CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 22 febrero 2012 (ZENIT.org) La Audiencia General de este miércoles tuvo lugar a las 10:30 de la mañana, en el Aula Pablo VI, donde Benedicto XVI se encontró con grupos de fieles y peregrinos provenientes de Italia y otros países. En su discurso, el papa hizo una meditación sobre el significado del tiempo cuaresmal, que empieza hoy, Miércoles de Ceniza. Ofrecemos el texto del discurso del papa.
Benedicto XVI, en la catequesis de hoy se ha detenido en reflexionar sobre el tiempo de Cuaresma, que comienza hoy con la liturgia del Miércoles de Ceniza.
“Es un viaje de cuarenta días que nos llevará al Triduo Pascual, memoria de la pasión, muerte y resurrección del Señor, corazón del misterio de nuestra salvación”, afirmó.
Recordó que “en los primeros siglos de vida de la Iglesia, este era el momento en que los que habían oído y aceptado el mensaje de Cristo empezaban, paso a paso, su camino de fe y de conversión para llegar a recibir el sacramento del bautismo. Se trataba de un acercamiento al Dios vivo y de una iniciación a la fe que se realizaba gradualmente, mediante un cambio interior de parte de los catecúmenos, es decir, de aquellos que querían ser cristianos y ser incorporados a Cristo en la Iglesia”.
El papa se detuvo en explicar el significado simbólico de la cifra cuarenta, días que dura la Cuaresma, a los largo de la sagrada escritura.
La Cuaresma recuerda la peregrinación de Israel en el desierto, “tiempo de las tentaciones y de los mayores peligros, cuando Israel murmura contra su Dios y quisiera regresar al paganismo y se construye sus propios ídolos, porque ve la necesidad de adorar a un Dios más cercano y tangible. Es también el tiempo de la rebelión contra el Dios grande e invisible”.
“Esta ambivalencia, tiempo de la especial cercanía de Dios –tiempo del primer amor--, y tiempo de la tentación --la tentación de volver al paganismo--, la reencontramos en modo sorprendente en el camino terrenal de Jesús, por supuesto que sin ningún tipo de compromiso con el pecado”, dijo. Explicó que “en este tiempo de 'desierto' y de encuentro especial con el Padre, Jesús está expuesto al peligro y se ve asaltado por la tentación y la seducción del Maligno, que le ofrece otro camino mesiánico, lejos del plan de Dios, por que pasa a través del poder, el éxito, el dominio y no a través de la entrega total en la Cruz. Esta es la disyuntiva: un poder mesiánico, de éxito, o un mesianismo de amor, de don de sí”.
“Esta ambivalencia –añadió- describe también la condición de la Iglesia peregrina en el 'desierto' del mundo y de la historia”.
El papa aseguró que “incluso para la Iglesia de hoy, el tiempo del desierto puede transformarse en un tiempo de gracia, porque tenemos la certeza de que incluso de la roca más dura, Dios puede hacer brotar el agua viva que refresca y restaura”.
Y exhortó a ser fieles a Jesús porque “siguiéndolo por el camino de la cruz, el mundo luminoso de Dios, el mundo de la luz, de la verdad y de la alegría se nos devolverá: será el nuevo amanecer creado por Dios mismo”.
Después de sus palabras en italiano, Benedicto XVI saludó a los diversos grupos lingüísticos con un breve resumen de lo dicho en su propia lengua.
A los peregrinos de habla hispana les dijo: “La catequesis de hoy está dedicada a la Cuaresma, un itinerario de renovación espiritual marcado por el significado simbólico que la Escritura da al número cuarenta, a saber: una paciente perseverancia, una larga prueba, un tiempo suficiente para ver la obra de Dios, un tiempo también para asumir nuestra propia responsabilidad. Toda la Escritura está llena de testimonios de este uso. Entre ellos, destaca el del pueblo de Israel, que camina por el desierto durante cuarenta años. Durante ese tiempo, percibe la amorosa presencia de Dios que lo guía, pero vive, a la vez, una experiencia de pecado que le lleva a construir ídolos, murmurar contra Dios y añorar la esclavitud pagana. Jesús revive esta experiencia sufriendo también en el desierto la insidia del demonio que le quiere desviar de su misión. Pero, al contrario del pueblo, Él lo vence con la fuerza de la Palabra de Dios que lo nutre, enseñándonos así a afrontar las dificultades con valentía y paciencia, y a poner en Él nuestra confianza, siguiéndolo en el camino de la Cruz que lleva a la luz y alegría verdadera”.
Y concluyó saludando “cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, Argentina, México, Puerto Rico y otros países latinoamericanos. Invito a todos a que durante la Cuaresma, a imitación del Señor, sintamos cómo Dios fortalece nuestro espíritu y nos da la victoria, pese a las zozobras de la vida presente”.
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