Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén para las festividades de la Pascua. Cuando el Niño cumplió doce años, fueron a la fiesta, según la costumbre. Pasados aquellos días se volvieron, pero el Niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que sus padres lo supieran. Creyendo que iba en la caravana, hicieron un día de camino; entonces lo buscaron, y al no encontrarlo, regresaron a Jerusalén en su busca.
Al tercer día lo encontraron en el templo, sentado en medio de los doctores, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que lo oían se admiraban de su inteligencia y de sus respuestas. Al verlo, sus padres se quedaron atónitos y su madre le dijo: "Hijo mío, ¿por qué te has portado así con nosotros? Tu padre y yo te hemos estado buscando, llenos de angustia". Él les respondió: "¿Por qué me andaban buscando? ¿No sabían que debo ocuparme en las cosas de mi Padre?".
Ellos no entendieron la respuesta que les dio. Entonces volvió con ellos a Nazaret y siguió sujeto a su autoridad. Su Madre conservaba en su corazón todas aquellas cosas. Jesús iba creciendo en saber, en estatura y en el favor de Dios y de los hombres.
Palabra de Dios.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Este es uno de los pasajes más famosos de la vida de Jesús. Allí leemos a Jesús siendo aún un niño como manifiesta su vocación y misión, el para qué vino a este mundo: desde su más tierna edad, Jesús ya empieza a anunciar la Buena Nueva.
Notemos un detalle que no debe pasar desapercibido: San Lucas nos cuenta que los padres de Jesús solían ir a Jerusalén para las fiestas de las Pascuas. José y María, los padres que Dios había elegido para su Hijo, eran personas de fe, personas piadosas. Esa religiosidad de José y María era el sostén espiritual de esa Sagrada Familia.
Jesús se quedó con los Maestros de la Ley hablando sobre las Sagradas Escrituras, mientras sus padres regresaban a su hogar. A pesar de que María lo reprendió (con firmeza pero con amor), el Niño Jesús se mostró humilde y dócil a la autoridad de sus padres. Ya tendría tiempo más tarde: en su adultez, con treinta años, saldría definitivamente a anunciar el Reino de los Cielos y a manifestarse como el Dios Hijo.
Jesús crecía en el seno de esa familia santa. Qué importante es que los padres de las familias sitúen a Dios en el centro de sus vidas, ya que eso asegura que sus hijos sean también personas de fe: no de una fe teórica, sino de una fe concreta y traducida en hechos cotidianos.
Como en otras cosas referidas a la educación, la fe de los hijos depende en gran medida del ejemplo que le dan sus padres: si los padres son personas de oración y de frecuentar los sacramentos y lo comparten con sus hijos, es muy probable que ellos sean personas dóciles a los designios de Dios.
Son muchas las familias en las que la fe no se comparte. Podemos encontrar familias en las que todos sus miembros dicen creer en Dios y hasta afirman que rezan regularmente... pero, ¿la fe se comparte?, ¿hay momentos de oración en común entre los familiares?, ¿la familia participa de la Misa?, ¿se lee la Biblia en familia?.
Estamos próximos a la finalización de otro año. Es una buena oportunidad para que los padres e hijos evaluemos cómo anduvo en este año la fe en la familia. Qué estuvo bien, qué no anduvo bien y qué se puede hacer concretamente de cara al año que viene.
La oración en familia es un alimento fundamental para la familia. Orar en familia es un reaseguro para los tiempos de tormentas de todo tipo (todas las familias las tienen, al fin y al cabo). Cuando papá y mamá contrajeron matrimonio en la Iglesia, Dios mismo se comprometió con ellos: Él es el garante de la familia que se fundó en ese momento... claro que depende de la familia que en el día a día la familia no solo subsista sino que sea un espacio de crecimiento y de salvación en Dios y con Dios. ¡Ánimos!
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