Partiendo de lo anterior, lo lógico sería
pensar que no nos debe preocupar la imagen que la opinión pública pueda
tener de la Iglesia: ¡ocupémonos de las cosas de Dios, y El ya se ocupará de
nuestra imagen! Pero, por desgracia, la realidad es más compleja. Estamos en
una sociedad mediática, en la que muchos hermanos nuestros reciben una
imagen muy distorsionada de la Iglesia. En
un estudio sociológico encargado recientemente por nuestra Conferencia
Episcopal, se concluye que las personas más críticas con la labor de la
Iglesia son las que menos información de primera mano tienen sobre su
actividad real y quienes más se dejan llevar por tópicos.
Eduardo Dogherty, un jesuita americano afincado
en Brasil, afirmaba: "La Iglesia católica debería apasionar a sus
potenciales 'clientes'. Tenemos la mejor de las ofertas: Dios. Tenemos el
mejor precio posible: gratis. Una red mundial de distribución que sería la
envidia de cualquier empresa...”. Y, entonces: ¿qué es lo que falta para que
la Iglesia sea más y mejor conocida? Bien es verdad que no es cuestión de
pensar que los problemas de la Iglesia se vayan a solucionar con una
operación de marketing. La superación de nuestras crisis pasa por una mayor
fidelidad en el seguimiento de Jesucristo.
Pero, más allá de nuestra necesaria conversión,
parece bastante obvio que tenemos un problema de comunicación y que
necesitamos hacer un esfuerzo para dar a conocer la labor evangelizadora de
la Iglesia.
«Vosotros sois la luz del mundo. No puede
ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte.
Ni tampoco se enciende una lámpara para ponerla
debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los
que están en
la casa.
Brille
así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras
y glorifiquen a vuestro Padre que está en los Cielos». Mt. (5, 14-16)
En este contexto, y con motivo del Día de
la Iglesia
Diocesana,
la
Conferencia Episcopal Española
ha presentado una campaña publicitaria, que busca dar a conocer la labor
evangelizadora de la Iglesia, a la vez que informa de las líneas básicas del
acuerdo de financiación para la Iglesia española, alcanzado entre el Estado
y
la Santa Sede
en diciembre de 2006, y que ya estará en vigor en la próxima declaración de
la renta.
Es de suponer que a estas alturas, muchos de
vosotros ya habréis podido ver alguno de los anuncios televisivos de esta
campaña: “La Iglesia está presente en los acontecimientos más importantes de
la vida”. Cuatro son las tareas principales que quisiéramos dar a conocer:
actividad pastoral, asistencial, educativa y conservación de patrimonio. Los
datos son impactantes por sí mismos: 23.000 parroquias y 20.000 sacerdotes,
850 monasterios contemplativos, 200 hospitales y ambulatorios, 300
guarderías, 900 orfanatos, 1.600 centros de acogida y de reinserción
familiar y social, 5.000 colegios concertados (con 1.741.697 alumnos), 200
centros de educación universitaria…
Dar a conocer todos estos datos puede ser muy
necesario, especialmente de cara a tantos cristianos que son víctimas de
la
desinformación. Pongamos un
ejemplo: ¿cuántos saben que la Iglesia le ahorra al Estado Español
anualmente 2.920 millones de euros, solamente en concepto de la enseñanza
que imparte en los colegios religiosos concertados? Así pues, no hemos de
tener miedo a la verdad, convenientemente publicitada, ya que puede aportar
luz a tantas víctimas de las leyendas negras difundidas sobre la Iglesia.
Dicho lo cual, y sin contradecir lo anterior,
somos conscientes de que lo esencial del ser y de la labor de la Iglesia,
escapa a las cámaras, a los teletipos y a las grabadoras. ¿Cómo dar a
conocer al mundo que nuestra Iglesia es el Cuerpo Místico de Cristo y que en
ella habita el Espíritu Santo? He aquí la labor complementaria de esta
campaña publicitaria: nuestro propio testimonio. Con la perspectiva que nos
da la fe, conocemos y proclamamos que la Iglesia es esa nave que tiene por
mástil la cruz de Cristo, por velamen la confianza en Dios Padre, por viento
impulsor el Espíritu Santo, por capitán a la Virgen María
y por timonel al sucesor de Pedro. ¡Amemos a la Iglesia como un hijo ama a
su madre!
(fuente: www.enticonfio.org)
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