Yo quería para El un lugar cómodo, pero El no quería eso para Sí, por lo que nunca en la vida exigí comodidad para mí. Yo hubiera preferido ahorrarle tantos sufrimientos, pero El no quería una vida fácil, por lo que yo tampoco la pedí para mí, así que ¡imagina la angustia de mi corazón porque mi Hijo ansiaba morir crucificado para salvarte a ti! Era una terrible espada que atravesó mi alma. No, ser la Madre de Dios -porque Dios así lo quiso para mí- no fue fácil entonces ni lo es ahora que velo por ti y todos mis hijos en el mundo, llamándote, cuidándote del pecado y del Maligno y apareciéndome en diversos lugares para recordarte que Dios existe, que Jesús es Dios, que El te ama y por esa misma razón Se hizo hombre, para redimirte.
Ven, hijo e hija de mi corazón, y no pongas atención al frío intenso de la noche y la falta de visitantes y consideraciones que hubo para nosotros. No me preguntes por qué el Señor de señores, Dios y Creador del universo quiso nacer y vivir y morir pobre y humilde, siendo El la Riqueza misma, habiendo podido vivir adorado y servido por todas Sus criaturas, como realmente Se Lo merece. La profundidad del corazón amoroso de Dios es inalcanzable...
Este es mi mensaje para ti para esta Navidad, hijo e hija queridos. Haz un espacio para Jesús en tu corazón y saca de ahí todo lo que Le estorba a El. Hazle un pesebre en ti e invítame a que llegue con San José para llevarte en brazos a mi Hijo. Aunque El sea pequeño aún, es mejor así, hijo mío, hija mía, porque así podrá ir creciendo poco a poco en ti, ajustándote a tu velocidad de entrega y a tus limitaciones para una mayor conversión y deseo de santidad en tu vida. Hijo mío, hija mía, que tengas una Navidad feliz, con el amor y paz de Jesús en medio de tu vida y tu familia.
Con mi amor de Madre para ti, María, tu Madre del Cielo, que está siempre contigo.
(fuente: www.corazones.org)
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