Carta pastoral del obispo de Córdoba ante el 25 de marzo
MADRID, jueves 22 marzo 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos la carta pastoral del obispo de Córdoba, monseñor Demetrio Fernández, con motivo de la próxima fiesta de la Encarnación, el 25 de marzo.
+ Demetrio Fernández
El 25 de marzo nos habla del misterio de la Encarnación del Señor en el seno de María virgen por obra del Espíritu Santo. Nueve meses antes de la Navidad, el Hijo de Dios ha entrado en el mundo milagrosamente, virginalmente, y se ha sometido a las leyes del crecimiento humano. Ha sido un embrión, un feto que ha madurado en el seno materno, ha sido dado a luz y ha vivido una vida humana como la nuestra. Coincidiendo con este día, celebramos la Jornada por la Vida, este año con el lema “Ama la vida, toda la vida”.
Somos amigos de la vida, porque toda vida humana es un don de Dios para el hombre, toda vida humana es sagrada, desde su comienzo por la fecundación hasta su muerte natural. Hay leyes que no tienen en cuenta esta realidad, y dejan al arbitrio de la madre y de los que deciden con ella la posibilidad de matar al propio hijo en el seno materno. Todo un negocio, que esconde beneficios de millones de euros. En España, más de un millón de muertos. En Andalucía, cerca de 200.000. En Córdoba, en torno a 12.000. Cifras de los últimos diez años. Se trata de una verdadera sangría. Más muertos que en la guerra, una guerra silenciosa en contra de la vida, que además es presentada en tono de progreso. Nunca la muerte de un ser humano puede ser un progreso. Con la falta que nos hace repoblar nuestras tierras con sangre nueva ante el envejecimiento acelerado de la población.
Por otra parte, recibimos con satisfacción la sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (18.10.2011), que considera todo óvulo después de la fecundación como un “embrión humano”. Urge, por tanto, defender la vida en sus inicios, apoyar a las madres que quieren llevar adelante su embarazo, aunque haya sido no deseado. Son necesarias políticas familiares que alienten la maternidad y la apoyen. Se necesita una formación afectivo-sexual de los jóvenes y de los adultos que rompa el cerco de la anticoncepción, una mentalidad que se opone a la vida como si fuera una desgracia el nacimiento de un nuevo hijo.
La vida debe ser amada y respetada en todas sus fases. De ahí brota el respeto a toda persona, incluso a los más débiles e indefensos, a los discapacitados, a los que necesitan más ayuda para desenvolverse o sobrevivir. El Consejo de Europa (25.01.2012) ha aprobado recientemente una resolución por la que dictamina que “la eutanasia, en el sentido de la muerte intencional, por acción u omisión, de un ser humano en función de su presunto beneficio, debe ser prohibida siempre”, y especifica que “en caso de duda, la decisión siempre debe ser pro-vida y a favor de la prolongación de la vida”.
La proclamación del valor de la vida humana por parte de la Iglesia Católica, que en muchos casos se ha quedado sola, va teniendo cada vez más eco en las instituciones y en la conciencia de mucha gente. Hoy percibimos un movimiento provida cada vez más fuerte por parte de personas de todo tipo, sobre todo jóvenes. En USA se está librando en estos meses una batalla decisiva en este campo, donde los obispos católicos se han puesto al frente de la defensa de la vida en todas sus fases. El negocio contra la vida produce ingresos de millones de euros, es un tremendo negocio, pero la vida humana no tiene precio, es de un valor infinitamente más alto que el dinero.
La campaña de la Iglesia católica en España nos recuerda este año: “Ama la vida, toda la vida”. Es decir, sé amigo de la vida, de toda vida, durante toda la vida. Defiende esa vida, más todavía si es débil e indefensa, en cualquier fase de su existencia. La sociedad tiene en este tema un termómetro para medir su salud. Vale la pena luchar en esta batalla a favor de la vida. Contamos con la ayuda de Dios, como David ante el gigante Goliat. Contamos con la intercesión de María, madre de la vida, que en este día 25 de marzo acogió en su seno virginal el fruto bendito de su vientre, Jesús.
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