Miguel Rúa iniciaba los cursos de Filosofía por dos años (1853‐54 y 1854‐55) bajo la tutela de docentes diocesanos, quienes enseñaban en el seminario. Por la difícil situación política, al primer año asistían tan solo un par de estudiantes; al segundo, Miguel era, aparentemente, el único. Algunos de sus apuntes de clase (nítidos, ordenados y rigurosos) todavía se conservan. Las clases le empleaban tan solo dos horas de su tiempo diario por lo que, además, de ocuparse de ellas, diligentemente, podía dedicarse, devotamente, a asistir y orientar a los internos del Oratorio.
Los domingos los pasaba en el Oratorio de San Luis, al lado sur de la ciudad, una ocupación a la que se dedicaba sin escatimar esfuerzos y que extenuaba su frágil condición hasta el límite.
2. Miguel Rúa, durante la epidemia de cólera (verano de 1854)
A mediados de Julio, una serie de anuncios comenzaron a aparecer en todas las esquinas de la ciudad de Turín, alertando a la población sobre la proximidad de la epidemia. En ellos, el alcalde describía los preparativos que se estaban implementando para enfrentarla. En el Oratorio, Don Bosco, para prevenir el contagio, redistribuyó a los jóvenes de los dormitorios superpoblados, los higienizó y los dotó de sábanas y toallas nuevas.
Pero Don Bosco no se contentó con hacer del Oratorio un ambiente “seguro”. Contempló las necesidades y generosamente respondió a diferentes solicitudes. Pidió voluntarios entre los jóvenes mayores y la respuesta fue inmediata y de corazón por lo que pudo enviar una lista de catorce nombres a las autoridades. Sabemos que este listado (aunque no existente) incluía a Miguel Rúa (17 años), Juan Cagliero (16 años) y a Juan Bautista Anfossi (14 años). Don Bosco aseguró a sus voluntarios de que permanecerían inmunes a la enfermedad si tomaban las medidas higiénicas debidas, evitaban el pecado y tenían fe en la protección de María.
Fue completamente una experiencia nueva y aterradora para estos jóvenes, particularmente para el clérigo Rúa, enfrentarse a los horrores individuales de gritos, contorsiones y los dolores característicos de los agonizantes de esta enfermedad.
Es increíble, casi milagroso, que ninguno de los voluntarios de Don Bosco haya contraído la enfermedad.
3. Los votos privados del clérigo Rúa
La declaración de un testigo ocular, refiriéndose a Octubre de 1854 y citado por Amadei, confirma la creciente ascendencia de Miguel Rúa en el Oratorio. Éste establece que Don Bosco lo elegía para trabajos de gran responsabilidad aun cuando tenía a otros a su disposición que eran mayores y quizá, más capaces (Rocchietti, por ejemplo). Pero la sorpresa de ese testigo se tornó en admiración cuando vio el respeto y el cariño que los muchachos le tenían a Rúa como su superior y como representante de Don Bosco. Era evidente que éste le tenía una gran estima, un especial afecto y que se había formado planes sobre él.
Mientras cultivaba a aquellos que eran capaces de comprometerse, Don Bosco concentraba su atención y cuidados en Rúa, quien sin ninguna manifestación externa llamativa se iba preparando para ingresar en la sociedad religiosa El otoño y la primavera de 1854‐55 fueron tiempos de formación espiritual, una especie de noviciado. Con el permiso y la animación de su director espiritual y confesor (Don Bosco), Rúa empezó a recibir la Eucaristía todos los días.
La conferencia semanal que Don Bosco daba en su habitación para aquel grupo de discípulos de quienes dependería el trabajo futuro, le dieron la oportunidad para un crecimiento espiritual y un compromiso constante. Él modelaba su vida espiritual, su oración profunda y su actividad, exhausta y sin escatimar esfuerzos en beneficio de los jóvenes del Oratorio y los internos en el Hogar. Las virtudes de Don Bosco, su unión con Dios, el estar alcance de todos, su comportamiento amigable se convirtieron en la regla de vida para Miguel Rúa: ser otro Don Bosco.
