En aquel tiempo, los Apóstoles dijeron al Señor: "Auméntanos la fe". El Señor les contestó: "Si tuvieran fe, aunque fuera tan pequeña como una semilla de mostaza, podrían decir a ese árbol frondoso: 'Arráncate de raíz y plántate en el mar', y los obedecería. ¿Quién de ustedes, si tiene un siervo que labra la tierra o pastorea los rebaños, le dice cuando éste regresa del campo: 'Entra enseguida y ponte a comer'? ¿No le dirá más bien: 'Prepárame de comer y disponte a servirme, para que yo coma y beba; después comerás y beberás tú? ¿Tendrá acaso que mostrarse agradecido con el siervo, porque éste cumplió con su obligación? Así también ustedes, cuando hayan cumplido todo lo que se les mandó, digan: 'No somos más que siervos, sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer"'.
Palabra del Señor.
Gloria a ti Señor Jesús.
El Evangelio nos habla de la necesidad de tener una Fe “capaz de mover montañas” y de trasplantar árboles. También sabemos que cuando los Apóstoles le pidieron al Señor que les aumentara la Fe, El les hace un requerimiento: tener un poquito de Fe, tan pequeña como el diminuto grano de mostaza (cf. Lc. 17, 5-10).
Con esta comparación el Señor quiere indicarnos que la Fe es a la vez don de Dios y voluntad nuestra. O, como dice el Catecismo de la Iglesia Católica: La Fe es una gracia de Dios y es también un acto humano (cf. CIC #154).Si la Fe es, entonces, un regalo de Dios, como todo regalo, hay que recibirlo y aceptarlo, para poder aprovecharlo.
En efecto, la Fe es una virtud sobrenatural infundida por Dios en nosotros. Pero para creer también es indispensable nuestra respuesta a la gracia divina; es decir, también se requiere un acto de nuestra inteligencia y de nuestra voluntad, por el que aceptamos creer.
Sin embargo hay una desviación muy marcada en nuestros días que consiste en exigir que todo sea comprobable, verificable, visible. Por cierto, es una desviación que siempre ha estado presente. No tenemos más que recordar a Santo Tomás.
Sucedió que este Apóstol no estuvo presente en la primera aparición de Jesús Resucitado a los demás discípulos. Y Tomás pidió comprobación, manifestando que se negaría a creer en la Resurrección de Cristo si no metía sus dedos en las heridas de las manos y su mano en la abertura del costado del Resucitado. Sabemos lo que sucedió: apareció Cristo una segunda vez y reprendió fuertemente a Tomás, luego de tomarle la mano para que hiciera lo que se había atrevido a requerir. (cf. Jn. 20, 19-28)
Ahora bien, los seres humanos somos muy parecidos a Santo Tomás cuando se trata de verdades sobrenaturales: requerimos “meter el dedo en la llaga”. Sin embargo, no nos darnos cuenta de que tenemos fe natural que nos lleva a creer cosas para las que no requerimos comprobación. Un ejemplo evidente de esta fe natural confiada es la aceptación de nuestros antepasados no conocidos. ¿Quién de nosotros se ha atrevido a pedir una partida de nacimiento o de defunción para estar seguro de que tal persona es nuestro abuelo o nuestra bisabuela o nuestro tío?
Existe, entonces una Fe con “F” mayúscula y existe también una fe meramente humana, por la que creemos en algo que se nos dice, como podría ser una historia, un suceso que se nos relata, o un fenómeno comprobable científicamente.
Pero hablemos de la Fe sobrenatural. Esta, que es a la vez gracia de Dios y respuesta nuestra, nos lleva a creer todo lo que Dios nos ha revelado y, además, todo lo que Dios, a través de su Iglesia, nos propone para creer. Por eso se dice que las verdades de nuestra Fe están contenidas en la Sagrada Escritura y también en la enseñanza de la Iglesia Católica. Y esas verdades no son necesariamente comprobables o comprensibles con nuestra limitada inteligencia humana. Son verdades que creemos por la autoridad de Dios, no por comprobación humana.
Pueda que la Fe sea supra-racional, pues a veces está por encima de la razón, por encima de lo que nos cabe en nuestro cerebro. Pero la Fe nunca será irracional, pues no puede estar opuesta a la razón. Es más: las verdades científicas no pueden estar opuestas a las verdades de Fe, pues la verdad es una sola. La Fe es más segura que cualquier conocimiento humano y, tarde o temprano, la ciencia se encuentra con la Fe, pues las realidades materiales y las realidades sobrenaturales tienen un mismo origen: Dios. (cf. CIC # 157 y #159).
(fuente: www.homilia.org)
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