“Por eso ahora la seduciré,
la llevaré al desierto y allí le hablaré a su corazón.”
Oseas 2, 16
Dejate seducir por el Señor.
Escucha su voz
que te habla al interior.
Siente su abrazo que te rodea
con la ternura de una madre por su hijo.
Permite que tu mirada te alcance
para llenarte con su luz.
Dejate conducir por el Señor.
Que El tome la iniciativa,
que de los primeros pasos,
que te revele el horizonte de tu vida,
que te muestre el camino de tu vocación,
que te lleve de la mano
como el pequeño se deja guiar por sus papás.
Deja que sea El quien hable.
Quien llegue con su Palabra
a lo profundo de tu corazón.
Haz el esfuerzo del silencio,
disfruta el remanso de la contemplación,
aprende a escuchar,
tan solo a escuchar.
Vive esta Cuaresma
no como tu proyecto,
sino como su propuesta.
No planifiques demasiado,
más bien ofrece tu esfuerzo
en la disponibilidad del discípulo,
que con las manos vacías
se presenta, al despertar de cada día,
ante el misterio de la Vida renovado
con un simple “gracias”,
y un oido abierto
para escuchar su Palabra
en el Evangelio cotidiano.
Dejate llevar al desierto diario
de la lectura orante de la Palabra de Dios.
Que así sea, buen Señor
la llevaré al desierto y allí le hablaré a su corazón.”
Oseas 2, 16
Dejate seducir por el Señor.
Escucha su voz
que te habla al interior.
Siente su abrazo que te rodea
con la ternura de una madre por su hijo.
Permite que tu mirada te alcance
para llenarte con su luz.
Dejate conducir por el Señor.
Que El tome la iniciativa,
que de los primeros pasos,
que te revele el horizonte de tu vida,
que te muestre el camino de tu vocación,
que te lleve de la mano
como el pequeño se deja guiar por sus papás.
Deja que sea El quien hable.
Quien llegue con su Palabra
a lo profundo de tu corazón.
Haz el esfuerzo del silencio,
disfruta el remanso de la contemplación,
aprende a escuchar,
tan solo a escuchar.
Vive esta Cuaresma
no como tu proyecto,
sino como su propuesta.
No planifiques demasiado,
más bien ofrece tu esfuerzo
en la disponibilidad del discípulo,
que con las manos vacías
se presenta, al despertar de cada día,
ante el misterio de la Vida renovado
con un simple “gracias”,
y un oido abierto
para escuchar su Palabra
en el Evangelio cotidiano.
Dejate llevar al desierto diario
de la lectura orante de la Palabra de Dios.
Que así sea, buen Señor
(fuente: http://www.buenasnuevas.com)
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