Ciudad del Vaticano (AICA): Esta mañana en la Oficina de Prensa de la Santa Sede tuvo lugar la
presentación del Mensaje de la XIII Asamblea General Ordinaria del
Sínodo de los Obispos, que concluirá este domingo 28 de octubre dedicado
al tema “La nueva evangelización para la transmisión de la fe
cristiana”.
Intervino en la presentación el cardenal Giuseppe Betori, arzobispo
de Florencia, Italia, presidente de la Comisión para el Mensaje y los
arzobispos Pierre-Marie Carré, de Montpellier, Francia, Secretario
especial y Luis Antonio G. Tagle, de Manila, Filipinas, vicepresidente
de la Comisión para el Mensaje.
Síntesis del texto ofrecida por el Vatican Information Service(VIS)
“Al inicio del documento los obispos recuerdan el pasaje evangélico
de Juan que narra el encuentro de Jesús con la samaritana en el pozo: es
la imagen del hombre contemporáneo con una ánfora vacía, que tiene sed y
nostalgia de Dios, y hacia el que la Iglesia debe dirigirse para
hacerle presente al Señor. Y como la samaritana, quien encuentra a Jesús
no puede hacer otra cosa sino convertirse en testigo del anuncio de
salvación y esperanza del Evangelio”.
“Mirando de una manera más concreta al contexto de la nueva
evangelización, el Sínodo recuerda, por tanto, la necesidad de reavivar
la fe que corre el riesgo de oscurecerse en los contextos culturales
actuales, también frente al debilitamiento de la fe en muchos
bautizados. El encuentro con el Señor, que revela a Dios como amor,
sucede sólo en la Iglesia como forma de comunidad acogedora y
experiencia de comunión; desde aquí, entonces, los cristianos pasan a
ser sus testigos en otros lugares”.
“Sin embargo, la Iglesia afirma que para evangelizar hay que estar,
ante todo, evangelizados y lanza un llamada -empezando por ella misma- a
la conversión, porque la debilidad de los discípulos de Jesús pesan
sobre la credibilidad de la misión. Conscientes del hecho de que el
Señor es la guía de la historia y que, por tanto, el mal no tendrá la
última palabra, los obispos invitan a los cristianos a vencer el miedo
con la fe y a mirar el mundo con sereno coraje porque, aunque éste está
lleno de contradicciones y retos, sigue siendo el mundo que Dios ama.
“Por consiguiente, nada de pesimismo: globalización, secularización y
nuevos escenarios de la sociedad, migraciones, incluso con las
dificultades y sufrimientos que conllevan, deben ser oportunidad de
evangelización. Porque no se trata de encontrar nuevas estrategias como
si el Evangelio hubiera que difundirlo como un producto de mercado, sino
de redescubrir los modos con los que las personas se acercan a Jesús”.
“El mensaje mira a la familia como lugar natural de la
evangelización e insiste en que debe ser sostenida por la Iglesia, la
política y la sociedad. Dentro de la familia, se resalta el papel
especial de las mujeres y se recuerda la situación dolorosa de los
divorciados y vueltos a casar: aunque se reconfirma la disciplina sobre
al acceso a los sacramentos, se insiste en que no están abandonados por
el Señor y que la Iglesia es la casa que acoge a todos.
El mensaje cita también la vida consagrada, testimonio del sentido
ultraterrenal de la existencia humana, y las parroquias como centros de
evangelización; recuerda la importancia de la formación permanente para
los sacerdotes y los religiosos e invita a los laicos (movimientos y
nuevas realidades eclesiales) a evangelizar permaneciendo en comunión
con la Iglesia.
La nueva evangelización recibe favorablemente la cooperación con las
otras Iglesias y comunidades eclesiales, también ellas movidas por el
mismo espíritu de anuncio del Evangelio. Se presta particular atención a
los jóvenes, en una perspectiva de escucha y de diálogo para recuperar,
y no mortificar, su entusiasmo”.
“A continuación, el mensaje mira al diálogo de distintas maneras:
con la cultura, que necesita una nueva alianza entre fe y razón; con la
educación; con la ciencia que cuando no encierra al hombre en el
materialismo se convierte en una aliada de la humanización de la vida;
con el arte; con el mundo de la economía y el trabajo; con los enfermos y
los que sufren; con la política, a la cual se pide un compromiso
desinteresado y transparente del bien común; con las otras religiones.
En particular, el Sínodo insiste en que el diálogo interreligioso
contribuye a la paz, rechaza el fundamentalismo y denuncia la violencia
contra los creyentes. El mensaje recuerda las posibilidades que ofrecen
el Año de la Fe, la memoria del Concilio Vaticano II y del Catecismo de
la Iglesia Católica. Por último, indica dos expresiones de la vida de
fe, especialmente significativas para la nueva evangelización: la
contemplación, donde el silencio permite acoger mejor la Palabra de
Dios, y el servicio a los pobres, para reconocer a Cristo en sus
rostros”.
“En la última parte, el mensaje mira a las Iglesias de las distintas
regiones del mundo y a cada una de ellas les dirige palabras de aliento
para el anuncio del Evangelio: a las Iglesias de Oriente les desea que
puedan practicar la fe en condiciones de paz y de libertad religiosa; a
la Iglesia de África le pide que desarrolla la evangelización en el
encuentro con las antiguas y las nuevas culturas, haciendo después un
llamamiento a los gobiernos para que cesen los conflictos y la
violencia. Los cristianos de América del Norte, que viven en una cultura
con muchas expresiones lejanas del Evangelio, deben mirar a la
conversión, a ser abiertos para recibir a los emigrantes y refugiados.
Se invita a América Latina a vivir la misión permanente para hacer
frente a los desafíos del presente como la pobreza, la violencia,
también en las nuevas condiciones de pluralismo religioso. La Iglesia en
Asia, aun cuando es una pequeña minoría a menudo relegada al margen de
la sociedad y perseguida, es animada y exhortada a mantenerse firme en
la fe.
Europa, marcada por una secularización también agresiva y herida por
regímenes pasados, creó sin embargo una cultura humanística capaz de
dar rostro a la dignidad de la persona y a la construcción del bien
común; las dificultades del presente no deben por tanto abatir a los
cristianos europeos, sino que deben ser percibidas como un reto.
A Oceanía se le pide que sienta de nuevo el compromiso de anunciar
el Evangelio. El mensaje se cierra encomendándose a María, Estrella de
la Nueva Evangelización”.+
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