A los 62 años, muchos están pensando en la jubilación o en disfrutar de una vida cómoda, tras años de arduo trabajo. Este no es el caso de Antonio Salvador Pablo De Iacovo, quien el domingo fue ordenado como sacerdote en la parroquia “Nuestra Señora del Carmen”, de Bella Vista, iniciando así, una nueva y desafiante etapa de su vida. La ceremonia fue presenciada por cientos de fieles de la comunidad que hace un año lo recibió, por su madre Rosario Siciliano, y por uno de sus hijos, ya que el nuevo presbítero retomó su vocación después del fallecimiento de su esposa, con quien estuvo casado más de 30 años.
El arzobispo de Corrientes, monseñor Andrés Stanovnik, con quien el nuevo sacerdote, allá por 1968, compartió los primeros años de estudio en el seminario y presenció su casamiento, fue el encargado de ordenarlo. Se volvieron a encontrar, uno ya siendo Arzobispo y el otro retomando sus estudios de Teología, con la firme decisión de entregar su vida al sacerdocio y trabajando pastoralmente en barrios humildes de Don Torcuato, en Buenos Aires, mientras continuaba su actividad de programador de computadoras para diversas empresas.
Acompañaron en ese trascendental momento en la vida de Antonio, el Vicario General de la Arquidiócesis, José Billordo; y sacerdotes de Corrientes, San Miguel, Saladas, San Roque, Mburu-cuyá, y del Seminario “La Encarnación”. De Iacovo comenzó a conocer la Iglesia particular de Corrientes en 2009, en plena epidemia de Gripe A, y se instaló definitivamente en febrero del año pasado en nuestra provincia. También estuvieron presentes muchos amigos que llegaron desde las comunidades bonaerenses en representantes de seis diócesis, según destacó Antonio.
Transcurridos los diferentes momentos de la emotiva ceremonia, donde fue ungido como sacerdote y proclamado como tal, alrededor de las 20.50, Antonio recibió las felicitaciones de la comunidad que lo adoptó desde hace un año en la cual acompaña a la pastoral penitenciaria y a otros grupos parroquiales y donde, además, da clases de Latín en el Instituto de Formación Docente.
Notablemente emocionado, el padre Antonio agradeció “a los sacerdotes que lo guiaron en su vocación, al pueblo de Bella Vista que hace dos años no sabía ni siquiera quién era yo y que me abrió las puertas como a un hijo más”. También mencionó a monseñor Andrés “quien fuera mi compañero de facultad y que esta noche me ordenó, y a Dios porque entendí que en mi camino sólo debo decir que sí a lo que El me propone”, expresó.
Al relatar su experiencia de vida y el proceso que lo fue llevando a esta decisión, que implica para una persona de su edad un nuevo comienzo, Antonio señalaba convencido de su palabras, que “si uno sabe escuchar y está atento, Dios te lleva con suavidad, invitándote entre muchas opciones a seguirlo y no se enoja ante las decisiones que uno elija”. Asegura que “a todos Dios nos quiere santos, desde el lugar en el que estamos”.
Antonio compartió gran parte de su vida con María Elena que murió en 2007. Con ella tuvo cuatro hijos, Patricio, Manuel, Antonio Sebastián y Cecilia, todos residen en el barrio Caba-llito de Capital Federal.
Si bien sus hijos sabían de sus deseos de ser sacerdote y que estaba completando los 4 años de Teología que le faltaron tras su paso, entre 1968 y 1972, por el Seminario, no fue hasta fines de 2010, cuando les anunció que dejaba su casa en la que vivió durante 30 años porque iba a vivir a la parroquia de Bella Vista, que ellos comprendieron finalmente, que su camino estaba en el servicio a Dios y su Iglesia, a través del sacerdocio.
(fuentw: www.ellitoral.com.ar)
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