Si somos cristianos, creemos que Dios tiene en sus manos el destino del mundo y nuestra vida; y creemos, al mismo tiempo, que Dios ha hecho al hombre libre y precisamente esa posibilidad de que podamos obrar el mal sin que Dios intervenga, es una posibilidad que nos revela lo mucho que Dios ama la libertad humana. Pero es una posibilidad que nos dice también, lo mucho que Dios espera de nosotros.
El gran don de la libertad constituye al mismo tiempo una ocasión de peligro, una tentación. El riesgo de Dios al crear al hombre libre, se convierte en riesgo del hombre.
Recordemos que la tentación no es un pecado, Cristo es semejante a los hombres en todo, menos en el pecado, pero Cristo fue tentado. Está claramente explicitado en el Evangelio.
No tenemos que sentirnos culpables de ser tentados. La tentación forma parte de la condición humana, de nuestra condición de peregrinos, pero debemos tener el arte de evitar meternos en la cueva del oso. Tenemos que “evitar caer en la tentación”.
Es bueno tener “olfato” , aprender de las propias caídas, de los errores y vivencias cercanas y así ayudarnos a nosotros mismos.
La experiencia dice que un medio eficaz para aminorar las tentaciones es no esconderlas, sino sacarlas a la luz, conversarlas con un sacerdote o con una buena amiga, con un especialista que pueda ayudarnos a ver con claridad.
Existe la tendencia de atribuir excesivo valor a los medios humanos para combatir la tentación, como la higiene, la buena formación de conciencia y la sana educación; estos son ciertamente útiles pero insuficientes.
La tentación, tanto en forma de prueba como de seducción, nunca debe abatirnos o desanimarnos. A veces, la certeza de nuestras limitaciones nos hace caer, al pensar que no tenemos fuerzas suficientes para combatir, pero la confianza en Dios es el recurso seguro contra cualquier asalto.
Decíamos que Jesús también sufrió tentaciones; es una forma de demostrarnos su condición humana y por lo tanto advertirnos de que no estamos exentos de ellas, como así también, de enseñarnos como combatirlas e infundirnos confianza y nos sentiremos fortalecidos.
San Mateo refiere que Jesús exhortaba de esta manera a sus discípulos en Getsemaní: “Velad y orad para no caer en tentación”. Y San Pablo pone en guardia a los corintios contra una equivocada seguridad en sí mismos: “el que se cree seguro, ¡cuidado, no caiga! pero, a continuación inmediata, San Pablo consuela con fe a la comunidad: Dios es fiel, y no permitirá que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas”.
“No nos dejes caer en la tentación”, es como decir: No permitas Señor, que me aparte jamás de ti.
VER. Mi persona:
¿Para qué uso la libertad que Dios nos da?.
¿Cómo actúo ante la tentación?
- cedo fácilmente?.
- Qué hago para resistirla?
- La utilizo como una ocasión de crecimiento?.
Nuestro mundo:
Para qué usa la libertad el hombre contemporáneo?.
Dar un ejemplo concreto.
JUZGAR:
Leamos: Hebreos 12, 1 al 4.
Efesios 6, 11 al 18.
Según estos textos, ¿Cómo debemos enfrentar la tentación?.
ACTUAR:
¿Qué voy a hacer para evitar o resistir alguna tentación que padezco?.
¿Qué puedo hacer para esclarecer la conciencia de alguien que usa imprudentemente su libertad? .
COMPROMISO.
Priorizo para esta semana un pasito concreto y sencillo para evaluar de crecimiento en mi relación con Dios.
(fuente: www.accioncatolica.org.ar)
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