Nos regala todo para que nos sorprendamos y encontremos variedad en la naturaleza y en las personas.
2.- Enseñarles a agradecer agradeciendo: Evitar en el trato diario esa mala costumbre de dar todo por hecho. Que vean que damos las gracias cuando nos ceden el paso, o cuando nos sirven los alimentos, o cuando nos atienden en un hospital, o cuando el maestro nos enseña.
3.- Darles ejemplo en el trato diario: En nuestra “casita sagrada”, de todo lo que unos hacemos por los otros, cumpliendo con nuestras obligaciones, expresándonos un agradecimiento aunque no haya visitas. Se aprende a agradecer agradeciendo.
4.- Estar lo más cerca posible del esposo, la esposa y los hijos, especialmente cuando atravesamos momentos de sufrimiento: Ahí es cuando hay que derramar ternura y aplicar la famosa “cariñoterapia” que recomienda el Papa Francisco, aprovechando el momento para recordarnos entre familia que Jesús nos quiere, que siempre está a nuestro lado pase lo que pase, y que hay que agradecer hasta los malos momentos, porque nos pueden llevar a reconocer a Dios y su misericordia en nuestra vida familiar. Así de grande es su amor de gratuidad. Como decía San Pablo: “Todo es para bien de los que aman a Dios” (Rom 8, 28).
5.- Reconocer en familia que los dones o talentos que hemos recibido de Dios han sido gratuitos: la unión, la alegría, la inteligencia, el sentido del humor, la dulzura, la empatía, la conversación agradable, la amabilidad, el ser deportista, el tener buen sazón, el carisma personal, entre otros muchos dones.
No podemos exigir a los demás algo a cambio de eso. ¿Cuánto cuesta dar un abrazo o regalar una sonrisa? ¿Cuál es el precio de escuchar durante media hora? ¿Qué nos quita el ir a visitar a un anciano o a un enfermo? ¿Cuál es el precio que hemos puesto a los minutos que nos ha dado Dios gratis?
6.- No sentirnos privilegiados porque tenemos “algo” que los demás no tienen: “¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿de qué te glorías?” (I Cor 3,7). Y de todo lo que hemos recibido gratis lo más grande es el amor de Dios, que Cristo mereció por nosotros.
Ahora Cristo nos pide que lo demos a los demás igualmente gratis, y lo podemos hacer en familia de un modo concreto: id y proclamad que el reino de los cielos está cerca.
escrito por Dulce María Fernández
(fuente: www.siame.mx)
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