El encuentro de varios días con miles de jóvenes de 58 países fue, sencillamente, un auténtico regalo. Excepcional fue la maravillosa celebración de la clausura del Bicentario en el Colle. Me ha alegrado mucho escuchar las noticias y ecos de las celebraciones que han tenido lugar en tantos rincones del mundo a lo largo del año que hemos finalizado. Gracias al Espíritu Santo la familia salesiana de Don Bosco está muy viva.
Ha llegado el momento, después de este gran año jubilar salesiano que hemos vivido, de proyectar, concretar, y seguir haciendo realidad y vida todo lo que llevamos en el corazón. Y pensando en el futuro y en nuestra Familia Salesiana extendida por el mundo, quiero expresarles un sueño muy personal que en una carta a los salesianos sdb ya comuniqué meses atrás.
Mi sueño es este: Sueño, después de este Bicentenario del nacimiento de Don Bosco, y como fruto del mismo con una Familia Salesiana compuesta de mujeres y hombres felices.
¿Les sorprende? ¿Creen que es extraño soñar y desear esto? ¿Es quizá una utopía?
Yo lo veo cada vez más como una creciente realidad y como una gran necesidad de nuestro mundo y como algo que se merecen nuestros muchachos y muchachas.
¿Saben una cosa? No me cabe duda que en todo el mundo y entre todos, junto con tantos amigos y amigas de Don Bosco, laicos comprometidos jóvenes animadores y catequistas, hacemos el bien, hacemos incluso mucho bien, pero creo que ni siquiera esto es suficiente.
Importante sí, pero no suficiente.
Ese bien tiene que ir de la mano del testimonio de mujeres y hombres, consagrados unos, laicos otros, todos con identidad salesiana, que somos y nos sentimos felices. Nuestras comunidades, nuestras presencias y obras no pueden no estar habitadas por personas que se sienten bien, contentas, con lo que viven, con lo que hacen, con la vida que dan.
Creo que todos conocemos personas que llevan en la vida muchas heridas. Es algo propio de la vida misma. Ninguno de nosotros está exento. Pero eso no es impedimento para que nos propongamos cada día mostrar con nuestra serenidad y sonrisa que somos felices con la vida que vivimos, con la vida que damos.
Y si todas las personas debiéramos ser capaces de irradiar esa luz, cuánto más nosotros, mujeres y hombres de nuestra familia salesiana, que con la singularidad propria de cada grupo, de cada rama, como ramas de este gran árbol de salesianidad que es el árbol del carisma de Don Bosco, hemos comprometido nuestra vida, nuestras personas y nuestro tiempo al servicio de los demás.
No se puede dar vida y dar la vida sintiendo que no nos merece la pena. El espejo cotidiano y más evidente lo tenemos -y lo hemos vivido todos en carne propria- en nuestras madres. Han dado vida y dan la vida cada día, con la más profunda sonrisa y ternura, sin que les importaran sus cansancios y sus dolores.
Nuestro carisma salesiano, por lo que tiene de más único y proprio tiene todo a favor para contagiar esperanza, entusiasmo. Y las personas que tenemos hoy la responsabilidad de encarnarlo, todos ustedes y yo, debemos transmitir realmente que somos felices, que tiene pleno sentido nuestra vida y que seguir a Jesús tras las huellas de Don Bosco llena una vida.
Por si esto fuese insuficiente como motivación, no olvidemos mis buenos amigos y amigas que es casi una obviedad que en nuestro mundo, complejo y en ocasiones duro y escéptico, más que las palabras son los hechos los que convencen y mueven los corazones, y que si de algo tiene hambre y verdadera necesidad este mundo del que hablo, junto con la Paz, es de Esperanza, y de mujeres y hombres que, casi sin pretenderlo, comuniquen esperanza.
Este año me encontraré celebrando la fiesta de Don Bosco el 31 de enero en Sierra Leona. He querido dejar Valdocco (seguro que con el permiso del mismo Don Bosco desde el cielo), para acompañar a nuestros hermanos salesianos de Sierra Leona, a nuestra familia salesiana y a esos cientos de muchachos y muchachas que han perdido a su papá y mamá a causa del Ébola.
Pretendo con mi presencia, sabiendo que también es toda nuestra familia salesiana del mundo quien se hace presente, llevar esperanza, estar cercanos a ellos y vivir de nuevo esta alegría y felicidad de la que vengo hablando, porque más allá de las dificultades propias de cada día, tenemos motivos para ello.
Mi Querida Familia Salesiana, empeñémonos más todavía en hacer realidad este sueño. Don Bosco se merece una familia así.
Padre Ángel Fernández Artime, sdb
Rector Mayor de los salesianos
(fuente: donbosco.es)
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