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lunes, 23 de enero de 2012

Poner mi vida en la voluntad de Dios es vivir la santidad


Dice el Señor:  "No todo el que me dice Señor, Señor entrará en el reino de los cielos.  Sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.  El que escucha mis palabras y las pone en práctica es como aquel hombre prudente, que edificó su casa sobre roca.  Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y arremetieron contra la casa.  Pero no se derrumbó, porque estaba cimentada sobre roca.  Sin embargo, el que escucha mis palabras y no las pone en práctica es como aquel hombre necio, que edificó su casa sobre arena.  Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, se chocaron contra la casa, y ésta se derrumbó.  Y su ruina fue grande".
Mateo 7; 21, 24 - 27

Bueno qué lindo. No todo el que me dice Señor, Señor entrará en el reino… la advertencia de la Palabra. Una clara orientación que el Espíritu Santo nos deja en esta mañana nuevamente.

Si habremos escuchado este texto. Miren cómo habla Dios, “no todo el que me dice Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos. Sino el que hace la voluntad del Padre que está en los cielos.” Me hace acordar a aquella expresión que tenemos de Santa Teresa, la grande: “obras son amores, y no buenas razones”.

Cuando tienes una buena relación con una persona, y esa persona dice que te ama, que no puede vivir sin ti. Que tu eres la razón de su vida y te dice todas esas palabras que nacen del afecto del corazón. Pero, esa persona, ese hombre que te ama, y tu eres una mujer, y ese hombre que dice que te ama, el sábado a la noche tiene asado con los amigos. El otro sábado tiene campeonato de truco en el club, el otro termina el campeonato de fútbol, el otro lo festeja, el otro sábado…. Entonces el domingo. No, el domingo tiene que ver a los padres. El otro domingo, no, estoy cansado, quiero mirar tele y estar solo, no me molestes y no me pidas nada. Conclusión: obras son amores y no buenas razones.

Qué lindo el apóstol Juan, en la primera carta dice esta enseñanza. Qué realista es la relación con Dios. A que realismo nos conduce. Cuántos creen que vivir la fe es vivir en el aire, es evadirse de la realidad. No, para nada. Para nada. Amar a Dios es lo más concreto que hay. “Quien dice que ama a Dios, a quien no ve, pero no ama a su hermano a quien sí ve, es un mentiroso”, dice Juan. ¿Qué te parece? “No todo el que me diga Señor, Señor entrará en el reino.”

Y el Señor, “estuve preso, me visitaste. Estuve enfermo, viniste a verme. Estuve desnudo, y me vestiste. Pero Señor ¿y cuándo hice eso? Cuando lo hiciste con uno de mis hermanos lo hiciste conmigo.”
El desarrollo de la vida, de la fe, el ser miembro del reino de Dios por la gracia del Bautismo, implica un estilo de vida en el que vamos madurando en una fidelidad a una alianza. Una alianza que pasa por los términos concretos de la historia, del lugar, desde las circunstancias de las personas. No pasa por el costado de la vida la relación con Dios. La relación con Dios queda totalmente plenificada su orientación cuando contemplamos el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios. Ahora nos estamos preparando pronto para el Nacimiento de Jesús.

¿Por qué es el Nacimiento? Porque es la Encarnación del Verbo de Dios. El Verbo de Dios se hace carne. Se incultura, se encarna. Asume lo temporal. Lo asume desde su eternidad y en su eternidad. Pero no hace su camino solo, sino con el hombre, a quien ha creado en su Verbo. Y lo rescata en su Verbo. Pero lo hace uniendo lo divino y lo humano en el misterio de la Encarnación.

Cumplir la voluntad de Dios es el proceso natural de la santidad de un cristiano. ¿Qué es la santidad? Ser normal. Hacer lo que tengo que hacer. Aceptar lo que tengo que aceptar. Orientar mis pasos hacia donde me va pulsando el Espíritu Santo. Reconocer la presencia de Dios. Alabar a Dios. Hacer lo que a Dios le agrada. Hacer la voluntad de Dios es el proceso normal de la santidad.

