Ciudad del Vaticano, 15 de marzo de 2013 (Zenit.org) El papa Francisco recibió esta mañana a los 114 cardenales electores en la sala Clementina, situada en el Palacio Apostólico, en el Vaticano en un encuentro relativamente informal.
Les saludó uno a uno, intercambiando algunas palabras que se veía no eran una formalidad, sino conociéndoles y abriendo las puertas para la colaboración de ellos.
Al inicio del encuentro el papa dirigió algunas palabras a los presentes: “El período dedicado al cónclave --dijo- fue cargado de significado, no solamente para el Colegio de Cardenales, sino también para todos los fieles. En estos días hemos sentido de manera sensible el afecto y la solidaridad de la Iglesia universal, así como el cariño de tantas personas que, incluso no compartiendo nuestra fe, miran con respeto y admiración a la Iglesia y a la Santa Sede”.
“Desde cada rincón de la tierra --prosiguió el papa Bergoglio- se levanta con fervor y de manera coral la oración del pueblo cristiano por el nuevo papa, y mi primer encuentro con la multitud que llenaba la plaza de San Pedro estuvo cargada de emoción”.
El papa Francesco recordó la “sugestiva imagen del pueblo orante y lleno de gozo aún impresa en mi mente” y quiso manifestar “mi sincero reconocimiento a los obispos, sacerdotes, y personas consagradas, a los jóvenes, las familias y los ancianos por su cercanía espiritual, tan tocante y ferviente”.
El santo padre agradeció a los cardenales por su trabajo durante la sede vacante a los cardenales Angelo Sodano y Tarcisio Bertone, “por su premurosa obra en esta delicada fase de transición”, y al cardenal Giovanni Battista Re, “que fue nuestro jefe en el cónclave: ¡Mil gracias!”.
Se recordó de los purpurados enfermos y entre ellos al cardenal argentino Jorge María Mejía,bibliotecario emérito de la Santa Sede,que sufrió recién un infarto y está internado.
Reiteró su afecto con “un pensamiento lleno de gran afecto y profundo agradecimiento a mi antecesor Benedicto XVI, que en estos años de pontificado ha enriquecido y dado vigor a la Iglesia con su magisterio, su bondad, su guía, su fe, su humildad y su mansedumbre que quedarán como patrimonio espiritual para todos. El ministerio pietrino vivido con total dedicación, tuvo en él un intérprete sabio y humilde, con la mirada siempre fija en Cristo, Cristo resucitado, presente y vivo en la eucaristía. Le acompañarán siempre nuestra fervorosa oración, nuestro incesante recuerdo, nuestro perenne y afectuoso reconocimiento. Sentimos que Benedicto XVI encendió en el profundo de nuestros corazones un fuego: este seguirá a arder, porque será alimentado por su oración, que sostenerá a la Iglesia en su camino espiritual y misionero”.
Añadió que este encuentro “quiere ser casi una prolongación de la intensa comunión eclesial vivida en este período.
Animados por un profundo sentimiento de responsabilidad y sostenidos por un gran amor por Cristo y por la Iglesia, hemos rezado juntos, compartiendo fraternamente nuestros sentimientos, nuestras experiencias y reflexiones. En este clima de gran cordialidad” que “ha facilitado la docilidad de la acción del Espíritu Santo” “que es quien hace la unidad entre las diferencias, no en la igualdad sino en la armonía”. El “Paraclito que nos da a cada uno de nosotros carismas diversos, nos une en esta comunidad de Iglesia que adora al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo”.
Y añadió: “Estimulados también por la celebración de Año de la Fe, todos juntos, pastores y fieles, nos esforzaremos en responder fielmente a la misión de siempre: llevar a Jesucristo al hombre y conducir el hombre hacia Jesucristo”.
Y citó las enseñanzas de Benedicto XVI: “Es Cristo quien guía a la Iglesia por medio de su Espíritu”.
Y exhortó: “No cedamos nunca al pesimismo, a la amargura que el diablo nos ofrece cada día: no cedamos al pesimismo y al desánimo. Tenemos la firme certeza que el Espíritu Santo da a la Iglesia, con su soplo fuerte, el coraje de perseverar y buscar nuevos métodos de evangelización”.
Porque “la verdad cristiana es atrayente y persuasiva, porque responde a la necesidad profunda de la existencia humana” y el anuncio de Cristo “es válido hoy como lo fue al inicio del cristianismo”.
“¡Queridos hermanos, Fuerza! La mitad de nosotros estamos en la vejez: la vejez y me gusta decirlo es la dede de la sabiduría de la vida”.
“Los viejos tienen la sabiduría de haber caminado en la vida, como el viejo Simeón, la anciana Ana en el Templo. Es justo esta sabiduría la que les hizo reconocer a Jesús. Donemos esta sabiduría a los jóvenes: como el buen vino, que con los años se hace mejor, donemos a los jóvenes la sabiduría de la vida. Me viene a la mente aquellos que un poeta alemán decía de la vejez: “Es ist ruhig, das Alter, und fromm”: es el tiempo de la tranquilidad y de la oración. Y también de dar a los jóvenes esta sabiduría”.
En fin, concluyó con esta oración: “A la potente intercesión de María, nuestra Madre, Madre de la Iglesia, confío mi ministerio y vuestro ministerio. Bajo la mirada materna, que cada uno de nosotros pueda caminar alegre y dócil a la voz de su Hijo divino, reforzando la unidad, perseverando concordemente en la oración y testimoniando la genuina fe en la presencia continua del Señor. Con estos sentimientos –¡son verdaderos!– con estos sentimientos, os imparto de corazón la bendición apostólica, que extiendo a vuestros colaboradores y a las personas confiadas a vuestro cuidado pastoral”.
(15 de marzo de 2013) © Innovative Media Inc.
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