1. Todos los cristianos
deben ser oportunamente instruidos en su vocación
a la santidad. En efecto, la invitación al seguimiento
de Cristo se dirige a todos, y cada fiel debe tender a la
plenitud.
2. La caridad
es el alma de la santidad. Por su íntima naturaleza
la caridad -don que el Espíritu infunde en el corazón-
asume y eleva el amor humano y lo hace capaz de la perfecta
entrega de sí mismo. La caridad hace más aceptable
la renuncia, más ágil el combate espiritual,
más generosa .
3. El hombre no
puede sólo con sus fuerzas realizar la perfecta entrega
de sí mismo. Pero se vuelve capaz de lograrlo en
virtud de la gracia del Espíritu Santo. En efecto,
es Cristo quien revela la verdad originaria del matrimonio
y, liberando al hombre de la dureza del corazón,
lo habilita .
4. En el camino
hacia la santidad, el cristiano experimenta tanto la debilidad
humana como la benevolencia y la misericordia del Señor.
Por eso el punto de apoyo en el ejercicio de las virtudes
cristianas -también de la castidad conyugal- se encuentran
en la fe, que nos hace conscientes de la misericordia de
Dios, y en el arrepentimiento, que acoge humildemente el
perdón divino.
5. Los esposos actúan
la plena entrega de sí mismos en la vida matrimonial
y en la unión conyugal, que, para los cristianos, es
vivificada por la gracia del sacramento. La específica
unión de los esposos y la transmisión de la
vida son obligaciones propias de su santidad matrimonial.
Ciudad del Vaticano, 12 de febrero de 1997
Cardenal Alfonso LÓPEZ TRUJILLO
Presidente del Consejo Pontificio para la familia
Mons. Francisco GIL HELLÍN
Secretario
Ciudad del Vaticano, 12 de febrero de 1997
Cardenal Alfonso LÓPEZ TRUJILLO
Presidente del Consejo Pontificio para la familia
Mons. Francisco GIL HELLÍN
Secretario
(fuente: www.aciprensa.com)
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