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jueves, 8 de octubre de 2009

Para reflexionar a partir del Padrenuestro (3º parte)

“SANTIFICADO SEA TU NOMBRE”

Las palabras “santificar el nombre de Dios” pueden parecernos extrañas a la mayoría de nosotros. ¿Qué quieren decir?.

Podríamos traducir santificar por “engrandecer”, “glorificar”. Santificar el nombre de Dios quiere decir: reconocer su grandeza y su gloria.

Quien escucha la palabra “oración”, lo primero que se piensa es en algo que se pide, en el grito de socorro de una persona que pide a Dios que le ayude a salir de una situación difícil.Sin embargo sólo podrá hacer una petición como es debido, aquel que conoce y reconoce la grandeza y el poder salvador de Dios.

Por eso, decir “Santificado sea tu nombre” es prioritario, es reconocer en el Padre a Dios y alabarlo, darle lo que le corresponde. Es como si dijéramos: ¡ Padre, sé tú quien decida en mi vida y en mi mundo!. ¡Que te reconozcan como Dios!. ¡Que se dé cuenta la gente que tú eres más importante que todas las grandes cosas que tanto nos atraen!. ¡ Qué todos vean que tú eres el Dios grande y que únicamente en ti tendremos paz!.

La señal de que nos hemos encontrado con Dios y la mejor alabanza, será darlo a conocer a otros, es decir, sentir el impulso de evangelizar porque ya no podemos concebir que un hombre pueda vivir sin encontrarse con Él.

Si hay algo que caracteriza a la mujer es la fecundidad, transmitir la vida. Si captamos lo que es el Padre, nos duele mucho saber que hay gente que vive sin darse cuenta quien es Él. Comunicar otra vida mucho más rica y profunda que la vida humana, la vida del Padre, es otra forma de fecundidad.

Para eso solo hace falta vivir como nos enseña el Evangelio, porque si “quien me ve a mí, ve al Padre”, quien esté en contacto con nosotros, en la calidad de nuestro amor, de nuestro trato, de nuestro respeto por sus sentimientos, podría descubrir que el motor de todo eso, no es una particularidad de nuestro carácter, sino algo más profundo, es un Dios que nos ama.

Quien ha experimentado la salvación en Jesús, no puede retenerla para sí. Si entendemos lo que Jesús nos da, esta idea tiene que instarnos y apremiarnos para que transmitamos a todos este don. Acaso cuando nos pasa algo importante, o vemos un espectáculo, o leemos un libro que nos gusta mucho, ¿no deseamos comunicarlo enseguida a nuestros amigos para que también ellos disfruten como nosotros?.

Podemos transmitir nuestra fe, como decíamos antes, con nuestro testimonio de vida y también con la palabra. Somos cristianos si estamos dispuestos a convertir la vida de Jesús en regla de nuestra vida, por eso estamos llamados a ser signo con nuestro proceder, de la bondad de Dios que ama a los hombres, de esa bondad que nosotras experimentamos en carne propia. No hace falta hablar mucho. Algunos se preguntarán cómo podemos vivir cristianamente nuestra condición de separadas de nuestro marido, enfrentando con buen ánimo y entereza todas las alternativas de esta situación, y tal vez lleguen a preguntarnos qué nos impulsa a obrar de esta manera.

Fortalecidas por la oración podremos actuar y hablar con naturalidad, movidas por nuestra convicción y confiando en lo que se halla prometido en el Evangelio de San Mateo: “No os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis; en su momento se os sugerirá lo que tenéis que decir; no seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros”. Mt. 10, 19-20.

VER: Mi persona

¿Cómo santifico el nombre del Padre?.
¿ El testimonio de mi vida y mis palabras, reflejan que reconozco la grandeza y el poder salvador de Dios?

Nuestro Mundo:

Citar el ejemplo de una persona que considero auténtica evangelizadora, fundamentando por qué.

JUZGAR:

Leamos: Mateo 5, 13 al 16
2da. Corintios 4, 5 al 10.

De acuerdo a estos textos ¿Cuándo mostramos a Cristo?

ACTUAR:

¿Qué defecto voy a corregir, que me impide ser luz entre quienes me rodean?

¿Qué acción evangelizadora voy a concretar como forma de santificar el nombre de Dios?.

COMPROMISO

Priorizo para esta semana un pasito concreto y sencillo para evaluar de crecimiento en mi relación con Dios.

(fuente: www.accioncatolica.org.ar)

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