El Jueves Santo, al igual que los otros días de la Semana Santa, es rico en signos, significados y enseñanzas.
En este Día, Nuestra Madre Iglesia nos invita a reflexionar sobre la Eucaristía, sacramento por el cual Jesucristo de se por entero, se deja "comer" para hacerse uno con cada uno de nosotros. Este gesto de extremo Amor se repite en cada Misa y nosotros no siempre le damos el valor que Jesús espera; aprovechemos este Santo Día para dejarnos amar por Dios, no le cerremos la puerta de nuestros corazones hoy que Jesús quiere entrar a través de la Eucaristía.
Institución de la Eucaristía
Él quiso que, como en su última Cena, sus discípulos nos reuniéramos y nos acordáramos de Él bendiciendo el pan y el vino: "Hagan esto en memoria mía" (Lc 22,19). Antes de ser entregado, Cristo se entrega como alimento. Sin embargo, en esa Cena, el Señor Jesús celebra su muerte: lo que hizo, lo hizo como anuncio profético y ofrecimiento anticipado y real de su muerte antes de su Pasión. Por eso "cuando comemos de ese pan y bebemos de esa copa, proclamamos la muerte del Señor hasta que vuelva" (1 Cor 11, 26).
Este día celebramos la alegría de saber que esa muerte del Señor, que no terminó en el fracaso sino en el éxito, tuvo un por qué y para qué: fue una "entrega", un "darse", fue "por algo" o, mejor dicho, "por alguien" y nada menos que por "nosotros y por nuestra salvación" (Credo).
"Nadie me quita la vida, había dicho Jesús, sino que Yo la entrego libremente. Yo tengo poder para entregarla." (Jn 10,16), y hoy nos dice que fue para "remisión de los pecados" (Mt 26,28).
Por eso esta Eucaristía debe celebrarse lo más solemnemente posible, pero, en los cantos, en el mensaje, en los signos, no debe ser ni tan festiva ni tan jubilosamente explosiva como la Noche de Pascua, noche en que celebramos el desenlace glorioso de esta entrega, sin el cual hubiera sido inútil. La Santa Misa es la actualización de la Última Cena. En Este día también se celebra la institución del sacerdocio.
El Lavatorio de los pies
Era una costumbre en la sociedad judía de aquella época que, cada vez que un invitado llegaba a una casa, los esclavos del anfitrión le lavaban los pies al visitante para sacarle el polvo que sus pies traían de los caminos.
El Evangelio de San Juan es el único que nos relata este gesto simbólico de Jesús en la Última Cena. Un gesto inusual para un Maestro, propio de los esclavos, se convierte en la síntesis de su mensaje da a los apóstoles una clave de lectura para enfrentar lo que vendrá. En una sociedad donde los egoísmos y las superficialidades se multiplican, Jesús humilla nuestra soberbia y nos dice que abrazar la cruz, su cruz, hoy, es ponerse al servicio de los demás. Es la grandeza de los que saben hacerse pequeños, la muerte que conduce a la vida.
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