Miren, nosotros acostumbramos mucho a poner nuestra mirada en el catolicismo, en la importancia de la vida sacramental. Y eso es indispensable para nosotros. No podemos vivir sin la gracia de los sacramentos.

Pero saben que, a veces, nos ponemos sacramentalistas, porque es como incompleta nuestra formación cristiana. Los que estamos demasiado en la vida de los sacramentos tenemos que cuidar un aterrizaje de la vida. Cuanto más me una a Jesús, más debo también tener el diálogo con Él. ¿Y para qué se reza? Para entrar más en la realidad.

La vocación normal de las personas pasa por la vida. Pasa por el trato con personas, pasa por una visión determinada. Toda persona tiene una vocación. Obedecer la voluntad de Dios, el designio de Dios es el único camino de la santidad. Los sacramentos de Dios, no son un camino para ser santos. Los sacramentos son gracias especiales de encuentros con Dios para hacer posible que el proyecto de Dios se realice. Cuando yo estoy dispuesto a cumplir la voluntad de Dios.

Si yo quiero hacer lo que yo quiero, pero yo rezo, yo busco sacramentos. Es falso. Está dividida la persona. Tengo un proceder en la vida, y tengo una manera establecida de relacionarme con Dios. Soy yo el que invento. Pero eso es una hipocresía que sólo me daña a mí mismo. A Dios no le afecta. Dios no es menos santo, porque yo no sea santo. Soy yo el necesitado de escuchar el llamado a la santidad y el de lograr una unidad de vida, una coherencia entre mi fe y mi vida.

La pregunta hoy puede ser esta: ¿Qué me está pidiendo el Señor hoy a mí? ¿Cómo respondo yo a la voluntad de Dios?

Monseñor Escriba de Balaguer es bárbaro. Es un hombre tan concreto, tan aterrizado. Siempre me impresionó, me ha ayudado mucho con los libros que he leído. Le doy gracias a Dios por esta santidad, que ha permitido en Escriba y que ha hecho posible en Escriba. Él dice: “el cristiano se hace santo haciendo su deber de estado”. O sea, cumpliendo las tareas que Dios me va pidiendo.

Viste que un día sentiste una inclinación en tu vida, que Dios te llamó a algo en la vida. Dios te regaló, a través de signos, de sentimientos, de la comprensión en la mente, de tu percepción interior, entendiste que necesitabas hacer esto en la vida. Yo necesité ser sacerdote. Tú necesitaste casarte. Quizás necesitaste decir “me gusta, siento inclinación por la medicina”, “siento inclinación por el trabajo manual, la artesanía”, “tengo vocación intelectual, siento que tengo que hacer un aporte a la humanidad en esto”. Y bueno, ¿y qué te pide Dios? Que aquella opción que hiciste, es nada más que responder a los designios que Dios tuvo para ti.
Cuando tú descubriste la voluntad de Dios, te abrazaste. Bueno ahora vaya siendo fiel a eso. Eso tiene un deber de estado, tiene formas propias, tiene tiempo, obligaciones, dedicación determinada.

¿Por dónde va la santidad? Por la fidelidad al cumplimiento de tu deber de estado. Tus obligaciones, hechas desde la fuerza de Dios, en comunión con Dios, con actitud de agradecimiento. Soy una persona casada, perfecto. Tengo un hogar, trabajo, toda mi tarea tiene un sentido. Yo no trabajo para tener plata y amasar dinero para tenerlo en mi bolsillo. Sino para que a mi familia no le falte. Para que tengan más posibilidades otros.