Para el mes de marzo, Miguel había comprobado ser tan maduro espiritualmente, tan consustanciado con en el trabajo del Oratorio y de la casa y tan comprometido con su formación intelectual que Don Bosco lo juzgó preparado para el siguiente paso significativo, la profesión religiosa de sus votos. El 25 de este mes de 1855, fiesta de la Anunciación, en la habitación de Don Bosco, arrodillado delante del crucifijo, el clérigo Rúa hizo votos privados como Salesiano, cuatro años antes de la fundación de la sociedad de San Francisco de Sales.
4. Contexto histórico-político en 1850-1870
En alianza con Francia, el reino de Piamonte interviene en la guerra de Crimea, y el resultado victorioso de su participación en la misma logra la posibilidad de plantear la expulsión de los ejércitos austríacos de Italia y unificar el norte bajo la monarquía de los Saboya.
Austria se opuso a esta política, e invadió Piamonte, dando origen a la Segunda Guerra de la Independencia. Los ejércitos, francés y piamontés, derrotaron al austriaco y ocuparon Milán. Al mismo tiempo Garibaldi y sus voluntarios ocuparon ciudades al norte de la Lombardía. Pero sin consultar a su aliado, Francia pactó un armisticio con Austria, aunque a la vez habilitó en 1859 el anexamiento por parte del Piamonte de las regiones de Italia Central.
En 1860 Garibaldi conquista el sur de Italia, e invade gran parte de los Estados Pontificios, produciéndose la primera unificación de Italia. Sin embargo, Austria todavía poseía el Véneto y Venecia. El Papado poseía Roma y la región de Lazio. El Véneto sería anexionado a Italia durante la Tercera Guerra de Independencia en 1866. Roma y sus territorios circundantes, durante la ocupación italiana de 1870.
5. El progreso vocacional de Miguel Rúa (1855-1861)
Mientras se desarrollaban todas estas situaciones políticas que afectaban a Italia y a otras naciones católicas de Europa, Miguel Rúa estaba totalmente imbuido en la vida del Oratorio de Valdocco y haría sucesivamente, de Director de los Oratorios de San Luis y del Ángel Guardián. En Valdocco sería el director de estudios de la recién establecida escuela secundaria, organizaba la supervisión de los talleres, presidía la Compañía de la Inmaculada Concepción y la Sociedad de San Vicente de Paúl, de la que estableció una rama también en el Oratorio de San Luis.
Al mismo tiempo estaba seriamente comprometido con sus estudios de Filosofía (1853‐54 y 1854‐55) y de Teología (1855‐56‐57‐58‐60), asistiendo a clases en el seminario. Rúa completaba las reducidas dos horas de clase en éste, con horas intensas de estudio personal llegando hasta las dos y media horas de la madrugada todos los días. Sus cuadernos de notas, impecablemente ordenados y fechados, guardados en el Archivo Salesiano Central, son fieles testigos de su aplicación y concentración. Entre la variedad de sus intereses personales estaba el aprendizaje del francés, idioma que dominó con mucha destreza. También emprendió el estudio del Griego y Hebreo en vistas a la interpretación de la Biblia.
6. Primeros pasos para la fundación de la Sociedad Salesiana
Don Bosco conversa con el ministro Urbano Rattazzi sobre la forma de continuar el trabajo en el Oratorio, llegando a la conclusión de formar una asociación de ciudadanos libres ante las cuales el Estado no podría oponerse, en cuanto a sus fines de beneficencia.
Acompañado por Rúa, Don Bosco planificó su viaje a Roma para encontrarse con el Papa Pío IX para buscar su consejo y bendición para la Sociedad que intentaba fundar y hacer de su primera visita a Roma, en compañía de su hijo amado, una santa peregrinación para templar su espíritu en el centro del catolicismo y de la cultura Cristiana. Del viaje y estadía en Roma Miguel elaboró un diario que desafortunadamente quedó sin completarse.
