POR ELLOS. Es la opción que hace ante las ofertas de la marquesa Barolo. Por ellos firma los primeros contratos de trabajo, y los va reuniendo en los días festivos, y va iniciando las obras, los pequeños talleres, las publicaciones muy sencillas... Por ellos pide limosna, por ellos le roba las horas al descanso de la noche... y así llega la enfermedad... y ellos le devuelven la vida. A los pocos meses de ordenarse sacerdote, comienza Don Bosco a visitar las cárceles de Turín. Esta experiencia marca el rumbo de sus opciones como educador. Él lo describe con estas palabras: “Me horroricé al contemplar cantidad de muchachos, de doce a dieciocho años, sanos y robustos, de ingenio despierto, que estaban allí ociosos, atormentados por los insectos y faltos en absoluto del alimento espiritual y material. Constaté, también, que algunos volvían a las cárceles porque estaban abandonados a sí mismos. Quién sabe, decía para mí, si estos muchachos tuvieran fuera un amigo que se preocupase de ellos e instruyese, si no se reduciría el número de los que vuelven a la cárcel” (MO 111).
Éste fue el detonante que movió el corazón educador del apóstol de los jóvenes: hacer todo lo posible para que el joven no tuviera aquella horrible experiencia. Prevenir y adelantarse a las dificultades y problemas que fuera a encontrar: falta de instrucción, falta de preparación para el trabajo, falta de medios para divertirse conforme a su edad, falta de hogar, falta de afecto y ambiente de familia, falta de referencia parroquial y de curas que lo conocieran... falta de todo. El 8 de diciembre de 1841 Don Bosco se encuentra con un joven, Bartolomé Garelli, que va a ser el primero en frecuentar las reuniones dominicales con el cura de Turín. En esta clave surgen los dos primeros contratos laborales firmados con jóvenes. Están fechados en 1851 y 1852. Ambos llevan la firma del patrono, del aprendiz y de Don Bosco. El patrono se compromete a enseñar durante tres años el oficio, a corregir al aprendiz con palabras y no con golpes, a dejarle libre los días festivos y a darle quince días de vacaciones. El joven promete trabajar con diligencia. Y Don Bosco ofrece asistencia y garantía para el buen éxito de la conducta del muchacho. Ya Don Bosco, desde los inicios de sus misión, sintió la necesidad de ayuda. No dudó en pedirla a todo aquel que pudiera contribuir a dedicar algo de su tiempo o de sus bienes en favor de la juventud necesitada. De esta manera se formó un grupo de laicos, hombres y mujeres, y de sacerdotes, amigos de Don Bosco, que colaboraban con él de múltiples formas. Ante todo, su propia madre, mamá Margarita, acompañando y animando a su hijo en los difíciles comienzos del Oratorio y del trabajo con los chicos que llamaban a la puerta de su casa. Junto a Margarita estuvo la madre de Miguel Rúa, primer salesiano, y la madre del arzobispo Gastaldi, y el padre de Domingo Savio. Este grupo de personas, que conocía y quería bien a Don Bosco, fueron dando a su obra un matiz totalmente distinto al que existía en otras instituciones de la época. Fueron dando a todo el ambiente educativo la impronta de un “clima de familia”.
Dentro de este grupo de primeros colaboradores hay que destacar a los sacerdotes que se prestaban para aportar algo de su tiempo a la Obra de los Oratorios que estaba surgiendo con Don Bosco. Entre otros destacan el teólogo Borel, D. Cafasso, D. Murialdo... Junto con ellos comenzaron a profesar como salesianos aquellos jóvenes que habían convivido con Don Bosco desde los inicios del Oratorio y que habían experimentado su sistema educativo. La visión de Don Bosco era todavía más amplia. Él quería llegar, si fuera posible, “a todos los jóvenes del mundo”. Fue dando forma a un reglamento de vida para un grupo de laicos más comprometidos en su misión: los Cooperadores Salesianos (1875). También otro grupo de Bienhechores y simpatizantes ayudaban con su aportación económica a las obras iniciadas por Don Bosco en Turín y en otras naciones de Europa y de América. En este mismo sentido, las circunstancias hicieron que se encontraran dos personas que llevaban las mismas inquietudes: Don Bosco y María Mazzarello, juntos darían forma a otra fuerza eclesial de la misma familia: las Hijas de María Auxiliadora. De este núcleo inicial fueron surgiendo los distintos grupos de lo que hoy llamamos “Familia Salesiana”. Son grupos con organización propia y reconocimiento eclesial específico pero que se encuentran todos ellos en la persona de Don Bosco. En la actualidad, este movimiento de simpatía y compromiso juvenil se ha visto actualizado por los miles de catequistas, profesores seglares y animadores juveniles del “Movimiento juvenil salesiano” que forman, en sentido amplio, una gran “familia salesiana”.