La voluntad de Dios es que seamos hermanos, por ejemplo, en la vida. Yo soy una persona que me relaciono con los demás. Cuánta gente queda fuera de mi fraternidad. ¿Por qué? No los tengo que amar a todos igual. Dios no quiere tampoco eso. Pero, ¿cuál es la voluntad de Dios? Que yo valore las personas, que descubra el talento de cada uno, que lo agradezca. Que sepa respetar los derechos del otro. Que sepa valorar la vocación del otro. Que sepa alentarlo al otro. Y cuando uno está enfermo, la voluntad de Dios es que yo lo atienda. Que no sea indiferente.

¿Cómo me hago santo en este tiempo? ¿Cómo soy un signo del reino de Dios en este tiempo? Cumpliendo la voluntad de Dios, en esto que me toca vivir.

Lo que Dios espera de mi, que sea fiel a mi vocación. Claro, cuando uno llega a veces, por ejemplo, yo estoy llamado al matrimonio, y hay tantos casos de separación o estoy llamado al sacerdocio. Y se descuida mi vida matrimonial o consagrada. Me dejo llevar por un cúmulo de cosas, pierdo la intimidad, pierdo la oración, pierdo el diálogo. Me voy dejando llevar por el nerviosismo y me voy encerrando mi condición humana, van reflotando sentimientos que me van encerrando en mí mismo. El punto de observación al futuro soy yo. Entonces me voy alejando, siento que mi vocación no era esta.

Muchas veces decimos que esto no es lo que Dios me pidió, me equivoqué en la vida. Y entonces siempre argumentamos, buscamos justificaciones para decir que esta no era la voluntad de Dios, que ahora recién estoy encontrando Su voluntad. Y muchas personas, incluso sacerdotes, y a veces cristianos que se casan, como no han cuidado ni entregado su vida en serio, no han sido fieles en lo poco, cuando llegan las consecuencias del abandono, de una seria vida espiritual, de una actitud vigilante y prudente; cuando llega la consecuencia que es la vacuidad (vacío y sin sentido). Entonces justifican. Y a veces, hasta cambiando estados de vida, o dejando su matrimonio para hacer otra familia, por ejemplo, entonces se justifican diciendo “ahora pueda rezar”; “ahora me siento bien”, pero el demonio es inteligente. Es astuto, no quiere que cumplamos la voluntad de Dios. Y nuestros sentimientos son engañosos, lo más fácil en la vida es engañarse a sí mismo. Entonces hay que ser muy humilde. Confrontarse con la verdad, ser fiel al proyecto de Dios, puede significar un gran dolor para mi vida personal, puede significar desgarramiento, sacrificio. La fidelidad no es fácil. No es una cosa sencilla, no es mágico el encuentro con Dios. Si yo rezo y me abro a la voluntad de Dios, no es que todo va a salir fácil, verdaderamente. Significa que Dios me va a dar una gracia, un espíritu para cargar una cruz. Jesús cargó una Cruz.

Se construye toda la voluntad de Dios con la fidelidad al plan de Dios. El que quiere ser mi discípulo dice el Señor-mire que realismo-, que cargue su cruz cada día y me siga. No es que hay que hay que cargar un mundo de dificultades. No. Sólo hoy hay que cargar esto concreto. Que me duele y tengo que hacerlo en amistad con Dios y con prudencia. Sabiendo que soy vulnerable. Es más, cuanto más amamos, más vulnerables nos hacemos. Cuanto más profundos somos, más dependemos. Mas necesitamos que nos expliquen, que nos lleven de la mano. Más necesitamos de los demás.

Al fundarse en la voluntad de Dios nuestra vida, que mi vida se haga según el proyecto de Dios, significa tener este realismo, y no hay alegría más grande que poder descubrir que somos amados, que somos elegidos, que tenemos quien nos ayude. Y cuanto se sufre cuando negamos esto.

Poner mi vida en la voluntad de Dios es poder caminar en la santidad. Y esto es posible hoy, y además hoy es necesario.

(fuente: www.radiomaria.org.ar)

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