Lectura del Santo Evangelio según San Marcos (Mc 1, 14-20)
Gloria a ti, Señor.
Después de que arrestaron a Juan el Bautista, Jesús se fue a Galilea para predicar el Evangelio de Dios y decía: "Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios ya está cerca. Arrepiéntanse y crean en el Evangelio". Caminaba Jesús por la orilla del lago de Galilea, cuando vio a Simón y a su hermano Andrés, echando las redes en el lago, pues eran pescadores. Jesús les dijo: "Síganme y haré de ustedes pescadores de hombres". Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante, vio a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que estaban en una barca, remendando sus redes. Los llamó, y ellos, dejando en la barca a su padre con los trabajadores, se fueron con Jesús.
Palabra del Señor.
Gloria a ti Señor Jesús.
Cuando Dios escoge... escoge.
Eso lo han sabido muchos santos. Pero nadie lo supo mejor que Jonás, ese
interesante y pintoresco personaje del Antiguo Testamento que según
nos cuenta el libro que lleva su nombre, pasó tres días dentro de una
ballena.
¿Podrá ser verdad esto?
Cuesta pensar en algo así. Pero lo desconcertante es que el mismo
Jesús se refiere a la estadía forzada de Jonás dentro de una ballena
para tratar algo tan trascendental como su futura Resurrección. ¿Iba el
Hijo de Dios a citar un mito, y con el sentido y la precisión que lo
hizo?
“Estos hombres de hoy
son gente mala; piden una señal, pero no la tendrán. Solamente se les
dará la señal de Jonás. Porque así como Jonás fue una señal para los
habitantes de Nínive, así lo será el Hijo del Hombre para esta
generación” (Lc 11, 29-30).
¿Sin embargo, de Jonás lo
más importante no fue si realmente pasó o no tres días dentro de una
ballena, sino que no quería hacer lo que Dios le pedía. Dios lo
escogió para que se convirtiera él y para que -por la escogencia que
Dios hizo de él- muchos también se convirtieran.
El Señor escogió a Jonás y
a este profeta no le valió de nada escapar en un barco para huir de
Dios. El barco se vio metido dentro de una tormenta. Jonás es lanzado
al agua al conocerse que la causa de la tormenta es la huída de Jonás. Y
luego de ser tragado por una ballena, es lanzado por el animal cerca
de las costas de Asia Menor para que de allí fuera a la ciudad de
Nínive a predicar lo que el Señor le pedía. El Señor buscaba que la gran
ciudad de Nínive se convirtiera de sus vicios y pecados. (Para dar una
idea del tamaño de esta ciudad, baste con el dato que nos da la
Escritura: se requerían 3 días para recorrerla a pie).
Jonás predicó lo que el Señor le indicó: “Dentro de cuarenta días Nínive será destruida”.
Sin embargo, sorprendentemente, los habitantes de Nínive se
convirtieron y creyeron en Dios, e hicieron penitencia todos. Dios,
entonces, no destruyó la ciudad.
Otros elegidos de Dios
son más dóciles que Jonás. Tal es el caso de los primeros discípulos
escogidos por Jesús. Nos cuenta el Evangelio de San Marcos (Mc. 1, 14-20) que
cuando Jesús, viendo a Andrés y a su hermano Pedro echando las redes
de pescar en el lago de Galilea, les llamó para hacerlos “pescadores de hombres, ...y ellos dejaron las redes y lo siguieron.” Respuesta inmediata y obediente a la escogencia del Señor.
Los escogidos de Dios son
instrumentos suyos para la conversión que Dios desea realizar en medio
de su pueblo, es decir, en cada uno de nosotros. Y la conversión
siempre exige un cambio de vida: incluye, primero que todo, dejar el
pecado. Pero no basta esto. Es necesario pasar a una segunda fase: “creer en el Evangelio”.
Y creer en el Evangelio significa vivir según el Evangelio. No basta
conocer la teoría del Evangelio: es necesario vivirlo en la práctica.
Es necesario cambiar la
mentalidad terrena que nos vende el mundo, esa mentalidad a la que
estamos muy acostumbrados. ¿Cuál es la mentalidad del mundo? Aquélla
que nos lleva a quedarnos en lo temporal y a olvidarnos de lo eterno, a
preferir lo terrenal y olvidarnos de lo celestial, a conformarnos con
lo humano y a descartar lo divino, a creer en el mundo y a olvidarnos
del Evangelio.
Sin embargo, el Señor nos dice: “El Reino de Dios ya está cerca. Arrepiéntanse y crean en el Evangelio”. Ciertamente
el Reino de Dios está cerca, pero sólo será una realidad cuando,
arrepentidos y convertidos, creamos y vivamos según el Evangelio. Será
una realidad cuando vivamos según la Voluntad Divina, cuando -como
rezamos en el Salmo (#24)- el Señor “nos descubra sus caminos”. Y, una vez descubiertos los caminos del Señor, podamos seguirlos con docilidad.
San Pablo nos recuerda en la Segunda Lectura (1 Cor. 7, 29-31) que “este mundo que vemos es pasajero”, yque “la vida es corta”. Y nos aconseja cómo conviene que vivamos desapegados de este mundo pasajero y de esta vida corta: “los
que sufren, como si no sufrieran; los que están alegres, como si no se
alegraran; los que compran como si no compraran; los casados, como si
no lo estuvieran”. Es decir: “estar en el mundo sin ser del mundo” (cfr. Jn. 17, 14-15).
Y cuando el Señor nos
llame, no hay que seguir el ejemplo de Jonás: duro para responder. Hay
que imitar a otros: a Pedro, Andrés, Santiago, Juan…. Ellos, sin
pensarlo mucho, dijeron sí enseguida y siguieron al Señor.
(fuente: www.homilia.org)
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