pasará poco tiempo después: su Pasión, Muerte y Resurrección. Por más que lo siguen a sol y sombra, sus discípulos siguen sin darse una idea de lo que acontecería posteriormente.
Actos seguido, Jesús sorprende a sus amigos discutiendo entre ellos sobre quien es el más importante a la hora de seguir a Dios. Parece que aquellos hombres veían a Jesús solo como un líder político y no como en realidad: el Mesías prometido desde la caída de Adán y Eva, que venía restaurar la relación de la humanidad entera con Dios que estaba herida por el pecado.
Nuestro Señor vuelve a desafiar su modo de ver la vida cuando les dice que "si alguno quiere ser el primero, tiene que hacerse el último de todos y servidor de todos". Muy probablemente, como cualquiera de nosotros, aquellos hombres quedaron desconcertados porque la forma de pensar del Maestro no es la que tiene cualquier mortal: ¿cómo puede ser que alguien que desee ser "el primero" deba "humillarse" a ser el último? ¿no será acaso denigrarse?
No. En un mundo en donde todos buscamos mejoras en el status social, todos queremos ganar más dinero, todos queremos comfort, todos queremos gozar sin sufrir, la invitación de Jesús es ponerse al servicio de los demás, estar totalmente dispuestos a ser alimento para los demás.
Cuando los apóstoles no se reponían de aquel novedoso razonamiento de Jesús, Él habla de los niños. Es tan infinito su amor por los pequeños que Cristo se compenetra al punto de afirmar que recibir a cualquiera de ellos es como recibirlo a Él mismo.
Todos los seres humanos hemos sido niños alguna vez. Todos hemos tenido en algún momento de nuestras vidas la capacidad de asombrarnos con las pequeñitas cosas de cada día que nos toca vivir, de no tener muy demarcada la diferencia entre realidad y fantasía, de creer que todas las personas son buenas, de no tener prejuicios, de no tener noción del dinero, de no caer en la obsesión de tener más y más poder, de no saber de guerras y de avaricias, de no saber de asesinatos y robos. En otras palabras, todo es fruto de la inocencia con la que absolutamente todos llegamos a este mundo... y por esas cosas de la vida, el mundo se empeña en malograr esa inocencia que hemos recibido de nuestro Creador.
Para Dios los niños son muy importantes.
Sería bueno que meditemos acerca de nstro comportamiento para con los niños con los que tratamos siempre, preguntarnos hasta qué punto los recibimos como si recibiéramos a Dios mismo. Como así también recordar que todos hemos sido alguna vez niños y es lo que nos debería hacer más amorosos con los que hoy lo son.
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