Esa imagen y semejanza de Dios deberá existir en todas y cada una de nuestras acciones exteriores e interiores. De tal forma que Dios pueda reflejarse y contemplarse a Sí mismo cuando se asome a la ventana de nuestro espíritu.
Cada acción del día de mañana deberá ser, pues, una semejanza de Dios. En cada una de ellas deberemos poder hallar un parecido de Dios por el que cuantos nos rodean puedan llegar a descubrirlo en nosotros.
Cada uno de nuestros actos deberá llevar un poco de la belleza de Dios, de la bondad de Dios, del amor de Dios. Así, más que vivir nosotros en el día de mañana, será Dios el que vivirá en nosotros.
tomado del Libro "Los cinco minutos de Dios" del Padre Alfonso Milagro
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