Las fuentes apenas dicen algo de sus primeros años. Nacido de padres cristianos, recibe, además de la formación clásica, la teológica. En su juventud se relaciona algún tiempo con S. Antonio Abad, patriarca de los anacoretas.
Su obispo Alejandro de Alejandría lo ordena diácono (a. 319) y como tal le acompaña al concilio de Nicea (a. 325; v.). A la muerte de Alejandro, ocurrida el 17 abril 328, le sucede Atanasio en la sede alejandrina. Éste, que había sido defensor de la ortodoxia en Nicea, encuentra ahora en los arrianos su adversario principal.
San Atanasio de Alejandría |
Unido a éstos Eusebio de Nicomedia, levantan contra Atanasio una serie de calumnias de todo tipo, desde las más bajas, como la seducción de una mujer, hasta el ilegal aumento de impuestos, cosa que, como ninguna, podía exacerbar al emperador.
El año 335, reunidos los enemigos de Atanasio en el Sínodo de Tiro, lo deponen y poco después es desterrado a Tréveris.
Durante este tiempo, los arrianos intentaron y consiguieron una carta del emperador en la que se anunciaba a los alejandrinos que Arrio sería recibido solemnemente en Alejandría.
El pueblo reacciona excitadamente y se sustituye Alejandría por Constantinopla. Constantino muere el 22 mayo 337, pudiendo Atanasio regresar a su sede.
Contando ahora con el favor del nuevo emperador Constancio, los arrianos aumentan su campaña contra los partidarios de la ortodoxia; una de las metas propuestas consiste en llegar a ocupar las sedes de Constantinopla y de Alejandría.
La primera la ocupa Eusebio de Nicomedia, y la segunda el arriano Pistos y, más tarde, Gregorio de Capadocia, a raíz de la nueva deposición de Atanasio, llevada a cabo en un sínodo antioqueno.
Atanasio tiene que refugiarse ahora en Roma (a. 340) y aunque los sínodos de Roma (año 341) y de Sárdica (año 343) lo rehabilitan, sin embargo, no puede volver a su sede hasta el 346, muerto ya Gregorio de Capadocia y gracias a la intervención del emperador occidental Constante ante Constancio, emperador de Oriente.
Muertos el papa Julio y el emperador Constante, Constancio se convierte en el apoyo principal del arrianismo. A esto se suma la nueva calumnia levantada por los arrianos, diciendo que Atanasio difamaba como hereje y había excomulgado a Constancio.
Exasperado éste, se dirige al papa Liberio pidiendo la deposición de Atanasio y tanto el papa como el emperador convienen en la celebración de un sínodo, primero, en Arles (año 353) y, luego, en Milán (año 355).
San Atanasio de Alejandría |
Mediante actos violentos, el arriano Jorge usurpa la sede alejandrina mientras que Atanasio se ve obligado a huir de nuevo, ahora al desierto (año 356), con los monjes de Egipto.
Este periodo de exilio, que dura seis años, es fecundo para la pluma de Atanasio. Muerto Constancio (año 361) y asesinado el usurpador Jorge, Juliano el Apóstata llama a los obispos exiliados y Atanasio puede entrar en Alejandría (año 362).
Juliano permite a Atanasio la celebración de un sínodo en Alejandría (año 362), en el que se muestra muy amante de la paz trabajando por todos los medios posibles en la reconciliación de los semiarrianos con la ortodoxia.
Sólo por esta razón y como «enemigo de los dioses» es desterrado en este mismo año por Juliano. Pero, gracias a la pronta muerte del Emperador (año 363), puede volver.
Por último, Valente, sucesor de Joviano, furibundo perseguidor de católicos y semiarrianos, destierra por quinta vez a Atanasio (año 365), quien, al año siguiente, vuelve a su sede donde espera tranquilamente el fin de sus días.
Catequesis de Benedicto XVI sobre San Atanasio
«Quien va hacia Dios, no se aleja de los hombres, sino que se hace realmente cercano a ellos», aclaró al dirigirse a los peregrinos congregados en el Aula Pablo VI durante la semanal audiencia general.
El Papa continuó sus meditaciones sobre las figuras más destacadas de la Iglesia antigua presentando en este miércoles la vida de Atanasio, nacido hacia el año 300 y fallecido en el 373, quien en vida fue descrito como «la columna de la Iglesia» por el gran teólogo y obispo de Constantinopla, Gregorio Nazianceno.
Como él mismo constató, «no es casualidad, por tanto, que Gian Lorenzo Bernini colocara su estatua entre las de los cuatro santos doctores de la Iglesia oriental y occidental --Ambrosio, Juan Crisóstomo, y Agustín--, que en el maravilloso ábside de la Basílica vaticana rodean la Cátedra de san Pedro».
Atanasio dedicó su ministerio episcopal a proclamar la divinidad de Jesús, que era negada por los arrianos, seguidores de un presbítero de Alejandría, Arrio, (256-336), para quien Cristo había sido creado por Dios de la nada, y que por tanto el Hijo (el «Logos») era una criatura de Dios y no era Dios mismo.
San Atanasio de Alejandría |
«En cinco ocasiones, durante 30 años, entre 336 y 366, Atanasio se vio obligado a abandonar su ciudad, pasando 17 años en exilio y sufriendo por la fe», recordó el obispo de Roma.
«La idea fundamental de toda la lucha teológica de san Atanasio era precisamente la de que Dios es accesible. No es un Dios secundario, es el verdadero Dios, y a través de nuestra comunión con Cristo, podemos unirnos realmente a Dios. Él se ha hecho realmente “Dios con nosotros”», explicó.
Ahora bien, su «best seller», término literal utilizado por el Santo Padre, fue la «Vida de Antonio», es decir, la biografía de Antonio abad (251-356), fundador del movimiento eremítico en el desierto egipcio, de quien llegó a ser un gran amigo en sus años de exilio.
Esta obra, traducida muy pronto en numerosas lenguas, «contribuyó decisivamente a la difusión del monaquismo, en Oriente y en Occidente», reconoció.
Los santos, explica san Atanasio en la conclusión de este libro citado por Benedicto XVI, «aunque hagan sus obras en secreto y deseen permanecer en la oscuridad, el Señor los muestra públicamente como lámparas a todos los hombres, y así, los que oyen hablar de ellos, pueden darse cuenta de que los mandamientos llevan a la perfección».
A causa del calor que se ha apoderado de Roma en estos días, el Papa no pudo dirigir la audiencia general al aire libre en la plaza de San Pedro. Saludó a los miles de peregrinos primero en la Basílica de San Pedro y después en el Aula Pablo VI.
(fuente: primeroscristianos.com)
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