El 9 de marzo fueron conducidos ante la presencia del Papa. Luego de los saludos y presentaciones, Don Bosco le indicó al Papa que tenía una consulta privada que hacerle. Rúa abandonó la habitación, Don Bosco esbozó, en líneas generales, el concepto de sociedad religiosa que estaba planeando. El Papa estuvo de acuerdo pero añadió: “Es necesario que establezca una sociedad en la que el Gobierno no pueda interferir y en la que, al mismo tiempo, no se contente con sujetar a sus miembros con meras promesas, de lo contrario nunca estaría seguro de su sentido de pertenencia ni sabría si podría contar con ellos para un período prolongado de tiempo.” Después de esta sesión privada el clérigo Rúa regresó a la habitación y el Papa terminó la audiencia con una bendición especial.
El 6 de abril, junto con el P. Leonardo Murialdo (Director del Oratorio de San Luis), Don Bosco y Rúa tuvieron una segunda audiencia, para despedirse y agradecer la atención que Pío IX había tenido hacia ellos.
El 14 de Abril, partieron de Roma y llegaron de vuelta a Turín el día 16. Los dos meses en Roma, compartiendo emociones, experiencias y actividades fortalecieron la relación entre maestro y discípulo. Un lazo que nunca se rompería.
7. Fundación de la Sociedad Salesiana
Desde su conversación con Rattazzi en 1857, Don Bosco había venido poniendo por escrito “lo que se venía haciendo en el Oratorio” como regla de vida. Ahora que el Papa le había trazado el “Doble Cimiento” para una congregación religiosa ya no lo dudaba.
A finales de 1858/principios de 1859, Miguel Rúa, bajo la supervisión de Don Bosco, transcribía un manuscrito para producir un primer borrador de las “Constituciones de la Pía Sociedad Salesiana”.
Pero Miguel necesitaba completar sus estudios teológicos iniciados en 1856. Su cuarto año de Teología fue interrumpido por los dos meses que pasó en Roma, pero no tuvo ningún problema para reincorporarse al estudio y terminarlos de manera sobresaliente.
Al mismo tiempo Don Bosco insistía en el proyecto de la Sociedad. En la Fiesta de la Inmaculada Concepción anunció una reunión especial que tendría “con sus ayudantes”. Ésta se efectuó en sus habitaciones la noche del 9 de Diciembre de 1859. Allí les habló de la sociedad religiosa que venía considerando y les sugirió que pensaran muy bien el asunto. Aquellos que decidieran formar parte de ella se reunirían, nuevamente, con él el 18 del mismo mes.
A este punto, Rúa vestía ya el hábito clerical pero no había recibido todavía ninguna de las órdenes eclesiásticas. El sábado 10 de diciembre de 1859 hizo un retiro espiritual con los Sacerdotes de la Misión para preparase a recibirlas. El domingo 11 de Diciembre (durante el retiro) el Obispo Balma le confirió cuatro órdenes menores, y el sábado 17 de Diciembre, el mismo Obispo lo ordenó subdiácono.
El 18 de Diciembre de 1859 Don Bosco efectuó la reunión prometida el día 9, en su pequeña habitación. Dieciocho personas (incluyendo al P. Alasonatti) se le apersonaron para la fundación de la Sociedad. El acta de fundación, ampliamente difundida, nos relata este acontecimiento, presentando a quienes se reunieron allí, sus intenciones y sus pasos.
Rúa fue elegido director espiritual “por unanimidad”. Tendría a su cargo tres importantes tareas: especial cuidado de los novicios, aconsejar al Rector y supervisar la vida moral de la comunidad.
8. La Ordenación diaconal de Rúa
Al momento de la fundación, diciembre de 1859, y hasta mediados del año 1860, Miguel Rúa continuaba recibiendo clases en el seminario mientras llevaba adelante toda clase de actividades en el Oratorio y preparándose para su ordenación sacerdotal.
El 17 de Marzo de 1869 hizo ejercicios espirituales en la Casa de la Misión en preparación para su ordenación diaconal. El Obispo Balma lo ordenó diácono el 24 de Marzo.
