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miércoles, 7 de mayo de 2008

Formación Integral: sus dimensiones y procesos (II parte)

3. EVANGELIZACIÓN

Corresponde a la dimensión mística (o teológica–teologal). Es un proceso de “educación de la fe” que, aunque es un don de Dios, también requiere la mediación humana (Rm 10,14). Y, además de creer, es necesario estar “siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que les pida razón de su esperanza” (1 Pe 3,15).

La dimensión mística de la persona es suficientemente comprensible por las palabras del salmista (Sal 42,2; 63,1) y por la clásica expresión de San Agustín: “Me hiciste para Ti, Señor, y mi corazón no descansa en tanto no repose en Ti”.

Toda persona indaga sobre su origen y destino, sobre el sentido de su existencia. La pregunta ”¿PARA QUÉ EXISTO?” sólo encuentra su plena respuesta en Dios. El joven, tal vez más que nadie, por encontrarse en una situación de búsqueda y opción, siente esta sed de Dios y lo busca de innumerables maneras.

La deficiente catequesis recibida en la infancia y la falta de apoyo familiar y eclesial para el desarrollo de su vivencia cristiana generan un vacío que necesita ser llenado. La gran mayoría de nuestros jóvenes está entre la vivencia acomodada de un “catolicismo sociológico” (recibido por simple herencia cultural), la indiferencia o la búsqueda de una respuesta personal.

Es común desconocer ese hecho y partir del principio de que “somos cristianos”, esperando o exigiendo de los jóvenes que ingresan en un grupo, compromisos que son incapaces de asumir. No se desarrolla un proceso creciente de educación en la fe, o porque se queman etapas o porque se permanece siempre en el infantilismo religioso.

El proceso de evangelización (o de re-evangelización, como prefieren llamarlo algunos) consiste en ayudar al joven a “experimentar y asumir a Dios como absoluto de su vida personal y de la Historia, que se revela y salva en Jesucristo, y a conocer y vivir los contenidos de la fe como opción personal, expresada en la adhesión de vida en una comunidad eclesial y en el servicio liberador a los hermanos”.

Nadie llega al compromiso cristiano sino por pasos. Los pasos de este proceso de evangelización son descritos por Pablo VI en Evangelii Nuntiandi (nn. 21–24).

En el caso de la Pastoral Juvenil, el proceso comprende:

• PRE-EVANGELIZACIÓN: Preparar el terreno, creando las condiciones para la acogida del mensaje salvador. Implica sensibilizar e inquietar: tomar conciencia de la propia situación (“de propia indigencia”) y del mal en la sociedad y de la consecuente necesidad de salvación. Implica, además, desmitificar imágenes falsas de Dios y de la Iglesia, cristalizadas en la infancia, cuestionar la superficialidad de su fe y despertar la admiración y el deseo de iniciar un camino en grupo para su crecimiento en la fe.

• RE-EVANGELIZACIÓN: El anuncio de Jesucristo y, especialmente, la explicitación de ese anuncio, mediante una catequesis adecuada (que lleve al descubrimiento de la verdad sobre Jesucristo, la Iglesia y el Hombre). Ese paso debe llevar a una primera conversión que se manifiesta en el cambio de mentalidad y de vida, en la adhesión a Cristo liberador y su Reino y en la conciencia de ser Iglesia, optando por seguir a Cristo en la comunidad” (EN 21-22).

• INICIACIÓN EN LA COMUNIDAD DE FE: Se trata de profundizar, manifestar y celebrar, comunitariamente, la primera conversión de manera más madura y participativa (EN 23). El joven manifiesta que es Iglesia y madura el sentido de serlo en tres campos, a saber:

Catequético: Profundización de temas catequéticos, comprendiendo siempre más los contenidos de la fe y dando razón de ésta a los demás.

Litúrgico: Celebrando con su pueblo los momentos fuertes, especialmente en los sacramentos que el joven ve relacionados con la vida.

Profético: Confrontación de la vida personal y social con el Evangelio; anuncio y denuncia y acción solidaria con los pobres.