Don Bosco sabía... ¡que casi pedía imposibles a la Providencia! ¿Dónde meter a aquellos muchachos que, si él no los recoge, quedan a merced de los peligros callejeros? Al principio, gracias a su asesor espiritual Don Cafasso y a Don Guala, el mismo Colegio Eclesiástico los acogía en sus patios y bajo sus pórticos. Pero ¡ay!, ¡su irrefrenable estrépito turbaba el riguroso silencio de la recoleta mansión! No obstante, los soportaron durante tres años, sin una queja. Mas, al cabo de este tiempo, Don Bosco tuvo que abandonar el Colegio por haber acabado los estudios. ¡Y los muchachos se quedaron automáticamente en la calle! Una dama de la alta sociedad recogió entonces al extraño sacerdote y su temible rebaño.
Era la marquesa Barolo, perteneciente a la nobleza turinesa, que se prodigaba en obras de celo. Aceptó a Don Bosco como capellán adjunto del “Refugio”, obra que había fundado en Turín para ayuda de las jóvenes descarriadas. La marquesa le autorizó para que reuniera a sus muchachos en un patio que había al lado de la institución, y le cedió para él dos habitaciones en el “Ospedaletto”, hospital para niños, igualmente fundado por la generosa marquesa, junto al Refugio. Allí erigió la capilla dedicada a su santo predilecto, Francisco de Sales, el 8 de diciembre de 1844. Fue la primera iglesia salesiana. ¡Por desgracia, los pequeños “Don Bosco” no podían abstenerse de su estrepitosa algazara! Es verdad que se rezaba mucho. ¡Pero a las oraciones seguían los juegos! La marquesa aguantó ocho meses... después, intentó convencer a Don Bosco de que era conveniente que alejara a sus ruidosas ovejitas y se dedicara de tiempo completo a la capellanía. Tiempo perdido... ¡El pastor se fue de allí con sus ovejitas! Empezó entonces para él y su inquieto rebaño un interminable peregrinar de incesantes sinsabores. Durante dieciocho meses fueron dando tumbos de un lado a otro de la ciudad de Turín, en busca de un lugar fijo. ¡Pasaban de trescientos muchachos! No había más disciplina que la de una piedad alegre. Era el pensamiento de Don Bosco... A lo habitantes de la ciudad, que no veían en ellos más que pilluelos, les parecía demasiado alegre. Y encima, aquel pobrecillo sacerdote comprometiendo su reputación con ellos... Pronto llegaron a cuatrocientos, y su número no dejaba de crecer. ¡Toda una horda! ¿A dónde ir con tan engorroso séquito? Porque hay que aguantar pase lo que pase... Don Bosco busca ¡y encuentra! Pero lo echan en seguida. Vuelve a buscar y lo vuelven a echar. En ninguna parte le quieren: arma demasiado ruido y molesta. Pero él lo prueba todo para agrupar, hablar, catequizar y confesar a aquellos indeseables muchachos. Acampa en un cementerio abandonado, junto a una iglesita, y le echan sin contemplaciones. Llega el invierno y el frío arrecia.
