La Astrología está prohibida en la Biblia (Deuteronomio 18, 10) y ha sido condenada por la Iglesia Católica.
La Astrología lleva al hombre a confiar en falsas predicciones basadas en los astros
y a no confiar en la Providencia Divina.
La Astrología es una pseudo-ciencia, que pretende descifrar la influencia determinante que supuestamente tienen los astros sobre los seres humanos, y a la vez predecir el futuro. Pero según la Biblia y la enseñanza cristiana, los astros son también creados por Dios, y como tales, están sometidos a Su Voluntad. No tienen ningún poder sobre la voluntad de los seres humanos, pues Dios ha creado al ser humano libre -libre, entre otras cosas, de cualquier determinismo de los astros- y, además, lo creó responsable para decidir y capaz de rendirle cuenta por sus actos.
Por cierto se basa la Astrología en la creencia errónea -quizá por su antigüedad (5.000 años)- de que la tierra es el centro del universo y está rodeada por las 12 Constelaciones del Zodíaco. A esta fundamentación equivocada de la Astrología hay que agregar el hecho de que la tierra ha variado su eje de inclinación en una diferencia de treinta días. Este fenómeno, aunado a posteriores hallazgos en Astronomía -como el de nuevas Constelaciones, la 13 y la 14- que no han estado contempladas en esta pseudo-ciencia, muestran la inexactitud de los cálculos de fechas de los llamados signos zodiacales. (cfr. Astrónoma Jacqueline Mitton, Diario El Universal, Caracas, 21-enero-95).
No es de extrañar, entonces, que numerosas predicciones hechas por conocidos Astrólogos hayan quedado sin cumplirse. Una de estas famosas equivocaciones fue la predicción de que Jacqueline Kennedy, la viuda del Presidente John Kennedy, no volvería a casarse, y lo hizo con Aristóteles Onassis.
La Astrología existe desde la antigüedad, y no hay que confundirla con la Astronomía, que sí es una ciencia que verdaderamente estudia los astros y su funcionamiento.
La Astrología está condenada en la Biblia en forma bastante fuerte y solemne en Isaías 47, 13-14: “Los que describen los cielos y observan las estrellas y te dan a conocer cada mes lo que te sucederá, serán todos como paja que devora el fuego, ninguno de ellos podrá salvarse del poder de las llamas”. Además la Astrología y la Adivinación están prohibidas en forma clara en Levítico 19, 26 y 31; Deuteronomio 18, 1; Gálatas 5, 20, y han sido condenadas por la Iglesia Católica.
La enseñanza de los Padres de la Iglesia ha identificado la Astrología, de manera unánime, a lo largo de los siglos, como una forma de someterse al control de los espíritus diabólicos. Entre los Padres de la Iglesia que han estudiado este asunto está San Agustín, quien después de analizarlo agrega en sus Confesiones, un toque práctico: “... cuando las predicciones basadas en la observación de las estrellas resultan verdaderas, es debido a la casualidad y no a la lógica”. Y concluye su comentario con una oración de total dependencia de Dios.
La inutilidad de la Astrología queda muy bien expuesta en el episodio del Profeta Daniel y Rey Nabucodonosor, quien estuvo a punto de ejecutar a los adivinos y astrólogos de Babilonia que no pudieron interpretar su sueño. Daniel explica el problema al Rey: “No hay sabios, ni adivinos, ni magos, ni astrólogos que puedan revelar al Rey el misterio que quiere saber; pero hay un Dios en el Cielo que revela los misterios...” (Dan. 2)
A esto hay que agregar que las predicciones basadas en las influencias astrales niegan la libertad del hombre y pretenden limitar la Providencia de Dios, Quien es el único que conoce el futuro, así como minimizar la responsabilidad del ser humano por sus acciones al pretender que la influencia de los astros puede ser determinante de la conducta humana. Más aún, la Astrología en todas sus manifestaciones, incluyendo la consulta del Horóscopo, así como otras formas de Adivinación para tratar de conocer el futuro, llevan al hombre a depender de falsas predicciones y no a confiar en la Providencia Divina, alejándolo además de la enseñanza clara de Jesucristo sobre el porvenir que leemos en Mateo 6, 25-34, la cual concluye así: “No se preocupen del mañana; el mañana se preocupará de sí mismo”.
(fuente: www.buenasnuevas.net)
No hay comentarios:
Publicar un comentario