La humildad es la base para realizar una buena oración, porque debemos reconocer que Dios es el TODO y nosotros somos la nada, y ante Dios somos insignificantes.
Dios escucha a los humildes y resiste a los soberbios.
Si queremos que Dios nos escuche en la oración, tenemos que practicar la virtud de la humildad.
Somos pobres criaturas necesitadas de todo e incapaces de hacer la menor buena acción sin la ayuda de Dios. Pensando en esta realidad, tendremos sentimientos de humildad y nos pondremos ante Dios como el mendigo que espera el óbolo.
Y Dios nos colmará de dones y favores celestiales, porque Él eleva a los humildes, y el que se humilla será ensalzado.
(fuente: www.virgenmaria.com.ar)
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