• COMPROMISO APOSTÓLICO: Iniciado, progresivamente, especialmente en el paso anterior, la persona expresa una plena inserción en la Iglesia y en el servicio al mundo, como fruto de una actitud de búsqueda de la voluntad del Padre al estilo de Jesús.
Supone recordar el camino recorrido como Éxodo y Pascua y un proceso de discernimiento vocacional. Ese compromiso será vivenciado en el Compromiso Laical, en la Vida Religiosa o en un Ministerio Ordenado. El primero, en los diversos ministerios laicales dentro de la Comunidad Eclesial o en el servicio profético dentro de los organismos intermedios de la sociedad (EN 24).

4. CONCIENTIZACIÓN

Corresponde a la dimensión política y busca responder a las preguntas “¿Dónde estoy? y ¿qué hago aquí?”. Se trata de ayudar al joven a descubrir el mundo donde vive y su lugar en él, como sujeto de la historia. Se quiere, como afirma Puebla, “formar a los jóvenes de un modo gradual para la acción socio-política y el cambio de estructuras...” (Puebla 1196).

Incluye el fomento del sentido crítico y la capacidad de analizar la realidad; el discernimiento de las diferentes ideologías y el conocimiento de la Doctrina Social de la Iglesia. Implica ayudar al joven a integrar su dimensión de fe con el compromiso sociopolítico (Cf. CNBB, Estudios 44, No. 55).

Constatamos serias dificultades en la atención de este proceso. Innumerables grupos, movimientos y agentes de Pastoral lo desprecian completamente. Los propios jóvenes, anestesiados por el sistema dominante, en general no demuestran interés. Es verdad que no todos los jóvenes son iguales, hay diferencias y muchos jóvenes buscan la Pastoral Juvenil, justamente, por su inquietud social. Donde se verifica la preocupación por atender esta dimensión, ha sido común el riesgo de la “quema de etapas”, especialmente por la falta de paciencia y pedagogía de los más avanzados.

El proceso de concientización, como todos los demás, se da por pasos que necesitan ser tomados en cuenta. Estos pasos parecen ser:

• SENSIBILIZACIÓN: La mayoría de los jóvenes (especialmente los adolescentes) que llega a los grupos posee una conciencia ingenua y desinformada y está encerrada en el mundo de sus conflictos personales. Es necesario, antes que todo, romper ese círculo cerrado y llevar al descubrimiento del problema social. Ese descubrimiento se da, inicialmente, al nivel de sensibilización: el joven comienza a percibir los hechos y a tomar actitudes de compasión y solidaridad (manifestadas, a veces, por acciones asistencialistas). Aunque muchos jóvenes y grupos no pasan por ella, esta fase no puede ser despreciada por los asesores, cuando es verificada en el grupo. Debe ser superada progresivamente.

• CONCIENTIZACIÓN: Una pedagogía adecuada partirá de las actitudes de compasión y de las pequeñas acciones (así sean asistencialistas) de los jóvenes, para llevarlos al descubrimiento de las causas estructurales y a la realización de acciones siempre más transformadoras. Ese descubrimiento representa un salto cualitativo de la conciencia ingenua a la conciencia crítica, lo cual exige tiempo. Debe partir de las necesidades sentidas, de la realidad percibida y de las acciones realizadas. Mediante la revisión de esa acción y de su marco teórico implícito, con la ayuda de la mediación teórica de las ciencias humanas, el joven va tomando conciencia de la estructura social. A esto contribuye especialmente la formación teórica, mediante actividades complementarias (cursos, seminarios, lecturas) y la participación en los movimientos populares.

• ORGANIZACIÓN–MOVILIZACIÓN: El proceso de concientización tiene como ápice el compromiso en la acción organizada del pueblo para la transformación de la sociedad. O la creación de organizaciones que se movilizan en esa dirección. La importancia de la organización y de la acción organizada es sentida como consecuencia de los descubrimientos realizados.

Autor: P. Florisvaldo Saurim Orlando, CP
Instituto Nacional de Formación de Pastoral de Juventud “Cardenal Eduardo Francisco Pironio”

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