Alquila tres míseras habitaciones, pero apenas le ven con su turba de muchachos, le ponen de patitas en la calle. Las quejas contra él llegan hasta el alcalde, el marqués de Cavour, que quiere cortar por lo sano. —Don Bosco. ¡Hay que acabar de una vez! Deje de una vez esos golfillos... —Esos golfillos, señor alcalde, son mi obra. Yo no los dejaré. Además obedezco a mi señor obispo. —Pues bien, ya se lo mandará su obispo. Me encargo yo de eso. Pero el obispo se hizo el sordo. Y Don Bosco prosiguió su apostolado sin desanimarse. Predicaba al aire libre; hoy aquí, mañana allí, ante los asombrados ojos de la policía. Los muchachos, en vez de dispersarse, formaban, gracias a su celo infatigable, un grupo cada vez más compacto; más íntimamente unido a él. Erraban de una a otra punta de la ciudad, iban al campo, estaban, como suele decirse, “en el aire”. Era un “oratorio ambulante” como lo llamaba Don Bosco.
Los sueños de Don Bosco
Don Bosco fue famoso por sus sueños. Se conocen 159 y están referidos a sus niños, a la Congregación Salesiana, al Oratorio y a la Iglesia. A los nueve años Juanito (Don Bosco) soñó que se había encontrado con un grupo de muchachos que gritaban, decían malas palabras, etc. Juanito, para poner orden, se lanzó sobre ellos a los puñetazos; luego apareció un señor de blanco, que era Jesús, y le dijo: "Con golpes no ganarás la confianza de ellos sino con dulzura y caridad." También se le apareció una señora, que era la Virgen; y esta le dijo: "A su tiempo todo lo entenderás". Todos las fieras salvajes se convirtieron en corderitos". Comentándole este sueño a su madre ésta le dijo: "extraño sueño hijo mío, tal vez algún día llegues a ser sacerdote". En otro de los sueños ve una barca que representaba la Iglesia, la que era asediada por otras embarcaciones, la pequeña barca se aferra a dos columnas que la sostienen y la salvan. Estas dos columnas representan la Eucaristía y la Santísima Virgen.
Muy famosos fueron los sueños de Don Bosco. (En Italia a los sacerdotes les dicen Don. Por eso a San Juan Bosco todas las gentes lo llamaban Don Bosco). Los sueños que él narró a sus discípulos son 159, y están coleccionados en un bello l ibro cuya lectura impresiona y hace un enorme bien. En sus sueños veía con admirable precisión el futuro. Durante 40 años todas las muertes que sucedieron en su enorme Obra educativa de Turín (y que fueron más de 40) las anunció con exactitud impresionante. Veinte años antes de empezar a construir el majestuoso Templo a María Auxiliadora, lo vio en sueños con todos sus detalles y en el sitio exacto en el que después fue construido. Y en ese tiempo no había conseguido ni siquiera un metro de aquellos terrenos. Veía en sueños el estado exacto de la conciencia de sus discípulos y después los llamaba y les hacía una descripción tan completa de los pecados que ellos habían cometido, que muchos aclamaban emocionados: "Si hubiera venido un ángel a contarle toda mi vida no me habría hablado con mayor precisión".
Cuando Rúa tenía apenas unos 25 años, un día se enfermó muy gravemente y mandó llamar a San Juan Bosco para que le impusiera los santos óleos y le llevaran el viático. El santo respondió: "Miguel no se muere ahora, ni aunque lo lances de un quinto piso". Y después explicó el por qué decía esto. Es que en sueños había visto que todavía en el año 1906 (40 años después) estaría Miguel Rúa extendiendo la comunidad salesiana por muchos países del mundo. Y a él personalmente le dijo después: "Miguel: cuando ya seas muy anciano y al llegar a una casa alguien te diga: ‘Ay padre, ¿por qué se ha envejecido tan exageradamente?’, prepárate porque ya habrá llegado la hora de partir para la eternidad". Y así sucedió. Al principio del año 1910, el Padre Rúa fue a Sicilia a visitar un colegio salesiano y un antiguo discípulo suyo, al verlo le dijo: "Ay padre, ¿por qué se ha envejecido tan exageradamente?". El santo sacerdote palideció y se preparó para bien morir.