La situación entre los años 1859 y 1860 fue problemática, en el contexto de la anexión al Piamonte de las regiones norte y central de Italia, el abandono por parte de Francia de su compromiso de protección al Papa y a los dominios pontificios y de los abusos policiales durante las inspecciones en el Oratorio. Esto puede evidenciarse en una carta que Don Bosco le escribió en la víspera de su ordenación sacerdotal:
“San Ignacio en Lanzo, 27 de Julio de 1860.
A mi amado hijo, Miguel Rúa, ¡saludos en el Señor! Me escribiste una carta en francés y lo hiciste bien. Pero sé un galo [un francés] solamente de lengua y discurso; en espíritu, corazón y acción sé romano, generoso y sin temor.
Quiero que sepas y, por consiguiente, que lleves en el corazón lo que voy a decirte: muchas tribulaciones te esperan pero mientras las padeces, el Señor nuestro Dios te dará consuelo en abundancia.
Sé un ejemplo de dedicación al trabajo, de búsqueda de consejo y sé constante en hacer aquello que agrada a la vista del Señor.
Combate al maligno y espera en Dios. En la medida de mis posibilidades estaré para ti, siempre y completamente.
Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo esté siempre con nosotros. ¡Hasta pronto!
P. J. Bosco.
9. 29 de julio de 1860: Miguel Rúa, sacerdote
El diácono Rúa comenzó el retiro preparatorio de su ordenación el 21 de Julio de 1860. El 28 llegó a Caselle Turinés, en donde la ordenación se llevaría a cabo al día siguiente, 29. Miguel debió haber pasado la noche en oración, porque a la mañana del día 29 su cama parecía como si nadie hubiera dormido en ella. El prelado ordenante, Juan Antonio Balma, en una ceremonia muy privada, le confirió el presbiterado al diácono Rúa en la capilla de Santa Ana.
El P. Miguel Rúa y sus acompañantes regresaron al Oratorio ese mismo día 29 y en la mañana celebró su “primera Misa” asistido por Don Bosco. Por la noche, este último pidió a la numerosa comunidad del Oratorio una ovación de pié para el recién ordenado.
La verdadera celebración en honor del novel sacerdote tuvo lugar el domingo siguiente 5 de Agosto. Los jovencitos del Oratorio del Ángel de la Guarda (del que Miguel era Director) se unieron a cientos de internos del Oratorio de Valdocco. Todos ellos recibieron la Eucaristía y Miguel celebró la Misa Solemne con el acompañamiento de los cantos y la música de los jóvenes.
Después de la Misa de la tarde, hubo un prolongado entretenimiento con discursos, recitaciones en prosa, emulaciones poéticas y alabanzas al P. Rúa, quien escuchaba humilde y apaciblemente todo el afecto y veneración del que era investido. Uno solamente podría imaginarse la alegría y el orgullo de la Sra. Rúa por los honores conferidos a su único hijo sobreviviente.
10. Un recuerdo de Don Bosco
Don Bosco, terminadas las festividades, le dejó a Miguel un recuerdo que fue, a la vez, tanto un programa de vida como una profecía.
“Verás el trabajo Salesiano trascender las fronteras de Italia y asentarse en muchas partes del mundo. Se “Romano”: que te apremie la caridad de nuestro Señor Jesucristo y de su Vicario en la tierra, una caridad universal. Abre generosamente tu corazón a los anhelos y latidos de toda la humanidad.
Tendrás mucho que hacer pero también mucho que sufrir porque así como crecen las rosas, crecen también las espinas. Y, tú sabes mejor que nadie que solo atravesando el mar Rojo y el desierto se puede alcanzar la Tierra Prometida. Toma los sufrimientos con coraje en la certeza de que aun aquí en este mundo no faltarán la fortaleza y la ayuda del Señor.
Para el éxito de tu misión sigue estas orientaciones: una vida ejemplar ‐inmensa prudencia‐ gran firmeza en el trabajo por la salvación de las almas, incansable lucha contra Satanás e inquebrantable confianza en Dios”.
Miguel Rúa ponderaba los sabios consejos de Don Bosco, y hacía de ellos su regla de vida.
En base de un trabajo del P. Arthur Lenti, SDB
(fuente: www.donbosco.org.ar)
(fuente: www.donbosco.org.ar)
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