Los milagros de Don Bosco
Don Bosco realizó muchos milagros. Él decía: "No soy yo quien realiza los milagros es la Virgen. Confiad en ella y veréis lo que son milagros". En una oportunidad estando frente a seiscientos muchachos, mamá Margarita les cocina castañas pero estas no alcanzaban más que para doscientos, a pesar de todo Don Bosco empezó a distribuir las castañas ...y alcanzaron para todos. Otros milagros conocidos son el de la multiplicación de hostias y los panes.
Fue un perpetuo limosnero en favor de los pobres. Le costaba mucho sacrificio salir a pedir, pero los pobres aguantaban hambre y los niños desamparados necesitaban ayuda para sus estudios, y por eso salía continuamente a buscar personas acomodadas para pedirles sus ayudas económicas, y se las daban en grandes cantidades. Al final de su vida tenía más de 100,000 niños pobres educándolos en sus obras de beneficencia. La Virgen María le dijo en un sueño: "Por dos graves faltas se pierden muchos creyentes: por pecados de impureza y por no ayudar generosamente a los necesitados".
Una labor queridísima para Don Bosco fue siempre la difusión de las buenas lecturas. El mismo escribió más de 40 libros y uno de ellos, el que se titula: "El joven Instruido", alcanzó durante la vida de su autor más de 50 ediciones y llegó al millón de ejemplares, lo cual era mucho para el siglo pasado cuando la imprenta no estaba tan desarrollada como ahora. El decía que Dios lo había enviado al mundo para educar a los jóvenes pobres y para propagar buenos libros. Sus salesianos tienen ahora en el mundo 65 imprentas y publican millones de libros religiosos a precios módicos para el pueblo. Los escritos de San Juan Bosco agradaban mucho a la gente porque eran sumamente sencillos y fáciles de entender. El santo repetía: "Propagad buenos libros. Sólo en el cielo sabréis el gran bien que produce una buena lectura". En 1877 a sus 62 años Don Bosco publica el primer numero del boletín salesiano.
En 1856 Don Bosco hizo una votación entre los centenares de alumnos de su Oratoria de Turín (en el cual había muchos internos). Las preguntas eran estas: 1ª. ¿Cuál es el más santo y piadoso de los oratorianos? 2ª. ¿Cuál es el más simpático y buen compañero de todo el Oratorio? La segunda pregunta la ganó Santo Domingo Savio. La primera la ganó por amplia votación el joven Rúa. La votación de aquellos jóvenes resultó ser muy acertada pues ambos llegaron a ser formalmente reconocidos por la Iglesia por su santidad.
Se cuenta que Don Bosco casi no descansaba y les repetía a sus jóvenes “yo por ustedes estoy dispuesto a dar mi vida” sus jornadas de trabajo eras tan extensas que se cree que no dormía mas que 3 horas diarias, tomaba una cuchara en su mano y si se quedaba dormido el ruido de esta lo despertaba. Su letra no era tan bonita, pero se debía a que sus ojos estaban ya muy cansados y no miraba bien, pero nunca se quejó todos los días se acostaba muy tarde y se levantaba por tarde a las 4:30 de la mañana. El decía “ya habrá tiempo para descansar en el paraíso” En 1887 celebrando una misa en la basíl ica del Sagrado Corazón en Roma, Don Bosco, tardo 3 horas en concluirla y al momento de la consagración no dejaba de llorar y de vivir un estado de éxtasis, al levantar la hostia dijo ahora lo comprendo todo. Más adelante El narraría que en ese momento recordó su primer sueño, el de los 9 años y vio pasar toda su vida y comprendió a sus 72 años cuál era el significado de ese sueño y su obra.
Al final de su paso luminoso por este mundo, Don Bosco tenía setenta y dos años y cinco meses y medio cuando se le complican sus padecimientos pulmonares y del corazón. Así, nace a la vida eterna el 31 de enero de 1888, dejando 773 Salesianos y 393 Hijas de María Auxiliadora. Ahora difundiendo su obra por todo el mundo.
(fuente: www.conoceadonbosco.com)
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